Localización
Esquina sudoeste de la Manzana de la Ciencia, al oeste del gigantesco (y ya deshabitado, aunque cerrado e intacto) edificio de Genowerks. Limita al noreste con la Plaza de los Loros Miméticos y al norte con el edificio, también abandonado, de la Fundación Morel. En la nomenclatura catastral de Urbys la manzana está comprendida por los bloques BJ32 y BJ33.
Descripción
En la esquina de Calle Darwin y Calle Hawking, en el pedestal de una estatua de Albert Einstein que jamás se esculpió por falta de fondos, Eusebio Miranda, el Mártir de la Ciencia, suele ocupar el lugar del monumento ausente.
No mucha gente se acerca a la Manzana de la Ciencia desde la Masacre de Genowerks, pero los pocos vecinos que aún permanecen allí afirman a quien quiera oírlos, mate amargo de por medio, que casi a diario, cinco minutos justos antes del amanecer, el Mártir de la Ciencia sube al pedestal, con sus ropajes raídos y sucios y su expresión ausente. Un par de anteojos con los cristales hecho trizas cabalga con dificultad sobre su filosa nariz. Mira a su alrededor como si comprobara que todo está en orden y a partir de ese momento mantiene una inmovilidad que no cesa hasta la salida del sol. La mirada dirigida hacia la inmensa mole de acero y cristal del abandonado edificio de Genowerks no se aparta un instante del objetivo; ni siquiera cuando las distintas manifestaciones para agredirlo van enchastrando su pelo grasiento con tomates y huevos podridos, o cuando los cascotes aterrizan sin piedad sobre su cara o su torso.
El nombre del Mártir es conocido porque, a diferencia de la pardusca masa de ropajes informes que lo recubre en la actualidad, hace unos diez años, cuando empezó a treparse al pedestal, se podía distinguir que su vestimenta era un delantal de laboratorio y su nombre estaba prendido en una tarjeta identificadora de plástico rígido (hoy inexistente): "Eusebio Miranda, jefe de proyecto, División Genetwist".
Desde ese día fue evidente para todos que Miranda fue uno de los escasos sobrevivientes luego de la Masacre, aquel infame día en que algo salió mal en alguno de los proyectos secretos de la misteriosa nueva empresa y las calles de la ciudad fueron recorridas por bestias de las más extrañas formas, combinaciones de tres o cuatro animales conocidos y de algunos que jamás existieron. Las fuerzas del orden locales fueron insuficientes para contenerlos y hubo que traer al ejército para aniquilar la plaga. Fueron semanas de terror y muerte cuyos sobrevivientes nunca olvidarán.
El origen de Miranda explica los ataques hacia él, aunque no se sabe con certeza si su proyecto fue causa de la Masacre. Primero comenzaron los paseantes tímidos y algunos rencorosos que recorrían la zona buscando un blanco para su ira. Luego empezaron a venir de otras áreas de la ciudad para atacarlo con método, lo que se repite hasta hoy. Los proyectiles son elegidos por su solidez o bien por su avanzada descomposición. En los días normales Miranda termina con la cabeza sangrando y con una gruesa costra maloliente en todo el cuerpo, que le lleva horas remover. En los días realmente malos es arrojado del pedestal y apaleado con energía por bandas de muchachones o por grandes congregaciones religiosas especialmente reunidas para la ocasión, como es el caso de las marchas zapateantes de feligreses de San Pedro Reincidente, el segundo sábado de cada mes, o la pedrea con acompañamiento de órgano electrónico de los Evangelistas Antivisitantes de la calle Mendeléiev.
En algún momento se pensó que el Mártir se lavaba en el río Siteatreves, pero hoy se sabe que él teme, tanto como el resto de la población, que todavía existan animales acuáticos del tiempo de la Masacre ocultos en su curso. Se lo ha visto entrando al viejo edificio de Genowerks con su huella palmar, por lo que se supone que vive allí y conserva algunos de sus antiguos privilegios de acceso. Ya que el edificio mantiene su sistema de seguridad intacto y nadie puede entrar, se considera que podrá sobrevivir si se sigue refugiando allí durante las noches. (La fuente de energía del edificio no depende de la ciudad, sino que, se dice, está basada en un fragmento luminoso del meteorito cortado en 1715 que fue conservado en secreto y pasado de padres a hijos hasta que se supo cómo aprovechar su inagotable energía.)
En los últimos tiempos, el Mártir de la Ciencia parece no estar bien de salud. Los días de lluvia fuerte ya no sube al pedestal y cuando hay humedad se lo oye murmurar muy bajito sobre el dolor de sus articulaciones. En ciertos círculos se comenta en voz baja la necesidad de nombrar a un sucesor.