09/sep/02
El grupo intenta ganar un lugar importante en el escenario internacional. Son 47
físicos, ingenieros nucleares, estudiantes avanzados y doctorandos del Balseiro
y el CAB.
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Nuevo centro de nanotecnología en
Bariloche
(La Nación)Afuera no cesa de llover. A la distancia, las
montañas que se alinean sobre la orilla más lejana del Nahuel Huapí se hunden
en la bruma. La ruta que bordea el lago, los bosques de cohihues, todo está
teñido de tonos plomizos y el día parece derivar lentamente hacia el
anochecer. Pero dentro de los amplios laboratorios del Centro Atómico Bariloche
(CAB) y el Instituto Balseiro, el ajetreo es constante.
Laura Steren llega agitada. La Aduana, en Buenos Aires, retiene un equipo que
acaba de importarse. Karen Hallberg regresa de un congreso en los Estados
Unidos. Eduardo Jagla se dirige a dar clase. Alejandro Fainstein recorre estos
pasillos como lo hace desde su niñez (su padre y su hermano, también físicos,
estudiaron e investigan aquí) hasta su laboratorio de espectroscopía óptica ,
con equipos de alta tecnología que utiliza para estudiar la estructura
electrónica de sólidos disparándoles potentes haces de láser (6000 veces
más potentes que el que emite un puntero).
Ellos, Hernán Pastoriza, Julio Guimpel, Roberto Zysler y Oscar Grizzi integran
el proyecto de nanociencias del Instituto Balseiro. Son seis grupos que incluyen
27 investigadores y 20 alumnos graduados o que están realizando sus tesis de
maestría o doctorado en nanotecnología, la disciplina que estudia las
propiedades de la materia en los infinitesimales dominios del átomo y que, a
través de la miniaturización, promete aumentar exponencialmente la capacidad
de las computadoras, fabricar motores del tamaño de moléculas, compilar
enormes bibliotecas en un dispositivo del tamaño de un terrón de azúcar o
producir materiales con resistencia diez veces superior a la del acero y sólo
una fracción de su peso.
El grupo, que se conformó hace algo más de dos años, ya produjo 46
publicaciones internacionales. "Aquí existe una masa crítica muy
importante afirma Alejandro Fainstein. Gracias a que tenemos gente formada
en diversas áreas, podemos encarar un trabajo interdisciplinario".
El mundo nano
Hace alrededor de un siglo, Einstein demostró en su tesis de doctorado que una
molécula de azúcar mide un nanómetro; es decir, la millonésima parte de un
milímetro. Esta medida que es más o menos la milésima parte de lo que mide
una bacteria y cabe un millón de veces en la cabeza de un alfiler es,
precisamente, la unidad de los nanotecnólogos.
Es imposible fabricar nada de menor tamaño. Pero debido a que en esas escalas
las propiedades eléctricas, químicas, mecánicas u ópticas de la materia son
diferentes a las que rigen nuestra realidad cotidiana, esta disciplina de la
ciencia se convirtió en los últimos años en una de las áreas de más rápido
crecimiento.
Como explica Gary Stix, en un número especial de Investigación y Ciencia,
el mundo nano está situado en la misteriosa frontera que se ubica entre las
moléculas y los átomos individuales regidos por los caprichos de la mecánica
cuántica y la realidad que todos conocemos, donde las propiedades de los
materiales resultan del comportamiento colectivo de miles de millones de
átomos. Sus promesas parecen más propias de la ciencia ficción que de la
ciencia, a secas: micromáquinas en escala atómica que vibran para que se abra
un air bag, corrales cuánticos que encierran electrones, alambres que estiran
átomos...
Así las cosas, el Balseiro y el Centro Atómico Bariloche constituyen
probablemente el centro de física aplicada más importante del país, no sólo
por su capital humano, sino también por el que a lo largo de décadas se
concentró en equipamiento.
Por eso, y porque se contaba ya con un grupo humano interdisciplinario, los
científicos decidieron unir fuerzas para organizar un centro internacional
reconocido, incentivar la interdisciplinariedad, interactuar con la industria y
desarrollar nuevas tecnologías y dispositivos.
El grupo desarrolla, por ejemplo, proyectos como los de Hernán Pastoriza y
Julio Guimpel, que utilizan luz para definir estructuras de cinco a diez
micrones (diez millonésimas de metro). Y aceleran electrones con un microscopio
de barrido para crear diseños de decenas de angstroms (diez mil millonésimas
de metro).
Otro trabajo consistió en ubicar pequeñas partículas magnéticas
ordenadamente sobre un cristal. "Son particulas de hierro de 200
nanómetros (millonésima de milímetro) de diámetro, a un micrón de distancia
entre una y otra, ubicadas sobre un cristalito de doce micrones por doce
micrones", aclaran sin inmutarse.
En su laboratorio el único de su tipo en el país, Fainstein estudia
materiales a través de la espectroscopía óptica: "Es como golpear algo
con un martillo para saber si es duro -explica-. En nuestro caso, el martillo
que usamos es la luz, láseres de distintos colores. Es decir, tenemos la
posibilidad de ir modificando el martillo".
Al dispararle un haz de láser, la muestra se altera y se pueden conocer sus
propiedades físicas a partir de la luz que refleja. El espectrómetro la separa
en sus colores constitutivos y mide cuánta llega de cada color. "Ya
podemos detectar cada fotón que llega al espectrómetro describe el
científico. Ahora queremos capturar una única molécula y estudiar sus
propiedades ópticas utilizando técnicas de confinamiento de la luz".
Medicina y electrónica
Otro de los temas que aborda el grupo del Balseiro es el de registro magnético.
"Es un área que tiene aplicaciones en medicina, por ejemplo. Al ser tan
chiquitas, las partículas nanométricas magnetizadas cambian sus propiedades
físicas explica Roberto Zysler. Parte de nuestro trabajo consiste en
entender cómo se forma el magnetismo y cómo rota la magnetización dentro de
esa misma partícula, un conocimiento fundamental para todas esas
aplicaciones".
Laura Steren estudia films magnéticos y sus propiedades eléctricas: "Es
la tecnología de más alto vuelo y tiene aplicación en la industria
informática, ya que los discos rígidos de las computadoras están cubiertos
precisamente por películas magnéticas. Para lograr más capacidad de
almacenamiento, la información se guarda en zonas cada vez más pequeñas.
También existen otras aplicaciones más terrenales. Por ejemplo, los caños de
petróleo son de acero, que tiene magnetismo. Cuando hay fisuras, la señal
magnética cambia. Se están desarrollando dispositivos infinitesimales que van
censando esas fisuras. Otra industria que está usando este tipo de sensores es
la industria automotriz".
El grupo de nanociencias del Centro Atómico Bariloche y el Instituto Balseiro
recibe subsidios de las fundaciones Antorchas, Balseiro, Humboldt y Guggenheim,
entre otras. Sin embargo, y más allá del apoyo actual, le es difícil escapar
a las penurias generales. "Se podría decir que, en cuanto a la
infraestructura estamos bastante bien, pero tendríamos que dar un salto
cualitativo. Y, claro, uno se pregunta qué va a pasar de ahora en más",
reflexiona Fainstein.