7/Jun/04 Fuimos a ver El día después del mañana ![]()
Doctor, odio el mundo. ¿Qué puedo hacer? Éste es el diálogo que uno imagina entre el director y guionista de El día después de mañana, Roland Emmerich, y su psiquiatra, luego de ver la película con cierto grado de atención. El argumento se aferra a algunas teorías más o menos en boga para contar una catástrofe global (una nueva glaciación), entendiendo por "global", claro está, la parte del mundo que le importa más a Hollywood: el Hemisferio Norte. Y esto de "se aferra" no es definitivo: se le escapa de las manos como una barra de jabón mojada.
Aún admitiendo la compresión temporal del proceso de glaciación que propone la película (un guionista bien puede dejar de lado cuestiones científicas como la inercia del sistema climático terrestre para favorecer el efecto dramático... aunque no será un guionista que yo recomiende, desde luego), hay una tonelada de cuestiones que resultan poco creíbles. Y esa tonelada, incluso, sería algo admisible si no fuera por otros defectos de la película que vale la pena analizar. Pero vayamos por partes. La acción de El día después de mañana transcurre en la actualidad, contrario a lo que pudiera parecer por los afiches. Todo sucede en el término de unas pocas semanas. Esto era de esperar: a Emmerich nunca le preocupó la lógica interna de sus argumentos, recuérdese el virus informático que acaba con las naves del Día de la independencia. El paleoclimatólogo Jack Hall (Dennis Quaid), presencia una consecuencia del calentamiento global: el desprendimiento de una masa de hielo (del tamaño de Rhode Island) en la Antártida. Ya desde las primeras escenas sabemos que Jack es una suerte de Indiana Jones climatológico y, si bien no tiene látigo, puede hacer milagros con su piqueta. Como una Casandra moderna (y he aquí uno de tantos clichés y sensiblerías que la película acomete sin el menor pudor), Jack Hall intentará en vano advertir lo que se avecina dentro de cien años, con el cambio de la Corriente Profunda del Atlántico Norte. Sin embargo, datos obtenidos por científicos británicos al frente de los cuales está el científico Terry Rapson, encarnado muy dignamente por Ian Holm (Bilbo en El Señor de los Anillos) señalan que el proceso devastador ya ha comenzado y que es imparable.
Como todo héroe de película catástrofe que se precie, el protagonista tiene problemas familiares. Está separado de su mujer Lucy, doctora en un centro médico de Washington (Sela Ward), y tiene un hijo adolescente (Sam, interpretado por Jake Gyllenhaal) al que no le dedica mucho tiempo. Estos personajes constituyen otros tantos puntos de vista en la película. En particular Sam Hall, que sufre el cambio climatológico y las catástrofes neoyorquinas y se presenta como otro personaje central del relato. Aquí es donde papá Jack decide expiar sus culpas de progenitor y rescatar a su hijo, viajando desde Washington a Nueva York, lo que determina otras tantas peripecias. Evidentemente, a Roland Emmerich no le interesan los personajes bien trazados, ni las motivaciones profundas, ni siquiera la lógica argumental. En una postura que mucho recuerda otras acciones estadounidenses del mundo real, el argumento de El día después de mañana propone, por citar un ejemplo, que la persecución de un objetivo particular (algunos dirán incluso egoísta) puede redimir a toda la humanidad (un poco en la línea de Buscando al soldado Ryan, pero con mucha menos sensibilidad), o al menos ésa es la sensación que me queda al finalizar el film.
Un par de detalles que saltan al cruce, pretendiendo "comprar" al espectador latino. En uno de los momentos más tensos de la película, se escucha de fondo el relato en castellano de un partido de fútbol, en el que juega la Argentina. El otro detalle es que, en determinado momento de la película, Estados Unidos se verá obligada a perdonar la deuda externa de los países latinoamericanos y habrá una migración masiva (y relativamente pacífica) hacia México. Evidentemente, Roland Emmerich tiene un muy alto concepto de los Estados Unidos y prefiere no recordar la invasión a Irak, que tira por tierra esta absurda hipótesis de política-ficción. Alejandro Alonso para Axxón y Garrafex News |