Entrevista
a
Dänik Eraparauntaar
Por Andrés D.
Antes de empezar, quiero dejar constancia
de mi disconformidad. Cuando me uní al grupo de trabajo a cuyo
cargo corre la sección que el lector tiene entre sus manos (sí,
hay cada loco que agarra el monitor y hasta se lo lleva a leer a la cama)
me aseguraron que me iba a encargar de temas de análisis literario
y divulgación científica. Ya soñaba yo con redactar
sesudos análisis sobre la importancia del predicativo no obligatorio
en la prosa de Pepe Muleiro, o sobre los usos pacíficos de los
asientos de bolitas para taxistas. ¡Iluso de mí! En lugar
de eso, se me confina unilateralmente al denigrante puesto de notero
comodín, el más bajo escalafón de la jerarquía
periodística. ¿Y me quejo? ¿Alguien puede decir que
me estoy quejando, eh?
Pues bien, teniendo
ya suficiente de despotrique infructuoso y autoconmiserativo, pasaré
al tema que da nombre a este artículo. Empezó cuando tuvimos
que dejar la mesa de entrada libre de cartas de truco, equipo de mate
y bizcochitos de grasa, pues habíamos recibido un sobre. Tras el
impacto inicial que supuso el que alguien nos hubiera mandado algo, uno
de nosotros propuso: Che, ¿y si lo abrimos?. Tomando
todas las precauciones del caso (guantes, agua, tanque de acero, etc.),
comprobamos que en su interior no había otra cosa que una tarjeta
de cartulina. Nada de qué preocuparse... hasta que la leímos.
Embista (sic) de que publicaciones como Ack Zone
(sic) y otras, basadas todas en el modelo del conspirador Hugo Guernica
(sic), se dedican desde hace décadas atrás (sic) a engañar,
desinformar y embaucar al público presente, haciendo pasar los
más importantes afers (sic) de lo paranormal por meros cuentos
y novelas de cienciafixión (sic), sin que nadie esepto (sic)
yo mismo haya tenido nunca la audacia y el coraje de desenmascarar esta
estafeta (sic), considérense ustedes formalmente no imbitados
(sic) a la conferencia sobre Los locos locos orígenes del
hombre, que se llevará a cabo el día 7 del corriente
en Corrientes al 700 (¿casualidad o causalidad?), en el Aula
Magma (sic) de la Facultad de Humanidades y Alienigenidades (sicsic)
de la Universidad Nacional de Rosario.
No deje usted de faltar
Dr. Dänik Eraparauntaar, Hd.P.
Investigador heterodoxo, desfacedor de entuertos conspirativos y latin
lover.
Sí, yo tuve la misma sensación
que ustedes: sería más fácil de leer si no tuviera
tantos sic intercalados. (Mirando la tarjeta más de cerca
vi que había sido impresa en Simonelli i Caramagnuolo (sic)).
Pero más allá de consideraciones semejantes, haber recibido
esta no-invitación sólo podía significar una cosa:
que después de arduas tramitaciones, Axxón había
conseguido por fin la homologación de F.A.R.S.A.S. (Fairly Amazing
Records of Self-Appointed Scientists). Ahora cualquier reportaje que
nos concediera un afiliado a F.A.R.S.A.S. le sumaría puntos para
el ranking de la institución, lo cual explicaba el interés
del profesor Eraparauntaar en que cubriéramos el evento. (Sí,
me di cuenta de que la tarjeta decía que no quería
que lo cubriéramos, pero es que hay que conocer las sutilezas de
la diplomacia mediática. Si te mandan una invitación, es
que no les importa si vas. Si quieren que vayas, te mandan una nota diciéndote
que no vayas. Si no quieren que vayas no te mandan nada, pero vas igual.
Si te mandan flores o bombones es que quieren que vayas, y en ese caso
lo mejor es no ir. Si te mandan un auto, es un signo ambiguo: puede querer
decir que quieren que vayas como que no, dependiendo de si es una limusina
con chofer que te espera con la puerta abierta, un sedán sin marcas
reconocibles que está siempre estacionado a metros de tu casa,
o una coupé negra en una callecita mal iluminada que se te aproxima
a ciento veinte con luces altas.)
Por supuesto que haber obtenido la
homologación fue motivo inmediato de copiosos brindis; pero pronto
la algarabía, al menos por mi parte, se diluyó tanto como
el Talacasto con que nos mojábamos los labios mutuamente. (Nuestra
especialista en todo lo que sea alternativo, de la que pronto tendrán
noticia, asegura que cuanta más soda se le echa al vino, tanto
más embriagador es su efecto. Solamente a ella se le pueden ocurrir
esas cosas.) Otis, nuestro amadísimo jefe de sección, haciendo
gala de la misma convincente retórica con que me ha persuadido
de escribir la anterior aposición, se paró frente a mí,
me miró a los ojos y me dijo con voz serena pero firme, mientras
atenazaba mi cuello: Tú eres el que tiene experiencia en
estas cosas. (Bueno, no fueron ésas sus palabras exactas,
pero la oración me estaba quedando ya muy larga.) En realidad,
toda mi supuesta experiencia se reducía a haber leído en
mi adolescencia un libro de Eraparauntaar y otro de Karl Blitzkrieg (recuerdo
especialmente este último, que trataba de las misteriosas desapariciones
de camiones cargados de televisores, videocaseteras y equipos de audio
en el triángulo geográfico con sus vértices en las
localidades de Puerto Iguazú, Foz do Iguaçu y Ciudad del
Este), pero lo mejor era no decirlo y obedecer sin chistar.
Me acredité para la conferencia
con el nombre supuesto de Andreas
Katsulas (la estricta etiqueta del misteriodismo exige hacerse pasar por
otra persona y actuar como si el entrevistado no lo supiera). En las siguientes
tres horas y media, el doctor Eraparauntaar acumuló méritos
como para ascender por lo menos cuatro puestos en el ranking de F.A.R.S.A.S.,
a saber: siete comparaciones de sí mismo con Galileo y tres con
Einstein, cuatro impugnaciones de la relatividad general fundadas en cuentos
de Hans Christian Andersen, cinco citas de pediatras televisivos para
avalar sus propias teorías, veintitrés menciones de la palabra
oficial, quince de reaccionario, ocho de judeocristiano
y tres de autodenominado. Promediando la disertación
quedó en off side al confundir a Stephen Hawking con Stephen
King; pero aquí demostró la calidad e inteligencia de su
juego sacando de la manga que Carrie y La zona muerta están
basadas en hechos reales.
Aparte de esto, no aconteció
nada digno de mención hasta que finalizó la conferencia
y tuve ocasión de conversar con él en el bufet de la facultad.
El presidente del centro de estudiantes nos habilitó una Hyneken
para matizar la charla y me dejó saludos para nuestro bienamado
líder Otis, pues ambos fueron compañeros de estudios y de
lucha a comienzos de los 70. (En ese mismo bufet se opusieron al
opresivo menú de sólo dos platos, reclamando la libertad
de vientres.)
Doctor Eraparauntaar, hace
poco usted estuvo en Pompeya estudiando las tradiciones tangueras de los
antiguos romanos. ¿A qué conclusión llegó?
A la misma de siempre: ¡Vivimos
engañados! ¡Todo el mundo está equivocado menos yo!
¿Cómo es eso?
Hasta ahora, la historia oficial
ganó varios oscars haciéndonos creer que las ciudades de
Pompeya y Montserrat fueron destruidas por el diluvio universal. ¡Pero
eso no es lo que yo vi! En una ciudad que estuvo inundada hay mugre y
olor a podrido... Tuve acceso a expedientes recientemente desclasificados
del Colegio de Martilleros de Salerno, donde se habla de estudios que
revelaron que las mamposterías estuvieron sujetas a altas temperaturas.
No puede haber sido un incendio, porque usted sabe que el fuego necesita
oxígeno, y en aquella época las algas verdecitas-azulejas
todavía no habían echado bastante a la atmósfera.
Investigando más, encontré en la biblioteca del Nápoli
la crónica de un sobreviviente, Tito de Pompeya (en latín,
Titus Pompeii), donde se habla de mucho calor y grandes explosiones.
Claramente está describiendo armas nucleares.
¡Epa!
Sí señor, como
lo oye: armas nucleares, siglos antes de que Andrés Oppenheimer
y Enrico Caruso descubrieran la ficción del átomo de apolonio.
¿Y de dónde podían haber salido esas armas sino de
la guerra entre atenienses y atlantes, que aún hoy se revive ritualmente
con cada partido entre Atenas de Córdoba y Deportivo Atlanta? La
conclusión es muy clara: las armas nucleares derritieron los casquetes
polares, lo que causó la suba global del nivel de las aguas que
dio origen a la leyenda del diluvio, amén de sumergir la Atlántida
e inundar Pompeya.
¿Qué? Disculpe,
me perdí.
¡Por supuesto que se perdió!
¡Toda su vida estuvo expuesto a mentiras e insensateces! ¡Ha
vivido con una mordaza en los ojos! Pero la evidencia está ahí
para el que sepa verla. Usted seguramente conoce el relato judeocristiano
del Arca de la Alianza, el barco ése que sobrevivió al diluvio
pero chocó con un pedazo de hielo y se hundió en el Atlántico.
¡La simbología es clarísima! El hielo representa al
que se derritió dando lugar a la inundación, y el barco
hundido representa al continente sumergido. ¡Si hasta los nombre
son transparentes! ¿Dónde se hundió? ¡En el
Atlántico! ¿Qué clase de barco era? ¡Un
trans-atlántico? ¿Coincidencia? ¡Imposible!
Disculpe,
pero me sigue llamando la atención que hayan tenido armas nucleares.
¿Cómo enriquecían los minerales?
¿Cómo
va a ser? ¡Por alquimia! A ver, fíjese: esta leyenda nos
llega por medio de las famosas Críticas de Timoteo. ¿Quién
las escribió? Platoon, que siempre aparece asociado a Oliver
Stone, claramente una deformación fonética de Philosophers
Stone, piedra filosofal. ¿Y cómo Platoon no iba a conocer
la piedra filosofal, si era un filósofo? ¡Y esto no es todo!
Todos oímos hablar del alquimista de Coelho, pero esto es una mala
traducción del latín coelum, cielo: era un alquimista
del cielo, o sea un extraterrestre que transmitió sus conocimientos
avanzados a los humanos. ¡Está clarísimo!
La entrevista
se interrumpió en este punto, pues un nutrido (bien nutrido) grupo
de estudiantes efectuó un copamiento de la facultad fuera de programa,
llenando las paredes de afiches de Georges Corraface en Escape de Los
Angeles y destruyendo cualquier cosa que se pareciera a una Philishave.
Tampoco por esto me quejo.
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