1/Mar/03 México produce y exporta moscas devoradoras de humanos Unas terribles moscas devoradoras de carne se producen a millones en un establecimiento en la región de Chiapas, en México. Paradójicamente, su reproducción sirve para combartir las que están libres en la naturaleza, pero a veces los errores técnicos causan que se repueblen áreas que habían quedado libres. (Reuters, El Comercio) - En medio del selvático estado mexicano de Chiapas, equipos de científicos trabajan con radiación y sangre pulverizada para fabricar un sorprendente producto de exportación: moscas devoradoras de humanos. Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas, conocida por una rebelión armada de guerrillas surgida en 1994 en pro de los derechos indígenas, es el hogar de la planta de gusano barrenador del Mundo Nuevo, que alimenta millones de insectos cada semana. Las larvas del gusano barrenador, llamado así por tener un movimiento similar al de un sacacorchos con el que se introduce en la carne, pueden matar a su víctima humana o animal en unos cinco días. Su nombre científico es Cochliomya hominivoraz, que significa "mosca devoradora del hombre". Como explicó el biólogo Alfredo Álvarez, "se van alimentando de la sangre fresca, no se alimentan del tejido muerto (...) es un peligro grandísimo. Un animal difícilmente tiene la capacidad de poder defenderse de algo así". En la década de los 50, los científicos estadounidenses idearon una extraña pero efectiva manera de erradicar la plaga. Millones de moscas recibían altas dosis de radiación que las esterilizaban. Al liberarlas en un entorno salvaje, se apareaban con sus ejemplares fértiles. Las hembras sólo pueden aparearse una vez, por eso si lo hacen con machos estériles ya no pueden reproducirse. Usando esta tecnología, Estados Unidos aniquiló al insecto en 1982, pues afectaba al ganado de ese país. Con el propósito de erradicar gradualmente el gusano en el continente americano, la fábrica productora de moscas en el sur de México se inició en 1976 como una asociación entre comisiones de los gobiernos de Estados Unidos y México. Para 1992 México fue declarado libre del gusano barrenador. Pero en años recientes hubo plagas recurrentes en México, algunas, irónicamente, causadas por errores de la fábrica, a la que se le escaparon millones de moscas. En enero, una falla en una máquina de la planta provocó daños que Alvarez describió como un "desastre". La máquina de radiación falló y millones de moscas fértiles fueron enviadas a áreas silvestres de México y Panamá. De todos modos, gracias a los veintisiete años de labor de la planta, las moscas han sido casi eliminadas en el sur de Estados Unidos, México, Libia y casi toda América Central. A inicios de la década de 1990, México exportó moscas a Libia y ahora la planta vende su inusual producto a Panamá y Jamaica. Un olor fétido, producido por los desechos que dejan los noventa millones de moscas producidas cada semana, impacta a los visitantes de la planta desde su llegada. El olor se impregna en la ropa, el cabello y las fosas nasales aún lejos del establecimiento, pese a los obligatorios trajes protectores. La seguridad es estricta. Todos los visitantes y el personal deben vestir overoles y botas limpios para entrar al área de producción, que se mantiene cerrada y no cuenta con ventanas. En la llamada "colonia de las moscas", un fuerte zumbido emana de cada hilera de cajas de metal donde se mantienen miles de moscas fértiles vivas y preñadas. A simple vista, los insectos parecen moscas comunes con cuerpos color azul y verde pero con saltones ojos anaranjados. Después de siete días, las moscas están maduras para poner sus huevecillos y ser llevadas a un cuarto oscuro. Las moscas depositan sus huevecillos en grandes troncos de madera bañados con un gel que tiene un olor similar a una herida. Una mosca, cuyo ciclo de vida promedio es de 20 días, puede depositar hasta 400 huevecillos en una herida. En 24 horas, se convierten en larvas y comienzan a barrenarse en la carne. En dos días una herida abierta en un ojo puede tomar el tamaño de una toronja. Así, la larva se prepara para empezar a comer los órganos vitales de su víctima. "Si está en el área del vientre pueden llegar a afectar el hígado o algún intestino, el estómago ... si está en la cabeza le va a afectar los ojos, oídos, puede llegar al cerebro y adiós", dijo Alvarez, quien fue contratado por el servicio de investigación del Departamento de Agricultura estadounidense. En el cuarto de incubación, cientos de gavetas albergan heridas simuladas, elaboradas con un gel color café que contiene sangre en polvo, leche y huevo, entre otros ingredientes. "Están totalmente convencidas de que están atacando a un cálido animal", dijo Álvarez. De lejos, los grandes contenedores de moscas se asemejan a gigantes charolas repletas de pastelillos de chocolate. En la medida en que van madurando, las larvas saltan fuera de los contenedores y caen en una especie de embudo que las deposita en otros contenedores donde se cubren con un aserrín. Las moscas permanecen ahí durante 24 horas para desarrollar un capullo y convertirse en crisálidas. Después de cinco días y medio, las crisálidas son expuestas por unos dos minutos a la radiación y se colocan en contenedores fríos para retrasar el proceso de su maduración en moscas. La planta de alta tecnología es una estructura que resalta en el empobrecido y rezagado estado de Chiapas. Existen planes para construir una fábrica de moscas en Panamá y crear un escudo contra la mosca de Sudamérica. Pero pese a los procesos de seguridad, existen riesgos. Cuando la máquina de radiación de la planta de moscas falló, se registraron cincuenta casos de animales muertos en Panamá y cuarenta y cuatro en Chiapas. El daño podría aumentar y lleva meses repararlo. "El problema del brote que tenemos aquí nos da una leve idea de lo que podría pasar (...) si se hiciera bioterrorismo de este tipo. Sería sumamente peligroso", dijo Álvarez. |