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Tres artículos sobre teletransportación aparecidos en Axxón 80 (junio de 1996).




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¿Alguna vez se han preguntado cuál es la física del transportador de materia de Viaje a las Estrellas? Una cuestión de átomos o bits, en efecto.

TRANSPORTACIÓN PARA EINSTEIN, SCOTTY
Lawrence M. Krauss – 1996

"Reg, la transportación es realmente la forma más segura de viajar."
Geordi LaForge al Teniente Reginald Barclay, en "Reino del Miedo".


Últimamente vengo escuchando la misma pregunta: "Átomos o bits, ¿dónde está el futuro?" Hace treinta años, Gene Roddenberry, creador de Viaje a las Estrellas, se enfrentó con la misma especulación, aunque llevado por otra cuestión igual de imperiosa. Tenía un hermoso diseño de nave espacial con un pequeño problema: como un pingüino en el agua, el Enterprise podía deslizarse suavemente a través de las profundidades del espacio, pero al igual que el pingüino en la tierra, claramente tendría problemas si alguna vez intentaba aterrizar. Y quizá más importante, el magro presupuesto para un programa de televisión semanal impedía hacer aterrizar una enorme astronave cada semana.

¿Entonces cómo resolver este problema? Simple: asegurarse de que la nave nunca tuviera la necesidad de aterrizar. Encontrar alguna otra forma de llevar a los tripulantes de la nave a la superficie de un planeta. Y antes de que pueda decir "transpórtenme( 1 )", había nacido el transportador.

Quizá ninguna otra pieza de tecnología, salvo la impulsión "warp", da tanto color a cada misión de las naves de la Federación. Y aún aquellos que nunca han visto un episodio de Viaje a las Estrellas reconocen la frase mágica. Ésta ha permeado nuestra cultura popular. Recientemente oí de un joven que, ebrio, se pasó una luz roja y topó con una patrulla que casualmente procedía legalmente a atravesar la intersección. En la audiencia, se le preguntó si tenía algo que decir. Con una justificada desesperación, replicó: "Sí, señoría", se irguió, sacó su billetera, la abrió como un comunicador y le murmuró: "¡Transportación, Scotty!"

Es posible que la historia sea apócrifa, pero es testimonio del impacto que ha tenido la hipotética tecnología de teletransporte de Star Trek en nuestra cultura; un impacto más notable teniendo en cuenta que probablemente ninguna otra pieza de tecnología de ciencia ficción a bordo sea tan extremadamente implausible. Para crear tal dispositivo se tendrían que superar más problemas prácticos y teóricos que los que se pueda imaginar. Los desafíos involucran todo el espectro de la física y la matemática, incluyendo la teoría de la información, la mecánica cuántica, la relación entre masa y energía de Einstein, la física de partículas elementales y más.

Lo cual me lleva al debate de átomos versus bits. La pregunta clave que nos fuerza a plantear el transportador es la siguiente: enfrentados a la tarea de mover desde la nave a la superficie de un planeta alrededor de 1028 (un 1 seguido de 28 ceros) átomos de materia combinados en un patrón complejo para integrar un ser humano individual, ¿cuál es la forma más rápida y eficiente de hacerlo? Un concepto potencialmente revolucionario, o al menos eso proclaman varios gurúes de los medios digitales, es que los átomos mismos son frecuentemente secundarios. Lo que más importa son los bits.

Así que, ¿qué hay de la gente? Si va a mover a la gente, ¿tiene que mover sus átomos o sólo su información? En principio usted podría pensar que mover la información es mucho más fácil; en primer lugar, la información puede viajar a la velocidad de la luz. Sin embargo, en el caso de la gente, hay dos problemas que, digamos, no tienen los libros: primero, tienes que extraer la información, lo cual no es tan fácil, y luego tienes que recombinarla en forma de materia.

Después de todo, la gente, a diferencia de los libros, necesita imprescindiblemente de los átomos.

Los escritores de Viaje a las Estrellas parecen no haber tenido del todo claro qué es lo que quieren que haga su transportador. ¿El transportador envía los átomos y los bits o sólo los bits? Usted podría preguntarse por qué expongo este punto, dado que el Manual Técnico de la Nueva Generación, por Rick Sternbach, Michael Okuda y Gene Roddenberry describe el proceso en detalle: Primero el transportador fija el objetivo. Luego escanea la imagen a ser transportada, la "desmaterializa", la retiene en un "buffer de patrón" por un momento, y luego transmite el "flujo de materia", en un "rayo de confinamiento anular", a su destino. Así, aparentemente, el transportador envía la materia junto con la información.

El único problema con esta imagen es que es inconsistente con lo que hace el transportador a veces. Al menos en dos bien conocidas ocasiones el transportador empezó con una persona y transportó dos. En el famoso episodio clásico "El Enemigo Interior", una falla de transportación separa a Kirk en dos versiones diferentes de sí mismo, una buena y una mala. En un giro más interesante, y permanente, en el episodio de la Nueva Generación "Segundas Oportunidades" descubrimos que el Teniente Riker había sido separado anteriormente en dos copias durante la transportación desde el planeta Nervala IV a la Potemkin. Una versión volvió sana y salva a la Potemkin y otra fue reflejada de vuelta al planeta, donde vivió en soledad durante ocho años.

Si el transportador acarrea el flujo de materia y la señal de información, este fenómeno de división es imposible. El número de átomos con que terminas tiene que ser el mismo que con el que empezaste. No hay forma posible de replicar gente de este modo. Por otro lado, si sólo fuera enviada la información, uno podría imaginar que se la podría combinar con átomos que podrían estar almacenados a bordo de una nave estelar para hacer tantas copias como se quisiera de cada individuo.

Un problema similar concerniente al flujo de materia se nos presenta cuando consideramos el destino de los objetos transportados al espacio como "energía pura". Por ejemplo, en el episodio de la Nueva Generación "Solitario entre nosotros", Picard elige en cierto manera transportarse como energía pura, libre de las restricciones de la materia. Tras esta triste y peligrosa experiencia, se las arregla para ser recuperado, y su forma corpórea es restaurada desde el buffer de patrones. Pero si el flujo de materia hubiera sido enviado al espacio, al final no habría habido nada que recuperar.

Así, a pesar de la inconsistencia del manual de Viaje a las Estrellas, quiero tomar aquí un punto de vista agnóstico y explorar en cambio la miríada de problemas y desafíos asociados con cada posibilidad: transportar los átomos o los bits.

 

CUANDO UN CUERPO NO TIENE CUERPO

Quizá la pregunta más fascinante sobre la transportación —una que no es usual preguntarse— sea: ¿en qué consiste un cuerpo humano? ¿Somos meramente la suma de todos nuestros átomos? Más precisamente, si yo fuera a recrear cada tomo de su cuerpo, precisamente en el mismo estado de excitación en que están en este momento, ¿produciría una persona funcionalmente idéntica que tendría exactamente todas sus memorias, esperanzas, sueños, su espíritu? Tenemos todos los motivos para pensar que este sería el caso, pero es de notar que rozamos una gran cantidad de creencias espirituales acerca de la existencia de un "alma" que es de alguna forma distinta del cuerpo de uno. Después de todo, ¿qué sucede cuando te mueres? ¿No hay muchas religiones que sostienen que el "alma" puede existir después de la muerte? ¿Qué pasa entonces con el alma durante el proceso de transportación? En este sentido, el transportador sería un maravilloso experimento en espiritualidad. Si una persona fuera transportada a bordo del Enterprise y permaneciera intacta y visiblemente inalterada, proveería dramática evidencia de que un ser humano no es más que la suma de sus partes, y la demostración confrontaría directamente una montaña de creencias espirituales.

Por razones obvias, este tema es cuidadosamente evitado en Viaje a las Estrellas. Sin embargo, a pesar de la naturaleza puramente física del proceso de desmaterialización y transporte, la noción de que existe alguna nebulosa "fuerza vital" más allá de los confines del cuerpo es un tema constante en la serie. La premisa completa de la segunda y tercera película de Viaje a las Estrellas, La Ira de Khan y La Búsqueda de Spock, es que Spock, al final, tiene un "katra" —un espíritu viviente— que puede existir apartado del cuerpo. más recientemente, en el episodio "Catexis" de la serie Voyager, la "energía neural" —análoga a la fuerza vital— de Chakotay es extraída y vaga por la nave de persona en persona en un esfuerzo por volver a "casa".

No creo que se puedan aceptar ambas formas. O el "alma", el "katra", la "fuerza vital", o como quiera llamarla es parte del cuerpo y no somos más que nuestro ser material, o no. En un esfuerzo por no ofender sensibilidades religiosas, aún las de un vulcano, me mantendré neutral en este debate. No obstante, creo que vale la pena señalar, antes de avanzar más, que aún la premisa básica del transportador —que los átomos y los bits son todo lo que hay— no debiera tomarse a la ligera.

 

EL PROBLEMA CON LOS BITS

Varios de los problemas que pronto discutiré podrían evitarse si uno renunciara al requerimiento de transportar los átomos junto con la información. Después de todo, cualquiera con acceso a Internet sabe cuán fácil es transportar un flujo de información conteniendo, por ejemplo, los planos detallados de un auto nuevo, junto con sus fotografías. Mover el auto real, sin embargo, no es para nada tan fácil. No obstante, aún se presentan dos problemas bastante formidables en la transportación de bits. El primero es una incertidumbre, enfrentada, por ejemplo, por la última persona en ver vivo a Jimmy Hoffa( 2 ): ¿Cómo dispondremos del cuerpo? Si sólo hubiera de ser transportada la información, entonces debería prescindirse de los átomos en el punto de origen y recolectar un nuevo conjunto en el punto de recepción. Este problema es bastante grave. Si quieres esfumar 1028 átomos, tienes todo un desafío entre manos. Digamos, por ejemplo, que simplemente quieres convertir todo ese material en energía pura. ¿Cuánta energía resultaría? Bueno, la fórmula de Einstein E=mc2 nos lo dice. Si uno transformara repentinamente 50 kilos (un adulto liviano) de material en energía, liberaría la energía equivalente a algo más de mil bombas de hidrógeno de un megatón. Es difícil imaginar cómo hacer esto de forma amable para el ambiente.

Hay, por supuesto, otro problema con este procedimiento. Si fuera posible, entonces replicar gente sería trivial. De hecho, sería mucho más fácil que transportarla, puesto que entonces la destrucción del sujeto original no sería necesaria La replicación de objetos inanimados de esta forma es algo con lo que uno puede vivir, y de hecho la tripulación a bordo de las naves estelares parece vivir con esto. Sin embargo, replicar seres humanos vivos ciertamente sería causa de problemas (ver a Riker en "Segundas Oportunidades"). En efecto, si la investigación del ADN recombinante ha alzado hoy en día una hueste de episodios éticos, la mente se marea ante la idea de los que se levantarían si individuos completos, incluyendo memoria y personalidad, pudieran ser replicados a voluntad. La gente sería como programas de computadora, o diseños de un libro mantenidos en disquete. Si uno de ellos se dañara o tuviera un error, simplemente se buscaría una versión en guardada en respaldo.

 

OK, QUÉDESE CON LOS ÁTOMOS

Los argumentos precedentes sugieren que en ambos sentidos, el práctico y el ético, debería ser mejor imaginar un transportador que acarree un flujo de materia junto con la señal, justo como se nos dice que hacen los transportadores de Viaje a las Estrellas. El problema entonces se convierte en, ¿cómo mover los átomos? El desafío resulta ser energético, aunque en una forma algo más sutil.

¿Qué se requeriría para "desmaterializar" algo en el transportador? Para responder a esto, tenemos que considerar un poquito más cuidadosamente una cuestión más simple: ¿qué es la materia? Toda la materia normal est hecha de átomos, que están a su vez hechos de núcleos rodeados por una nube de electrones. Como recordar de las clases de física o química de secundaria, la mayor parte del volumen de un tomo es espacio vacío. La región ocupada por los electrones externos es aproximadamente 10.000 veces mayor que la región ocupada por el núcleo.

Bueno, si los átomos son mayormente espacio vacío, ¿la materia no pasa a través de otra materia? La respuesta a esto es que lo que hace sólida a una pared no es la existencia de las partículas sino de los campos eléctricos entre las partículas. Mi mano no atraviesa mi escritorio cuando lo golpeo principalmente a causa de la repulsión eléctrica ejercida sobre los electrones de los átomos de mi mano por los electrones de los átomos de mi escritorio y no a causa de la falta de espacio disponible para que los electrones lo atraviesen.

Estos campos eléctricos no sólo hacen a la materia tangible, en el sentido de evitar que los objetos se atraviesen unos a otros, sino que también la mantienen unida. Por lo tanto, para alterar esta situación normal uno debe superar las fuerzas eléctricas interatómicas. Superar estas fuerzas requerir trabajo, lo cual requiere energía. De hecho, así es como funcionan todas las reacciones químicas. La configuración de conjuntos individuales de átomos y sus enlaces recíprocos son alterados a través del intercambio de energí.

Por ejemplo, si uno inyecta algo de energía en una mezcla de nitrato de amonio y fuel oil, las moléculas de los dos materiales pueden reagruparse y en el proceso puede liberarse la "energía de unión" que sostenía los materiales originales.

Esta liberación, si es suficientemente rápida, ocasionar una gran explosión.

La energía de unión entre los átomos es, no obstante, minúscula comparada con la energía de unión de las partículas —protones y neutrones— que comprenden los núcleos increíblemente densos de los átomos. Las fuerzas que mantienen unidas estas partículas en un núcleo resultan en energías de unión que son millones de veces más fuertes que las energías de unión atómica. Por lo tanto, las reacciones nucleares liberan una cantidad de energía significativamente mayor que las reacciones químicas, lo cual explica por qué las armas nucleares son tan poderosas.

Finalmente, la energía de unión que mantiene unidas las partículas elementales, llamadas quarks, que componen los protones y neutrones mismos, es todavía mayor que la que mantiene unidos los protones y neutrones en los núcleos. De hecho, es común creer —basados en todos los cálculos podemos utilizar la teoría que describe las interacciones de los quarks— que se requeriría una cantidad infinita de energía para separar completamente los quarks que componen cada protón o neutrón.

Basado en este argumento, uno podría suponer que romper completamente la materia en quarks, sus componentes fundamentales, sería imposible; y lo es, al menos a temperatura ambiente. Sin embargo, la misma teoría que describe las interacciones de los quarks dentro de los protones y neutrones nos indica que si calentáramos los núcleos a más o menos un billón de grados (como un millón de veces más caliente que la temperatura en el centro del Sol), entonces no sólo los quarks interiores perderían su energía de unión sino que en las proximidades de esta temperatura la materia súbitamente perdería casi toda su masa. La materia se convertiría en radiación, o, en el lenguaje de nuestro transportador, la materia se desmaterializaría.

Así, todo lo que tienes que hacer para superar la energía de unión de la materia en su nivel más fundamental (en efecto, el nivel referido en el manual técnico de Viaje a las Estrellas) es calentarla por encima del billón de grados. En unidades de energía, esto implica proveer alrededor del 10 por ciento del resto de la masa de protones y neutrones en forma de calor. Calentar una muestra del tamaño de un ser humano a este nivel requeriría, por lo tanto, cerca del 10 por ciento de la energía necesaria para aniquilar el material, o la energía equivalente a cien bombas de hidrógeno de 1 megatón.

Uno podría sugerir, dado este intimidante requerimiento, que el escenario que acabo de describir es aniquilante. Quizá no tengamos que destrozar la materia a nivel de quarks.

Quizá una desmaterialización a nivel de protones y electrones, tal vez incluso a nivel atómico, sea suficiente para los propósitos del transportador. Ciertamente, los requerimientos energéticos en este caso serían enormemente menores, aunque aún formidables. Desafortunadamente, al esconder este problema bajo la alfombra se descubre uno más grave. Una vez tengamos el flujo de materia, ya sea hecho de protones, electrones y neutrones individuales, o quizá de átomos completos, hay que transportarlos, presumiblemente, a una fracción significativa de la velocidad de la luz.

Ahora bien, a fin de poner en movimiento partículas como los protones y neutrones a una velocidad cercana a la de la luz, uno debe entregarles una energía comparable a su energía en estado de reposo. Esto resulta ser cerca de 10 veces mayor que la cantidad de energía requerida para calentar y "disolver" los protones en quarks. No obstante, aun cuando es necesaria más energía por partícula para acelerar los protones a una velocidad cercana a la de la luz, esto sigue siendo más fácil de hacer que depositar y almacenar suficiente energía dentro de los protones el tiempo suficiente para calentarlos y disolverlos en quarks. Es por esto que hoy podemos construir, si bien a un alto costo, enormes aceleradores de partículas —como el Tevatron del Fermilab, en Batavia, Illinois— que pueden acelerar protones individuales hasta superar un 99,9% de la velocidad de la luz, pero todavía no logramos construir un acelerador que pueda bombardear protones con energía suficiente para "fundirlos" en sus quarks constituyentes. De hecho, una de las metas de los físicos que diseñan la siguiente generación de grandes aceleradores —incluyendo el dispositivo que se está construyendo en el Laboratorio Nacional de Brookhaven, en Long Island— es realmente lograr este "derretimiento" de la materia.

Con todo, estoy impresionado por la adecuada elección de terminología por parte de los autores de Viaje a las Estrellas. La disolución de protones en quarks es lo que en física llamamos una fase de transición. Y créase o no, si uno revisa el Manual Técnico de la Nueva Generación buscando el nombre de los instrumentos transportadores que desmaterializan la materia, encontrar que son llamados "bobinas de transición de fase".

Así, los futuros diseñadores de transportadores tendrán una elección. O deberán encontrar una fuente de energía que produzca temporariamente un poder que excede el total de energía consumida hoy en toda la Tierra por un factor de 10.000 aproximadamente, en cuyo caso podrán crear un "flujo de materia" capaz de moverse junto con la información a una velocidad cercana a la de la luz, o podrían reducir los requerimientos totales de energía en un factor de 10 y descubrir una forma de calentar a un ser humano instantáneamente a una temperatura de más o menos un millón de veces la del centro del Sol.

 

SI ESTA ES LA SUPERCARRETERA INFORMÁTICA, MEJOR NOS PASAMOS A LA VIA RÁPIDA

A la vez que escribo esto en mi computadora Power PC, me maravillo de la velocidad con que se desarrolló esta tecnología desde que compré mi primera Macintosh hace poco más de una década. ¡En una década las capacidades de memoria interna de mi computadora se han incrementado en un factor de 1.000! Para hacer cálculos numéricos detallados, estimo que mi maquina actual es casi unas cien veces más veloz que mi primera Macintosh. La terminal de mi oficina es quizá diez veces más veloz aún, ejecutando cerca de ¡500 millones de instrucciones por segundo!

Uno podría preguntarse hacia dónde va todo esto, y si se puede extrapolar en el futuro el rápido crecimiento del pasado. Destaco el crecimiento de las capacidades computacionales en la última década para entrar a considerar cómo se compara este crecimiento con el que necesitaríamos para manejar el almacenamiento y recuperación de información asociado con el transportador. Y, por supuesto, no estamos ni siquiera cerca.

Hagamos una estimación sencilla de cuánta información está codificada en un cuerpo humano. Comencemos con nuestra estimación estándar de 1028 átomos. Por cada tomo, primero debemos codificar su localización, lo cual requiere tres coordenadas (las posiciones X, Y y Z). Lo siguiente, tendríamos que registrar el estado interno de cada tomo, lo cual incluye cosas como qué niveles de energía están ocupados por sus electrones, si está unido a un tomo vecino para formar una molécula, si la molécula está vibrando o rotando, y así.

Seamos conservadores y asumamos que podemos codificar toda la información relevante en un kilobyte de información. (Esta es más o menos la cantidad de información de una página escrita a máquina a doble espacio.) Eso significa que necesitaríamos más o menos 1028 kilobytes para almacenar un patrón humano en el buffer de patrón. Les recuerdo que eso es un 1 seguido de 28 ceros.

Compare esto con, digamos, la información total almacenada en todos los libros jamás escritos. Las librerías más grandes contienen varios millones de volúmenes, así que seamos muy generosos y digamos que hay mil millones de libros distintos en existencia (un libro escrito por cada cinco personas vivas en el planeta actualmente). Digamos que cada libro contiene el equivalente de mil paginas de información escritas a máquina (de nuevo siendo generosos), o aproximadamente un megabyte. Luego, toda la información de todos los libros jamás escritos requerirían aproximadamente 1012, o sea cerca de un millón de millones de kilobytes de almacenamiento. Esto es como 16 órdenes de magnitud —o alrededor de una diez milésima de billonésima— menor que la capacidad de almacenamiento necesario para registrar un único patrón humano! Cuando los números se ponen tan grandes, es difícil comprender la enormidad de la tarea.

Para decirlo con la reserva que los físicos adoran, almacenar tanta cantidad de información no es trivial. En el presente, los discos rígidos simples más grandes disponibles comercialmente almacenan cerca de 10 gigabytes, o 10.000 millares de megabytes, de información. Si cada disco fuera de alrededor de 10 cm. de grosor, y si apiláramos uno arriba de otro todos los discos necesarios hoy en día para almacenar un patrón humano, llegarían a un tercio de la distancia hasta el centro de la galaxia, cerca de 10.000 años luz, o aproximadamente ¡cinco años de viaje en el Enterprise a warp 9!

Recuperar esta información en tiempo real no es menos desafiante. Los mecanismos de transferencia de información digital presentes pueden mover datos a algo menos de unos 100 megabytes por segundo. A este ritmo, guardar en cinta la información que describe un patrón humano ¡tomaría unas 2.000 veces la presente edad del universo (asumiendo una edad aproximada de 10.000 millones de años)! Imaginen entonces la tensión dramática: Kirk y McCoy han escapado a la superficie de la colonia penal de Rura Penthe. No tenemos ni siquiera la edad del universo para transportarlos, sino apenas unos segundos para transferir un billón de billones de megabytes de información en el tiempo que le toma al carcelero apuntar su arma antes de disparar.

Creo que el punto está claro. Esta tarea empequeñece incluso al Proyecto Genoma Humano, cuyo propósito es escanear y registrar el código genético humano completo contenido en las microscópicas cadenas de ADN humano. Este es un esfuerzo multimillonario que ya lleva más de una década y requiere la dedicación de los recursos de varios laboratorios en todo el mundo. Así, ustedes podrían pensar que menciono esto simplemente para agregarlo a la lista de implausibilidades del transportador. Sin embargo, aunque el desafío es intimidante, creo que esta es un rea en la que posiblemente podríamos estar metiendo las narices allá por el siglo 23. Mi optimismo estima meramente extrapolando el presente ritmo de crecimiento de la tecnología computacional. Usando mi medida previa de perfeccionamiento en almacenamiento y velocidad por un factor de 100 cada década, y dividiéndolo por 10 para ser conservadores —y dado que nos quedamos cortos como 21 potencias de 10 de la marca actual— cabría esperar que a 210 años a partir de hoy, en el amanecer del siglo 23, tendremos a la mano la tecnología computacional para reencontrarnos con el desafío de la transferencia de información del transportador.

Digo esto, por supuesto, sin ninguna idea de cómo. Es claro que con el fin de poder almacenar más de 1025 kilobytes de información en cualquier dispositivo a escala humana, todos y cada uno de los átomos del dispositivo tendrán que ser explotados como espacio de memoria. Las nacientes nociones de las computadoras biológicas —en las cuales las dinámicas moleculares imitan los procesos lógicos digitales y las 1025 o más partículas de una muestra macroscópica actúan todas simultáneamente— me parece que son las que más prometen a este respecto.

Debo dar también una advertencia. No soy científico de computadoras. Mi cauto optimismo puede por lo tanto ser meramente un reflejo de mi ignorancia. Sin embargo, me reconforta un poco el ejemplo del cerebro humano, el cual está años luz por delante de cualquier sistema computacional existente en complejidad y alcance. Si la selección natural puede desarrollar un dispositivo de almacenamiento y recuperación de información tan fino, creo que hay un largo camino por el que podemos ir todavía.

 

A ESO DE LA CUÁNTICA

Para agregar algo más del agua fría de la realidad, sólo dos palabras: mecánica cuántica. Al nivel microscópico necesario para escanear y recrear la materia en el transportador, las leyes de la física son gobernadas por las extrañas y exóticas leyes de la mecánica cuántica, por las cuales las partículas pueden comportarse como ondas y las ondas como partículas. No voy a dar un curso de mecánica cuántica aquí. Sin embargo, la conclusión final es la siguiente: a escalas microscópicas, lo que es observado y lo que observa no puede ser separado.

Hacer una medición es alterar un sistema, usualmente para siempre. Esta simple ley puede parametrizarse en muchas formas distintas, pero probablemente sea más famosa en la forma del principio de incertidumbre de Heisenberg. Esta ley fundamental —que aparece para acabar con la noción clásica del determinismo en la física, aunque de hecho a un nivel fundamental no lo es— divide al mundo físico en dos conjuntos de cantidades observables: el yin y el yang, si prefieren. Nos dice que no importa qué tecnología sea inventada en el futuro, es imposible medir ciertas combinaciones de parámetros que definen objetos con una precisión arbitrariamente alta. A escalas microscópicas, uno podría medir la posición de una partícula arbitrariamente bien. Sin embargo, Heisenberg nos dice que no podemos saber su velocidad (y por ende dónde estar precisamente en el instante siguiente) del todo bien.

O, podríamos verificar el estado energético de un tomo con una precisión arbitraria. Aunque en este caso no podemos determinar exactamente durante cuánto tiempo permanecer en ese estado. Y la lista continúa.

Estas relaciones están en el corazón de la mecánica cuántica, y nunca desaparecerán. Mientras trabajemos a escalas donde se apliquen las leyes de la mecánica cuántica —las cuales, según toda la evidencia indica, son como mínimo mayores que la escala a la cual los efectos gravitacionales cuánticos se vuelven significativos, o a aproximadamente 10-33 cm— estaremos atascados.

Existe un argumento físico ligeramente errado aunque aún así satisfactorio que otorga algún entendimiento heurístico del principio de incertidumbre. La mecánica cuántica dota a todas las partículas de un comportamiento ondulatorio, y las ondas tienen una propiedad llamativa: sólo son perturbadas cuando se encuentran con objetos mayores que su longitud de onda (la distancia entre crestas sucesivas). Sólo tienen que observar las olas en el océano para notar explícitamente este comportamiento. Una piedrita sobresaliendo de la superficie del agua no tendrá efecto en el patrón de la rompiente que azota la playa. Sin embargo, una gran roca dejar una región de calma en su estela.

De modo que, si queremos "iluminar" un tomo —es decir, hacer que refleje la luz para que podamos ver dónde está— tenemos que usar luz de una longitud de onda suficientemente pequeña para ser perturbada por el tomo. Sin embargo, las leyes de la mecánica cuántica nos dicen que las ondas de luz vienen en pequeños paquetes, o cuantos, a los que llamamos fotones (como en los "torpedos fotónicos" de la nave estelar, que de hecho no están formados de fotones). Los fotones individuales de cada longitud de onda tienen una energía inversamente proporcional a su longitud de onda. Cuanta mayor resolución queramos, menor ser la longitud de onda que debamos utilizar. Pero a menor longitud de onda, mayor la energía de los paquetes. Si bombardeamos un tomo con un fotón de alta energía con intención de observarlo, podemos indagar exactamente dónde estaba el tomo cuando lo golpeó el fotón, pero el proceso mismo de observación —es decir, golpear al tomo con el fotón— claramente transferir una cantidad significativa de energía al tomo, cambiando así su velocidad y dirección de movimiento en cierta proporción.

Es, por lo tanto, imposible distinguir los átomos y sus configuraciones energéticas con la precisión necesaria para recrear exactamente un patrón humano. La incertidumbre residual en algunos de los parámetros observables es inevitable. Lo que significaría esto para la precisión del producto final después de la transportación es una detallada cuestión biológica sobre la que sólo puedo especular.

Este problema no fue pasado por alto por los autores de Viaje a las Estrellas, quienes estaban enterados de las inevitables restricciones de la mecánica cuántica en el transportador. Poseyendo algo que usualmente los físicos no pueden invocar —llámese, licencia artística— introdujeron "compensadores de Heisenberg", los cuales permitirían "resolución cuántica" de los objetos. Cuando un periodista preguntó a Michael Okuda, consejero técnico de Viaje a las Estrellas, cómo funcionaban los compensadores de Heisenberg, él simplemente replicó: "¡Muy bien, gracias!"

Los compensadores de Heisenberg desempeñan otra útil función argumental. Uno puede preguntarse, como hago yo, por qué el transportador no es además un replicador de formas de vida. Después de todo, existe a bordo de la nave estelar un replicador que permite, a la voz de mando, que aparezcan mágicamente vasos de agua o de vino en los cuarteles de cada miembro de la tripulación. Bueno, parece que la tecnología del replicador puede operar sólo con una "resolución de nivel molecular" y no con una "resolución cuántica". Se supone que eso explica por qué no es posible replicar seres vivos. Puede explicar también por qué la tripulación se queja continuamente de que la comida del replicador nunca es del todo igual a la real, y por qué Riker, entre otros, prefiere cocinar tortillas y otras delicias al viejo estilo.

 

VER PARA CREER

Un último desafío a la transportación; como si fuera necesario uno más. Bajar es bastante difícil. Pero subir puede ser aún más difícil. Para transportar a un tripulante de vuelta a la nave, los sensores del Enterprise tienen que ser capaces de localizar al tripulante en el planeta. más aún, necesitan escanear al individuo antes de la desmaterialización y transporte por flujo de materia. De modo que el Enterprise debe tener un telescopio suficientemente poderoso como para distinguir objetos con resolución atómica sobre y bajo la superficie de un planeta. De hecho, nos dicen que el rango normal de operación del transportador es aproximadamente de 40.000 kilómetros, o cerca de tres veces el diámetro de la tierra. Este es el número que utilizaremos para la siguiente estimación.

Todos han visto fotografías de los domos de los grandes telescopios mundiales, como el telescopio Keck en Hawaii (el más grande del mundo), o el telescopio de Monte Palomar en California. ¿Nunca se han preguntado por qué se construyen telescopios más y más grandes? (No es sólo una obsesión con la enormidad —como algunas personas, incluyendo muchos miembros del Congreso, gustan de acusar a la ciencia.) Así como son necesarios aceleradores más grandes si queremos probar la estructura de la materia a escalas más pequeñas, se necesitan telescopios más grandes si queremos distinguir objetos celestes que estén más lejanos y tenues. El razonamiento es simple: a causa de la naturaleza ondulatoria de la luz, cada vez que pasa a través de una abertura tiende a difractarse, o a dispersarse un poquito. Cuando la luz de una fuente puntual distante atraviesa la lente telescópica, la imagen se dispersa algo, de modo que en lugar de ver una fuente puntual, verán un pequeño y borroso disco de luz.

Ahora bien, si dos fuentes puntuales están más cerca a lo largo de la línea visual que el tamaño de sus respectivos discos, ser imposible distinguirlas como objetos separados, puesto que sus discos se superpondrán en la imagen observada. Los astrónomos llaman a tales discos "discos de visión". Cuanto más grande sea la lente, más pequeño ser el disco de visión. Así, para distinguir objetos más y más pequeños, los telescopios deben tener lentes más y más grandes.

Existe otro criterio para distinguir objetos pequeños con un telescopio. La longitud de onda de la luz, o cualquier radiación que se use como sonda, debe ser menor que el tamaño del objeto que se esté tratando de escudriñar, de acuerdo con el argumento que les di anteriormente. Así, si se desea distinguir materia a escala atómica, la cual es de unas mil millonésimas de centímetro, se debe usar radiación que tenga una longitud de onda de menos de una mil millonésima de centímetro. Si se elige la radiación electromagnética, esto requerir el uso de rayos X o de rayos gama. Aquí se presenta inmediatamente un problema, porque esa radiación es dañina para la vida, y por lo tanto la atmósfera de cualquier planeta Clase M la filtrar, como lo hace nuestra propia atmósfera. El transportador tendrá por tanto que usar sondas no electromagnéticas, como los neutrinos o los gravitones.

Estos tienen sus propios problemas, pero ya es suficiente...

En cualquier caso, uno puede efectuar un cálculo, dado que el Enterprise usa radiación con una longitud de onda de menos de una mil millonésima de centímetro y escanea un objeto a 40.000 kilómetros de distancia con resolución a escala atómica. He descubierto que para hacer esto, la nave necesitaría un telescopio con un lente de aproximadamente más de 50.000 kilómetros de diámetro! Si fuera algo más pequeño, no habría forma posible ni aún en teoría de distinguir átomos individuales. Creo que es justo decir que aunque el Enterprise-D es un pedazo de nave, no es tan grande.

Pensar en los transportadores nos ha llevado a la mecánica cuántica, la física de partículas, la ciencia de la computación, la relación masa-energía de Einstein y hasta la existencia del alma humana. No debemos por tanto descorazonarnos por la aparente imposibilidad de construir un dispositivo para efectuar las funciones necesarias. O, para ponerlo menos negativamente, construir un transportador nos exigiría calentar la materia a un millón de veces la temperatura en el centro del Sol, gastar más energía en una sola máquina que la que usa toda la humanidad en el presente, construir telescopios más grandes que el tamaño de la Tierra, mejorar las computadoras actuales en un factor de 1.000 millones de billones, y evitar las leyes de la mecánica cuántica. No es extraño que el Teniente Barclay estuviera aterrorizado de transportarse! Creo que hasta Gene Roddenberry, si se enfrentara con este desafío en la vida real, probablemente elegiría en cambio gastar en una nave que pudiera aterrizar.

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(1) "Beam me up" en el original. Acción inexistente compuesta por las palabras "beam", rayo, haz de luz, y "up", arriba. Podría transformarse en "Proyéctame", en castellano, pero nos pareció que con esta palabra la idea no quedaba del todo clara. Preferimos por eso, en beneficio de la comprensión del concepto, elegir "transpórtenme" en reemplazo.

(2) Personaje norteamericano famoso, desaparecido y presuntamente muerto, cuyo cadáver no fue hallado.

 


Aunque el profesor Krauss dicta clases de física y astronomía, además de ser director del departamento de física de la Western Reserve University y el autor del libro Fear of Physics, es evidente que no es un Trekkie. Al menos no uno muy bueno.

En este artículo expone concienzudamente sus muchas dudas acerca de la posibilidad de crear un teletransportador. Sería inútil discutir aquí la lógica y datos empleados dado que él mismo reconoce su ignorancia en ciertas reglas. Sin embargo, sí quisiera hacer notar algunos puntos flojos.

 

FASCINANTE, JIM
Agudo – 1996

Lo primero que el "profe" parece pasar por alto es la versatilidad casi ilimitada de la tecnología del Enterprise. Desde el principio se nos pide decidir entre una opción u otra, ¿y por qué no las dos? En el mencionado episodio "Solitario entre nosotros", Picard es transformado en energía, como bien dice él, pero también es obvio que ésta no es una practica frecuente. Es decir, hay muchas posibilidades científicas inexploradas, como es tan frecuente ver en la Nueva Generación, y con un poco (o un mucho) de ingenio y conocimiento, pueden salir muchas sorpresas de la galera. No por nada Spock y Scotty parecían hacer milagros.

Otro punto importante es la discusión sobre el alma. Error 1: el "katra" de los vulcanos NO es el alma. Cuando Spock desmaya a McCoy, simplemente le dice "recuerda". En los casos de las seudo-fuerzas vitales, aparentemente Krauss confunde la "energía espiritual" (que creo ausente en todas las series) con la aparición de "entes energéticos". La explicación implícita sería que es posible la existencia de configuraciones complejas de energía, electromagnética generalmente, que fueran tan estables como para formar entes vivos e incluso inteligentes. Dichos entes podrían ser naturales (como los del citado episodio), evolucionados a esta forma (creo que los Q entran en esta categoría), o artificiales (como le pasó a Picard).

En fin, con eso basta, el resto se lo dejo a los científicos para que lo sigan destripando. Así y todo, los datos volcados y el razonamiento seguido son tan interesantes como para una detenida lectura. Esta disquisición sólo pretende desempañar un poco la imagen para poder apreciarla mejor. Y para terminar como empecé: "Paz y prosperidad".



Mientras el siglo que vio el nacimiento de la electrónica y de la optoelectrónica se aproxima a su fin, virtualmente todo lo que hayamos querido hacer en el campo de las telecomunicaciones es ahora técnicamente posible. Las únicas limitaciones son financieras, legales o políticas.

Pero, ¿realmente hemos alcanzado los límites de la tecnología de las telecomunicaciones? Los hombres siempre han proclamado que no había nada más que inventar, y siempre se ha probado su error.

 

DÉME UNA MANO Y TELEPORTE A ALGUIEN
Arthur C. Clarke

La electricidad ha sido nuestra más valiosa y versátil herramienta por sólo una pequeña fracción de la historia humana, y vea lo que se ha hecho en este corto tiempo. Ahora estamos uniendo el electrón y el fotón para desarrollar la ciencia de la optoelectrónica, la cual crear aparatos cuyos nombres serán tan familiares para nuestros chicos como la TV, video tape, CD, Comsat, láser y floppy disk son hoy. Y tendrán tan poco sentido para nosotros como éstas lo han tenido para nuestros abuelos.

Dado que la existencia de las ondas de radio hubiera sido inconcebible hace unas pocas generaciones, no podemos imaginar qué otra sorpresa útil sacar la naturaleza de la manga.

El espectro electromagnético ha sido totalmente explorado, contrariando a John Carter, el héroe de Edgar Rice Burroughs, que descubrió dos nuevos colores en Marte. Pero ¿habrá otras radiaciones y campos por descubrir, tal vez con propiedades que podrían hacerlos más valiosos que las ondas de radio? Deben haber pasado 60 años desde que encontré un cuento en The Boy's Own Paper (la única fuente de ciencia ficción en mi juventud) acerca de un telescopio que permitía ver a través de la tierra sólida y ver lo que pasaba al otro lado. Dudo que el autor haya entrado en detalles técnicos acerca de radiaciones que atraviesan el planeta; probablemente él habló a la ligera de rayos X (después de todo éstos atraviesan la materia sólida, ¿no?) y lo dejó ahí.

Sorprendentemente, realmente hay rayos (o partículas, lo que en física moderna significa lo mismo) que pueden viajar a través de la Tierra como si ésta no estuviera allí. El fantasmal neutrino interactúa tan raramente con lo que a nosotros nos gusta llamar materia sólida que podría pasar fácilmente a través de una barrera de un espesor de miles de millones de kilómetros.

Nuestros reactores nucleares generan neutrinos en enormes cantidades. Si una fuente de neutrinos pudiera ser modulada para transportar una señal, dicha señal podría ser lanzada a través de la Tierra, viajando de polo a polo en una fracción de segundo. No habría ninguno de los incordiosos retardos inevitables con los satélites en órbita estacionaria.

Hay algunas dificultades prácticas. Una manera de modular una fuente de neutrinos es encender y apagar un reactor nuclear. Los reactores nucleares no aprecian este tratamiento (ver Chernobyl), y si uno fuera especialmente diseñado para este propósito, la velocidad de transmisión de datos sería más o menos la misma que con el primer cable transatlántico: unas pocas palabras por hora.

Y ése es el problema menor. Para recibir un mensaje usted tiene que recolectar algo, y ya que la materia es tan transparente a los neutrinos éstos son casi imposibles de detectar. Para agarrar un neutrino usted podría llenar un tanque con varios centenares de toneladas de líquido, con la esperanza de que una o dos partículas al día de los cuadrillones que lo atraviesen fuera tan desafortunada como para chocar de frente con un núcleo y producir una señal, indicando su deceso.

A riesgo de caer en la primera ley de Clarke ("Cuando un distinguido pero anciano científico dice que algo es imposible, probablemente está equivocado") aventuraré una osada predicción: nadie va a poner nunca un neutrinófono de pulsera en el mercado.

Si usted piensa que la comunicación con neutrinos es un proyecto sin esperanzas, aquí hay uno todavía peor.

De acuerdo con la teoría general de Einstein, el universo esta permeado por ondas gravitacionales que viajan a la velocidad de la luz. Durante el último cuarto de siglo se han hecho heroicos intentos para detectarlas sin ningún éxito, pero pocos científicos dudan de su existencia. Ahora las están buscando con instrumentos más sensitivos y parece difícil que nos eludan por mucho tiempo más.

La dificultad para detectar ondas gravitacionales no es nada comparada con el problema de generarlas. Para tener una potencia similar a una estación de radio mediana usted debe tomar un par de estrellas de neutrones (de sólo unos pocos kilómetros de diámetro pero pesando varios miles de millones de toneladas por cucharada) y sacudirlas bien. Alternativamente, se puede hacer explotar una supernova que convertir una estrella en un núcleo de neutrones que vibrar rápidamente por unos pocos segundos. Esto enviar al universo un mensaje que diga, si no "yo estoy aquí", por lo menos "yo estuve aquí".

Incluso si los rayos de neutrinos y las ondas de gravedad pudieran ser usadas para telecomunicaciones, estarían limitados por la velocidad de la luz. Si nos movemos fuera del sistema solar podría ser realmente útil tener algo que se mueva mucho más rápido que unos miserables 300.000 Km. por segundo. A causa de esta limitación una conversación en tiempo real con alguien situado más allá de la Luna es altamente impracticable. Usted puede mandar un fax a su oficina en Marte, pero no los puede llamar por teléfono.

Contrariamente a la opinión popular, muchas cosas se mueven más rápido que la luz; depende de lo que usted entienda por "cosas". Déjeme darle un ejemplo familiar para los que viajan en avión.

Los aeropuertos tienen hileras de luces estroboscópicas por el centro de la pista que pueden ser disparadas en secuencia para guiar a un piloto que aterriza de noche. Desde el aire parece que un rayo de luz está siendo arrojado a velocidad enorme.

Obviamente, el intervalo entre flashes puede ser ajustado a cualquier espacio que se quiera; cuanto más corto sea más rápido ser el fantasma visual moviéndose por la pista. Sería fácil hacerlo mover más rápido que la luz. En efecto, si los flashes fueran simultáneos, la velocidad sería infinita.

Un pequeño razonamiento mostrar que nada se está moviendo realmente. Ningún mensaje, ninguna información es transmitida. Hay ejemplos similares en la Física y en la vida diaria.

Uno de los más dramáticos podría ser ver una rompiente de olas en la costa. Cuando el frente de onda forma un ángulo pequeño con la costa la erupción de espuma parece moverse por la costa a mucha velocidad. Si fueran paralelos, la espuma aparecería simultáneamente en ambos extremos y su velocidad sería infinita. Pero nada material se está moviendo a más de unos pocos kilómetros por hora.

¿Hay algún modo en que podamos romper la barrera de la luz? Hay unas pocas posibilidades lejanas.

Aunque las ecuaciones de Einstein dicen que ningún objeto puede viajar precisamente a la velocidad de la luz (porque su masa sería infinita) esto no impide la existencia de partículas que nunca pueden viajar más despacio que la luz. Es verdad que estas partículas (bautizadas taquiones, que significa rápidas) podrían tener propiedades estrambóticas; pero ¿quien habría creído en la existencia de los neutrinos hace unas pocas décadas? En cualquier caso, nadie ha sido capaz de probar que los taquiones son imposibles, y por ende podemos conjurarlos a existir aplicando el principio totalitario, muy útil en algunas ramas de la Física y de la Astronomía: "cualquier cosa que no está prohibida es compulsoria". Si seremos capaces de detectar taquiones (no ya de usarlos) es otra cuestión.

Comprensiblemente, ellos han sido un regalo del cielo para los escritores de ciencia ficción.

Otro regalo del cielo (para aquellos que lo entienden, lo cual no incluye a este escritor) ha sido la notoria paradoja de Einstein-Rosen-Podolsky. De acuerdo a ella, bajo ciertas condiciones, una partícula puede tener una influencia instantánea sobre otra, inclusive si están separadas por años luz de distancia. Aunque la paradoja EPR parece haber sido confirmada en exquisitamente sofisticados test de laboratorio, continúa debatiéndose lo que realmente significa. La opinión mayoritaria es que, aún en teoría, no permitiría la transmisión de señales a mayor velocidad que la luz. Lamentable.

Algunos científicos no ortodoxos han invocado la EPR y misteriosos efectos cuánticos para explicar un tipo de comunicación que probablemente no existe, la telepatía, o sea el contacto directo entre dos mentes humanas sin ninguna conexión física. Aparentemente hay tantos casos comprobados que dudo en descartarla completamente. Sin embargo, aún si la telepatía natural no ocurre, no tengo dudas de que la ciencia futura ser capaz de proveer una variedad artificial. A medida que entendamos las funciones del cerebro y del sistema nervioso central, podremos literalmente aprender a leer los pensamientos. En una limitada extensión, esto ya existe, en las prótesis biónicas que usan los amputados. Una persona con eso puesto simplemente desea hacer un movimiento y la electrónica hace el resto. No estoy seguro si le daré la bienvenida a un microchip implantado quirúrgicamente en lugar del teléfono, pero es una posibilidad interesante, especialmente para los diversos laboratorios militares que están trabajando en ello.

Pero basta de estos monótonos conceptos realistas. Déjenme considerar el más especulativo de todos: teleportación, la transmisión a distancia de objetos materiales, incluyendo personas. Parece fantástico y ciertamente inverosímil, la teleportación no parece estar totalmente prohibida por las leyes de la física. La tecnología requerida, sin embargo, está tan lejos de nosotros como la TV de Leonardo Da Vinci.

Escanear y reconstruir un ser humano (o inclusive un objeto sólido inanimado) podría ser órdenes de magnitud más difícil que crear un sistema que lleve sólo imágenes. La cantidad de información involucrada podría ser tan enorme que su transmisión podría tomar períodos de tiempo astronómicos.

Un circuito con la misma capacidad (o ancho de banda) que uno de los actuales canales de TV tomaría cerca de 20 millones de millones de años para transmitir el diseño físico de un ser humano. Podría ser más rápido caminar. Incluso la fibra óptica podría ahorrar sólo uno de esos millones, luego me temo que pasar un largo tiempo antes de que alguien diga el equivalente de "Transpórtame, Scotty".

Tal vez la tarea pueda realizarse, bajo ciertas circunstancias, no por técnicas de scanner sino tomando un atajo por los agujeros de gusano en el espacio postulados por algunos físicos. Desafortunadamente sólo gusanos muy pequeños podrían pasar por estos agujeros que parecen tener una medida subnucleónica. Stephen Hawking lo resumió en una discusión por TV con Carl Sagan y conmigo cuando dijo que un viajero de los agujeros de gusano terminaría pareciendo un spaguetti o "un pasajero de alguna aerolínea que mi abogado no me deja mencionar".

Mientras entramos en la década final del más brillante aunque bárbaro siglo que la raza humana haya conocido, deberíamos sentir un parentesco con la diosa romana Janus, que miraba simultáneamente adelante y atrás. Pero Janus fue también la diosa de los comienzos (de ahí January). Si nosotros podemos aprender del pasado, hay esperanza para el futuro.

Ese futuro, como nos advirtió H.G. Wells hace mucho, ser una carrera entre la educación y la catástrofe. La televisión es el más potente medio educacional nunca ideado, y los programas deliberadamente ideados para instruir son sólo la parte visible de un enorme iceberg. Cada vez que la cámara presenta una manifestación política, un debate parlamentario, una operación de auxilio de la UN, incluso un evento deportivo, eso sirve a la causa de la educación, en el más amplio sentido de esta palabra.

Esto fue probado más convincentemente durante la revolución de Agosto en la Unión Soviética, que parece haber revertido rápidamente la de Octubre de 1917. En su "Carta desde América" del 24 de Agosto de 1991 Alistair Cooke contrasta los diez días que sacudieron al mundo de 1917 con las 60 horas del año 91. El golpe falló, según él, "principalmente a causa de algo nuevo, la transmisión por satélite". El lo atribuye a la CNN, que, como en la guerra del golfo, sirvió como un medio interactivo de dos vías, creando historia mientras la reportaba.

La batalla sobre Kuwait fue, en efecto, la primera vez en la historia en que los E.U.A. vieron lo que la guerra (y aún más importante sus consecuencias) era realmente. En Vietnam, e incluso en el conflicto de las Malvinas, las imágenes fueron ya historia cuando llegaron a los espectadores. Hay un inmenso golfo psicológico entre la transmisión en vivo y en diferido.

Durante la guerra del golfo, los satélites de comunicaciones fueron la conciencia del mundo, una función ya ensayada en transmisiones globales como los conciertos en ayuda de Bangladesh y Etiopía. Hay un peligro, por supuesto, de que la sobreexposición al desastre y a la tragedia provoquen una fatiga de la compasión, pero la alternativa (la indiferencia o la ignorancia) es seguramente peor.

Otro peligro, y tal vez más serio, es que estos maravillosos nuevos servicios puedan sobrecargar nuestra capacidad de absorberlos. Hay todavía mucho por venir. Ya hay demostraciones espectaculares de la TV de alta definición (HDTV), y ahora tenemos la igualmente excitante promesa de aplicar sonido digital a baratos receptores de radio, ambos usando satélites de transmisión directa. Estos satélites pueden volver a los viejos servicios de onda corta instantáneamente obsoletos y dar nacimiento a nuevas redes globales de mayor importancia.

Con todo, bombardeados con megabytes, podríamos simplemente apagar, o no molestarnos en usar, estos maravillosos nuevos juguetes una vez que la novedad inicial esté exhausta.

Los imperios de satélite han crecido y caído, y el dinero perdido en los tempranos cables atlánticos ha sido eclipsado por las fortunas que se evaporaron en fusiones y explosiones de rampas de lanzamiento.

Pero estos, estoy seguro, son retrocesos temporarios. El cielo continuar llenándose con nuevas estrellas, cuyos nombres podrían confundir a los antiguos astrónomos —Anik, Palapa, Statsionar, Arabsat, Asiasat—. Nos permiten usarlos bien, recordando siempre que información no es conocimiento y conocimiento no es sabiduría.

Permítame cerrar recordando uno de los más poderosos cuentos del Antiguo Testamento, la Torre de Babel. Un artículo de Investigación y Ciencia rastrea cerca de la mitad de los lenguajes actuales hasta una nación sólo 480 kilómetros al norte de Babilonia. Si es lo que parece, hay un pavoroso simbolismo en el hecho de que los que construyen satélites están reconstruyendo la Torre de Babel a 37.000 kilómetros por encima del ecuador.

Citando al Génesis 11: "Y el señor dijo, 'Mirad, ellos son un pueblo y todos ellos tienen un lenguaje; y este es sólo el principio de lo que ellos harán; y nada que se propongan hacer ser ahora imposible para ellos'". En aquella primera ocasión, estas palabras fueron un anuncio de desastre. Hoy podrían ser un mensaje de esperanza, una descripción del futuro que corresponda a nuestra comprensión.

Publicado originalmente en Playboy y recopilado para Axxón por M. Acosta


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