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21/jun/02

La invención de este aparato que revolucionó las comunicaciones, se la debemos a un italiano: Antonio Meucci. Ahora lo reconoció la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. Claro está, la patente sigue siendo de Alexander Graham Bell. Historia es historia y negocios son negocios.




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Cambien la Historia: Bell no inventó el teléfono

Antonio Meucci (1808-1896): el inventor del teléfono. (Imagen:  The Italian Historical Society of America)(Clarín, Canoa, The Italian Historical Society of America) La Cámara de Representantes (Diputados) de los Estados Unidos decidió darle el crédito de la invención del teléfono, hasta ahora atribuida al estadounidense de origen escocés Alexander Graham Bell, al italiano Antonio Meucci.

"La vida y obra de Antonio Meucci deben obtener el justo reconocimiento, y su trabajo en la invención del teléfono debe serle atribuido", dice el texto, que fue aprobado por simple exclamación a partir de la propuesta de un legislador republicano de origen italiano, Vito Fosella, del estado de Nueva York. De este modo, los legisladores dieron por terminada una discusión histórica.

La resolución es una revancha póstuma para Meucci, un florentino nacido en  que emigró primero a Cuba y luego a Estados Unidos. Meucci tiene en Staten Island, estado de Nueva York, un museo, el "Garibaldi-Meucci", que es una especie de templo de la italianidad neoyorquina.

Emily Gear, la directora del museo, dijo: "El teléfono lo inventó él, pero no tuvo suerte". Su historia, siguió, "refleja el drama de tantos inmigrantes todavía hoy, discriminados porque no pueden hablar la lengua del país que los hospeda".

Según sostiene la Sociedad Histórica Italiana en América, la fama y la fortuna le fueron vedadas a este inmigrante florentino porque no contó con los 250 dólares necesarios para patentar su invento.

Meucci descubrió los principios que guían el funcionamiento del teléfono en 1849 y desarrolló un aparato que funcionaba en 1859. En 1860 lo presentó en un diario local, escrito en italiano. Y el 28 de diciembre de 1871 dejó registrado su primer intento de solicitud provisoria, cinco años antes de que Bell llenara los papeles. Su patente temporaria N° 3.335 se venció al no poder afrontar los costos del trámite.

El juicio que inició Meucci contra la Compañía Bell —fundada por Alexander— no llegó a buen puerto. Los papeles de su patente temporaria se perdieron misteriosamente.

Según la resolución que aprobaron los legisladores la semana pasada, la patente fue acordada a Bell, quien trabajaba en el laboratorio en el que Meucci había depositado su material.

Siguiendo el proceso por fraude, en 1887 las autoridades intentaron anular la patente entregada a Bell, pero en 1889 —después de la muerte de Meucci, ocurrida en 1896— el caso fue cerrado.

Tampoco se conoció jamás quién fue el comprador del primer aparato creado por él, que vendió por 6 dólares cuando estaba necesitado. "Dejémosle a Meucci el honor de ser reconocido como ''el Padre del Teléfono''. Dejemos Bell que tenga el dinero", dijo John La Corte, presidente de Sociedad Histórica Italiana en América.

Otra versión de la misma historia...

Al parecer, Meucci tenía problemas con el manejo del inglés, y probablemente esa fue la causa de que, después de que presentara los detalles técnicos del invento a la Western Unión, los directivos de esta firma no le concedieran siquiera una reunión. Entonces, Meucci, que había estudiado en Italia ingeniería mecánica, pidió que le devolvieran los materiales de su "telégrafo parlante", pero se encontró con la respuesta de que se habían perdido. Posteriormente, cayeron en manos Alexander Graham Bell, que patentó el invento y se llevó la gloria.

Para defender sus derechos, Meucci demandó a Bell y estuvo a punto de ganar el caso, ya que el Tribunal Supremo de Estados Unidos aceptó investigar las acusaciones de fraude. Pero Meucci murió y, con él, la acción legal que había emprendido.

El teléfono lo ideó el italiano cuando trabajaba como técnico de escenografía en un teatro de Florencia, para ayudar a sus compañeros a comunicarse. Luego lo perfeccionó cuando su mujer se quedó paralítica, a fin de que pudiera comunicarse desde la habitación con el taller de Meucci.


            

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