Entrevista paradigmatemática

por Dänik Eraparauntaar

Tenía que suceder tarde o temprano. Los siniestros y escabrosos poderes que tejen enredadas telarañas de conspiraciones con los hilos que manejan desde sus sombras chinescas han intentado acallar a AnaCrónicas. ¡Pero no lo han conseguido! Aquí estamos de regreso, tras resurgir de nuestras cenizas como un fénix fumador.

Son esas mismas oscuras fuerzas las que han pretendido reducir al silencio al eminente matemático Wunther Othermath. A pesar de sus revolucionarios aportes, el doctor Othermath ha sido completamente ignorado en los círculos académicos convencionales. Como prueba está el hecho de que famosos matemáticos como Euler o Gauss ni siquiera lo mencionan en sus escritos, como si ignoraran su existencia. Al respecto dice el doctor Othermath: “Seguramente se trata de una represalia, ya que yo también ignoro la existencia de Gauss y Euler”.

Ciertamente, tales excepcionales circunstancias exigían de mí que entrevistara a la brevedad a tan excelso cuanto desdeñado benefactor de la Humanidad, para beneficio y desarrollo espiritual de mis augustos lectores. No sabía entonces qué espantosas calamidades anegarían mi abnegado camino, pavimentado como estaba de buenas intenciones.

Fue una larga y laboriosa travesía la que me llevó a través de las dunas áridas e inhóspitas de San Andrés de Giles, bajo un sol que quemaba como colosal bola de plasma suspendida en el cosmos. Mi guía nativo cayó en el camino, devorado por su propio camello, y debí continuar adelante por mis propios medios. Sobreviví sin nada que comer, bebiendo solamente agua de colonia. El sol tan ardiente y cruel me quemó toda la piel. En el cuarto espejismo di por fin con alguien que hablaba uno de los noventa y cuatro idiomas que domino, y así pude por fin, deshidratado y al borde la lipotimia, dar con el paradero del misterioso hombre que estaba buscando. Ahora, cuando miro con retroactividad todo lo que pasé, mis insufribles padecimientos se me hacen poca cosa comparados con el magno servicio que, con toda humildad, le estoy prestando al mundo entero.

Mientras saboreábamos ambos un inexplicable té con recónditos polvorones, de los que dieron cuenta nuestros dientes temblorosos de la emoción, mantuvimos la siguiente charla:

 

Dänik Eraparauntaar: Antes de empezar, doctor Othermath, quiero decirle que me siento honrado de entrevistar a un catedrático tan distinguido y de tan alto andarivel intelectivo como usted.

Wunther Othermath: Al contrario, doctor Eraparauntaar, soy yo quien se siente honrado de que me entreviste un investigador tan distinguido y de tan alto andarivel intelectivo como usted.

DE: De ninguna manera, doctor. Usted está en un andarivel mucho más alto que yo.

WO: No, usted está más alto.

DE: No, usted.

WO: No discutamos más, mi buen doctor. Digamos que los dos estamos en un andarivel intelectivo igualmente alto y listo.

DE: ¡Pero qué solución equidistante y salmónica ha propuesto, mi buen doctor! ¡Qué ingenio! ¡Qué inteligencia! Me gustaría ser usted.

WO: Eso no será posible, mi amigo, puesto que somos dos personas distintas.

DE: De eso no hay duda, aunque seguramente nuestros más asérrines detractores tratarán de desacreditarnos con la mentira de que somos la misma persona.

WO: ¡Qué ocurrente, doctor! Si fuéramos la misma persona, eso significaría que me estoy entrevistando a mí mismo, lo cual es absurdista. Sólo a una persona con una gran imaginación se le ocurriría eso.

DE: Con una gran imaginación y una inteligencia privilegiada.

WO: Una inteligencia privilegiada como la nuestra.

DE: Yo no lo habría dicho de otra manera.

WO: Además, usted tiene testigos de irreputable refutación que pueden declarar que nos han visto juntos.

DE: Precisamente, doctor Othermath. Uno de esos testigos tiene más de diecisiete mil horas de vuelo a bordo de ultralivianos de carga de la Fuerza Aérea. No se puede dudar de su palabra así porque sí.

WO: Me alivia que tenga evidencia tan confundente.

DE: ¿Qué le parece si empezamos con la entrevista?

WO: Cuando usted quiera, mi buen doctor, que para eso he venido.

DE: Doctor Othermath, los matemáticos conservativos y los críticos sépticos se han reído de usted, igual que en su ocasión se rieron de aquel otro pensador heterodoxo, el payaso Bozo. ¿A qué se debe esto?

WO: Está claro que se debe a que yo siempre me he destacado por disentir, y a ellos no les gusta que nadie los ande disintiendo. Los pone muy nerviosos la disentería.

DE: Usted lo ha dicho: la matemática oficial es un gigante con pies de barrio.

WO: Por supuesto que yo prefiero ser un pensador heterodoxo antes que un homodoxo como todos esos.

DE: Precisamente, hace unos años me hice pasar por matemático (lo cual no estoy haciendo ahora, como usted puede dar fe) para investigar ese oscuro submundo, desconocido por el común de los mortales.

WO: Lo recuerdo. El resultado fue su apasionante libro Las cuatro operaciones del Apocalipsis, que se consigue por un tiempo limitado a un precio de oferta de $34,99.

DE: Exacto. Lo que iba a decirle es que en el curso de esa investigación se me ocurrió oír hablar por primera vez de su teoría de los números indefinidos.

WO: ¡Ah, mi teoría de los números indefinidos! Fue por eso que me expulsaron del club y me rompieron el carnet de matemático. Se sintieron amenazados por el radicalismo de mi planteo; temieron que mis ideas demostraran que sus reputaciones pendían del pelo de una yunta de bueyes, como la espalda de Demóstenes. Son gente muy cerrada los matemáticos: insisten en que uno más uno es igual a dos y no hay manera de hacerles considerar teorías alternativas.

DE: ¿Con qué ridículas excusas fue descartada su idea?

WO: Dieron tantas que ya ni me acuerdo. Pero la principal era que yo no daba una definición de los números indefinidos. ¿No se daban cuenta de que, si daba una definición, iban a dejar de ser indefinidos?

DE: Eso, por definición.

WO: Definitivamente.

DE: ¿Qué postulaba su brillante teoría?

WO: Que existen ciertos números que incumplen las leyes matemáticas. Se conocen desde la antigüedad, y se los identifica con el símbolo “más o menos”. Por ejemplo, más o menos cinco mil.

DE: ¿Y dice usted que, en un momento de iluminación, descubrió que las leyes matemáticas no se aplican a esos números?

WO: Claro, claro. Le pongo un ejemplo: si a un número del conjuntos de los cualunques usted le suma uno, el resultado es otro número distinto. Pero si a más o menos cinco mil le suma uno, ¡el resultado sigue siendo más o menos cinco mil! ¿Entiende ahora por qué mis colegas se aterrorizaron?

DE: Por supuesto. Habrían tenido que replantearse toda la teoría de la matemática. Los matemáticos oficialistas son pedantes; todo ese gremio se destaca por su pedancia. Pienso en eso y siento tanta indignación como cuando mis profesores me reprobaron por mi enfoque creativo de los problemas.

WO: Está claro que temían ser superados por su alumno.

DE: Pienso exactamente igual que usted.

WO: No es extraño. Las grandes mentes suelen pensar igual.

DE: Además, su matemática se aplica a la investigación de los fenómenos extraños. No recuerdo si fue usted o si fui yo quien hace un tiempo estuvo en los campos de Baradero investigando uno de los crop circles más extraños que cualquiera de los dos haya visto.

WO: Sí, lo recuerdo con toda claridad. Era un círculo de características totalmente inusuales. ¡Era un círculo cuadrado!

DE: ¿Cuadrado?

WO: Cuadrado, sí señor. Un cuadrado de siete metros por cinco.

DE: Increíble. ¿Supone usted que los seres avanzadísimos que lo hicieron tratan de demostrarnos la cuadratura del círculo?

WO: ¡No cabe otra explicación, mi amigo! Aunque, obviamente, los matemáticos convencionalistas no lo creen. El motivo es bien simple: si ellos, amantes de lo racional, aceptaran tal idea, tendrían que admitir que existen cosas irracionales como el número pi.

DE: Sin embargo, en la Universidad de Indiana en Jones se hicieron análisis con equipaje de última generación, que tuvieron éxito en aislar en el laboratorio más de trescientos mil decimales de pi.

WO: En efecto, se han aislado y estudiado más de trescientos mil decimales pianos, como se los llama en la jerga matemática. Pero aquellos a quienes dudo en llamar mis colegas desconocen estos descubrimientos cardinales: ellos siguen aferrándose a las Tablas de Multiplicar que bajó Morrissey del monte Sinusoide. Repiten como loros que la cuadratura del círculo no existe, y hablan de regla y de compás y qué se yo qué más. ¡Desafío a cualquiera a hacer un crop circle con regla y compás!

DE: ¿Regla y compás? ¿Pero esos no son los símbolos de...?

WO: Dígalo, mi buen amigo. Usted lo sabe tan bien como yo. Los matemáticos que ocupan las posiciones de poder y privilegio son miembros de una eulogia monzónica.

DE: ¿Se refiere a la tristemente célebre “Orden de los Factores”?

WO: La misma. Y me alegra que tenga el valentismo de nombrarla, aquí y en su libro La suma del poder, de próxima aparición.

DE: Ah, veo que está al tanto de mi obra. Habla bien de usted. En efecto, en ese libro relato mis investigaciones sobre los dos círculos. El de los matemáticos y el de los cultivos.

WO: Hábleme más del de los cultivos. Me imagino que habría radiación en el área.

DE: Se imagina bien. No hacía falta una barrita de radioanestesista para buscarla; sus efectos eran bien visibles en las plantas mutantes.

WO: ¿Plantas mutantes?

DE: Sí. Las plantas que estaban dentro del círculo cuadrado no se erguían altas y orgullosas como el maíz tradicional. Éstas tenían tallos que se arrastraban por el suelo, como si no tuvieran fuerza para elevarse. Sus hojas eran mucho más cortas y bulbosas de lo que cabía esperarse.

WO: Cualquiera que no tuviera su ojo clínico habría dicho que eso no era maíz.

DE: Me alegra que se dé cuenta de eso. Habla muy bien de su sagacidad.

WO: Sígame hablando de esas plantas mutantes.

DE: Como le digo, no se parecían a nada que yo haya visto antes. Pero lo más alucinante, lo que todavía me sentir pánico al recordarlo, eran las mazorcas.

WO: Santo cielo, doctor Eraparauntaar, todavía no me dijo qué es y ya me tiemblan los duodenos.

DE: Por supuesto. Usted es una persona muy sensitiva e intuible, igual que yo. Lo que esas plantas monstruosas tenían no encuentro palabras para describirlo sin que se me quiebre la voz. Eran... Eran unos bultos verdes, duros, pesados... Grandes...

WO: ¿Grandes? ¿Cómo de grandes?

DE: Se lo diré, y comprenderá mi terror. El maíz normal es un claro ejemplo de la sabiduría de la naturaleza, que hizo las mazorcas del tamaño justo para que los granjeros escondan en ellas los choclos para que no se los roben. Estos bultos eran... Eran del tamaño justo para contener una cabeza humana.

WO: ¡Esto que usted me cuenta es atroz! ¡Plantas mutantes carnívoras!

DE: Por supuesto, quise confirmar cuanto antes mi teoría. Corrí a la ciudad y empecé a buscar en los diarios noticias de decapitaciones recientes. Debería haber centenares. Pero, ¿qué cree usted? No encontré ni una.

WO: Obviamente hay una conspiración de alto nivel para ocultar la terrible verdad.

DE: Es la única conclusión lógica. Incluso el canillita estaba implicado. Me amenazó con llamar a la policía si no dejaba de hojearle los diarios.

WO: Me imagino que se llevó algunas muestras para analizar.

DE: Eso hice. Convencí al dueño del campo de venderme un par de esos bultos verdes enormes a unos doscientos dólares. Ahora me arrepiento de haberme aprovechado así de su ignorancia. El pobre no tenía idea del valor de lo que había en su tierra.

WO: ¿Y qué pasó?

DE: Llevé esas cosas espantantes a la redacción de AnaCrónicas y las guardé en el gabinete para refrigeración de muestras que alguien había instalado providencialmente en la cocina. Pero al día siguiente, cuando fui a buscarlas, ya no estaban.

WO: ¿Las robaron?

DE: Peor. Algo había nacido de ellas.

WO: ¡Válgaseme! Entonces las cabezas eran para alimentar a las crías. ¡Qué horroroso!

DE: Horrorosas debían ser las criaturas, sin duda. Y también inteligentes, pues escondieron en la basura los restos de la cáscara de los huevos.

WO: Se habrá puesto de inmediato a investigar el asunto, quiero creer.

DE: Hace bien en querer creer. Así es como avanza el conocimiento, no con la escepticemia negacionalista.

WO: Opino exactamente lo mismo. Yo no estaba ahí, puesto que llevo una existencia propia e independiente, pero apostaría a que los otros colaboradores de la sección tenían miedo de decir lo que habían visto.

DE: Lo tenían ciertamente, pero en su actitud era visible que sabían más de lo que manifestacionaban. Conocían, por ejemplo, que tales horribles seres pululan por los cielos rasos y responden a los silbidos, puesto que apenas les comenté la situación, comenzaron de inmediato a buscarlos con la vista y a llamarlos.

WO: ¡Qué increibilizante! ¡Qué pleonasmo anacoluto! ¿Y qué hizo usted?

DE: Lo que se esperaba de mí: corrí de inmediato al sótano, para asegurarme de que las bestias no acecharan a nadie allí, y cerré la puerta detrás de mí con llave y pasadores para que no escaparan.

WO: ¡Qué valiente, doctor Eraparauntaar! Admiro sinceramente su valencia.

DE: Ah, sí, Valencia. Aquella tierra famosas por sus naranjas.

WO: Y su luna.

DE: Y sus electrones.

WO: Ya que menciona a los electrones y las elecciones...

DE: Ah, usted se refiere a los comiquicios.

WO: Exacto, a los comiquicios avenideros. Dígame, ¿qué rasgos cree que debe reunir un candidato digno de posar sus asentaderas en el sillón presidencial?

DE: ¡Qué bueno que nuestra conversación ha derivado espontáneamente hacia este tema! Creo yo que es fundamental que sea un hombre impolucto.

WO: ¡Usted lo ha dicho! Un hombre probo, sin tacha ni máscula.

DE: Eso mismo. Un hombre intallable, emasculado.

WO: Que sea sagaz.

DE: Perspicaz.

WO: Pertinaz

DE: Mordaz.

WO: Investigaz.

DE: ¡Exacto! Una persona comprometida con el veracismo, que no tema investigar hasta las últimas consonancias.

WO: Y que sea incorruptible, como aquellos cadáveres que investigó para su libro La tumba del caballero: Caballero, esto me tumba, disponible en todas las librerías.

DE: Él y su compañero de fórmula deben ser hombres que no busquen el poder por su propio beneficio, como hacen tantos inescrofulosos.

WO: Que no le teman a la verdad.

DE: Ni a la justicia.

WO: Y, ante todo, que sean instruidos y culptos.

DE: Su movimiento debe ser un movimiento rectilíneo y uniforme.

WO: Todo se resume en una palabra: sagacismo investigador.

DE: ¡Eso mismo! Cuando llegue el momento de depositar su voto en la urna, vote al Sagacismo Investigador.

WO: ¡Y usted también, mi amigo! ¡Usted también!

DE: Digámoslo los dos a coro, como si fuéramos una sola persona.

Los dos: ¡Dígale PSI al futuro! ¡Dígale PSI al país! ¡Vote al Sagacismo Investigador!