Localización:
La Calle de las Tormentas bordea por el este la Plaza de Todos los Nombres. Justo frente al Monumento a los Caídos —que se ubica en el cuadrante sureste de la plaza—, se alza una pequeña capilla de aire modernoso. El solar sobre el que está construida perteneció a la Iglesia de la Piedad, pero ese templo fue derribado hace treinta y tres años (Ordenanza 526/70) para dar lugar a esta capilla. Los motivos de esa decisión son poco claros y, probablemente, vergonzosos.
La nueva capilla está bajo la advocación de San Pedro, en su figura del Reincidente. No es tan grande como la catedral, frente a la Plaza Mayor, pero en estos tiempos de indiferencia y abandono espiritual siempre tiene visitantes... Bueno, tal vez eso exija una explicación.
Descripción:
La capilla ocupa la esquina suroeste de la manzana: una de sus puertas enfrenta la plaza y la otra (la entrada principal) apunta hacia la esquina. El edificio tiene forma de segmento anular (con el centro del anillo coincidiendo con el de la manzana). El frente de la iglesia es más bajo que su parte posterior. El techo es casi triangular (la base de ese triángulo es un segmento de circunferencia) y se proyecta hacia el cielo, trazando una comba que va desde el frente hasta un punto por encima y por detrás del edificio. En ese lugar fue instalada la Cruz de la Reincidencia. Techo y cruz están apuntalados por una columna en la parte posterior del edificio (invisible desde el frente) y en un costado por la torre cilíndrica del campanario.
Su diseño llama la atención por lo peculiar. El brazo transversal de la misma es un círculo que se proyecta hacia arriba. El Cristo —una estructura de varillas muy elemental, que sólo vista de frente semeja un hombre crucificado— prácticamente está colgado con los brazos en "V". El círculo se cierra por encima de su cabeza, de forma que el palo mayor no vuelve a cruzarlo.
Detrás del edificio se levantan varias dependencias que utilizan el cura párroco y los asistentes sociales. Un poco más atrás, hacia el centro de la manzana, existe un pequeño cementerio, que ya estaba allí cuando se levantó el nuevo edificio. Era el campo santo de la Iglesia de la Piedad, predecesora de esta capilla.
La Iglesia de la Piedad existió durante casi setenta años. Inaugurada en 1901, fue la segunda iglesia que tuvo la localidad que luego se llamaría "Barrio de las Piedrecillas Azules". Con su torre, su fachada neoclásica (que enfrentaba la plaza) y sus columnas corintias, el edificio ocupaba casi la mitad de la manzana.
Poco ha trascendido sobre las causas de esa demolición. Hay una ordenanza, sí, pero en ella no se detallan los motivos. Hay quienes aseguran que la iglesia nunca fue demolida. Otros van más allá y afirman que, en realidad, los dos edificios son la misma cosa.
Existen leyendas que, con discrepancias menores, los parroquianos más viejos relatan sottovoce en los cafés y bares más tradicionales (unas vueltas de grapa o ginebra, cortesía de quien demande dicha información, ayudan bastante en este cometido). Y lo que dicen remite a "castigos divinos" que, con el correr de los años, demostraron perpetuarse más allá de la voluntad de Nuestro Señor. Un error de cálculo que no puede ser error —porque Dios es perfecto— y por lo tanto tampoco puede ser enmendado.
Como se verá, los testimonios son desconcertantes. Pero empieza a percibirse un patrón, una reincidencia en ciertos conceptos:
«Vaya un jueves a la misa de las siete, hágame caso y vea por usted mismo. El cura da la misa en latín. No, no es el padre Luis. Creo que es el otro: Lorenzo, el borracho...»
«¿Otra porción de torta, querido? Sí, es como decís: toman asiento mirando la pared. No sé por qué lo hacen, pero es así... Claro, es verdad: el altar mayor de la Iglesia de la Piedad estaba en esa dirección...»
«Y cuando me fui a confesar, ahí estaba. El padre Braulio tendría que haber espichado, ¿entendés, pibe? Cuando vino el arzobispo y lo mandó a mudar ya tenía como noventa años, y eso fue antes de la Segunda Guerra...»
«¿Por qué te pensás que le pusieron San Pedro, el Reincidente, eh? Pedro negó tres veces a Jesús. ¿Ahora la captás...?»
«La misa de los jueves es la misma misa. La misma gente, el mismo pan, el mismo vino, el mismo cura borracho que habla en latín. Es como un disco rayado. Y si no me cree, vaya nomás...» «Somos pecadores. Pero Dios se cansó de que cometamos siempre los mismos pecados. Está en la naturaleza humana. Es como en una calesita donde damos vueltas y vueltas, pero siempre estamos en el mismo lugar... Bueno, no son exactamente los mismos errores. Son variaciones o sofisticaciones de los errores que ya cometimos. Pero en esencia son lo mismo. Es como una espiral descendente al infierno...»
«Se lo regalo: se llama papiroflexia, es una grulla. Tengo HIV y no consigo laburo. Por eso ando por los trenes... Se lo regalo, y si quiere me da unas monedas...»
«Los ritos tienen esa característica: se repiten ad infinitum. Se repiten como si cada vez fuera la primera....»
«Y en el cementerio del fondo, después que enterramos a ese ciruja, yo conté diecisiete lápidas. Una semana antes había treinta y dos...»
«Lea. Trátelo con cuidado que tiene como cincuenta años... No es cuento, es verdad. En diciembre de 1923, el arcángel Gabriel se presentó al padre Lorenzo para darle un ultimátum: ese año no se celebraría el Carnaval y, en su lugar, los hombres y mujeres piadosos velarían por la llegada de una mujer pronta a parir, que daría a luz un nuevo mesías. El pueblo tendría cuarenta días para prepararse. Escuche: Media hora antes de recibir al mensajero celestial, el sacerdote había estado bebiendo vino dulce, por lo que creyó que esa visión era en verdad un delirio alcohólico. No le comunicó a nadie ese mensaje. A los dos meses lo internaron con un avanzado estado de cirrosis y no sobrevivió...»
«Tome este cuadrado de papel. Empiece a doblarlo como yo, así. Fíjese: esa cara del cuadrado está libre. Pero cuando la doblo, así, dos partes del papel que no se tocaban ahora se tocan... La iglesia es lo mismo. Realidades del pasado y del presente que no tendrían que tocarse, conviven en el mismo espacio. Se tocan como en los pliegues de la grulla...»
«Pero el arcángel volvió. Mire: En enero de 1932, el arcángel se presentó en sueños al padre Matías haciéndole la misma demanda. Matías despertó recordando dicho sueño, pero antes de revelar a otros su contenido decidió interpretarlo. Se sabe que el cura había leído varios tomos de las obras de Sigmund Freud y que, en su fuero íntimo, la fe y la razón se mantenían en permanente conflicto. Esa vez ganó la razón...»
«...son variaciones o sofisticaciones de los errores que ya cometimos. Son lo mismo. Es como una espiral descendente al infierno... Esa capilla es la misma que demolimos en el 70. Y cuando derriben ésta, dentro de 43 años, volveremos a levantarla idéntica a las otras. No se deje engañar por las apariencias...» «Ahora escuche esto, va a ver lo que le decía. En diciembre de 1941, el ángel regresó y le anunció al padre Braulio la inminencia del castigo divino si no se cumplían sus demandas. El hombre transmitió ese pedido de Dios en una de sus homilías y esperó a ver la reacción de la grey. En 1941, Braulio tenía 92 años y muchos lo creyeron afectado por la demencia senil. El arzobispo le recomendó que pasara una temporada en un asilo de la diócesis, y el mensaje pasó al olvido sin más pena ni gloria...»
«...como cuando vas al cine y la dan en continuado. Podés ver pedazos de la misma película más de una vez. Es cuestión de sincronizarse...»
«Da lo mismo rezar uno o treinta padrenuestros. Son todos el mismo. Vas por el primero y ya perdés la cuenta. Un avemaría es como un rosario completo. Te lo explico de otra forma: ¿Vos sabés por qué yo voy todos los jueves a misa? Fácil: porque fui la primera vez...»
«El tiempo es cíclico. Como en la cruz circular que hay en el techo de la capilla. Mi vieja sabe que cada seis semanas Marcelino vuelve. Mi hermanito se ahogó en el 54. Tenía seis años y le faltaba un mes para la Primera Comunión...»
«Cuando lo enterramos al pibe ése que se ahogó, había sólo doce lápidas...»
«No, querido. La lámpara de aceite que hay en el altar es muy antigua. Siempre estuvo ahí. Es como todo lo demás: el agua bendita, las hostias del relicario, los cirios del altar, las flores que ofrecen a los santos...»
«No hay perdón, porque no hay arrepentimiento nuevo. El arrepentimiento es viejo, el castigo ya fue ejecutado para lavar otros pecados. Y Dios no puede perdonarnos si no estamos arrepentidos de todo corazón por este pecado nuevo. No sirve un arrepentimiento viejo. ¿Se entiende...?» «¿Otra tacita de café...? En treinta años, no vi que nadie se preocupara por llenar el depósito de la lámpara, ni que cambiara los cirios gastados, y las flores siempre tuvieron la misma frescura que el primer día...»
«Todos somos reincidentes. Pedro, el primer Papa, lo negó tres veces a Jesús. Y si él pudo salvarse y dar su vida por la Causa de la Fe, entonces nosotros tenemos esperanzas...»
La capilla está abierta de 9.00 a 22.00, excepto los jueves. Las fiestas patronales son el 29 de junio.