2/Ene/04
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Nuestro cuerpo, un depósito de sustancias tóxicas
Un grupo ambientalista de California financia la realización de pruebas para detectar la presencia de
contaminantes en los seres humanos. Los resultados, a pesar de los hábitos de consumo de alimentos orgánicos,
parecen propios de un sitio de eliminación de residuos tóxicos: pesticidas, plomo y demás sustancias tóxicas.
(Wired News) Davis Baltz compra alimentos orgánicos y hace todo lo que está a su alcance para llevar
una vida lo más saludable posible. Con lo cual, fue todo un impacto cuando se enteró de que los contaminantes que
se estaban acumulando en su cuerpo sonaban muy parecido a un depósito de residuos Superfund: en un análisis que
se realizó recientemente, se detectó la presencia de pesticidas, retardadores de combustión y otras nocivas
sustancias químicas creadas por el hombre.
"Lo que eso me demostró es que independientemente de lo que yo tratara de hacer, las emanaciones de sustancias
químicas que pasan por nuestro organismo a diario hacen que estemos expuestos", señaló Baltz, quien trabaja para
Commonweal, un grupo de defensa del medio ambiente de Bolinas, California. Commonweal y la organización de
Washington denominada Environmental Working Group financiaron las pruebas de Baltz y otras ocho personas,
cuyo costo fue de 5.000 dólares per cápita.
Durante décadas, los investigadores han tomado muestras del aire, la tierra y el mar para medir los niveles de
contaminación generada por las plantas eléctricas, las fábricas y los automóviles. En el último tiempo, han
manifestado su preocupación respecto del creciente volumen de "e-desechos" aparatos tecnológicos que son
tirados a la basura y que contienen retardadores de combustión, plomo y otras sustancias tóxicas. Pero ha habido
problemas para determinar con precisión qué porcentaje de esa polución es absorbida por los seres humanos.
Ahora, mediante un proceso denominado biomonitoreo, los científicos están tomando muestras de orina, sangre y
leche materna para catalogar los contaminantes que se acumulan en el cuerpo humano. A estos resultados los
denominan "carga orgánica".
Si bien estas pruebas están arrojando como resultado unas listas de contaminantes presentes en el organismo
humano que asustan, no está muy claro cuál es su vinculación con las enfermedades. No obstante, quienes están a
favor de estas pruebas señalan que las mismas ayudarán a los investigadores a determinar cuál es el papel que el
medio ambiente desempeña en la enfermedad y cómo tratarla. Muchas sustancias químicas tales como el PCB y el
DDT, ambas prohibidas desde hace décadas, continúan presentes en el medio ambiente durante años y se van
acumulando en el organismo a lo largo de la vida.
Este fenómeno no es nuevo. Rachel Carson escribió sobre las sustancias tóxicas en su libro de 1962 titulado Silent
Spring (Primavera silenciosa), que es ampliamente considerado como el precursor del movimiento de protección
del medio ambiente.
Pero, hasta ahora, los investigadores en la mayoría de los casos tenían que adivinar qué cantidad y cuántas de
estas toxinas estaban presentes en nuestro organismo. De las alrededor de 75.000 sustancias químicas encontradas
en los Estados Unidos, pocas han sido estudiadas para determinar sus efectos en la salud, según lo señalado por
Baltz y otros partidarios del biomonitoreo. Estudiando en forma directa el cuerpo humano, esperan catalogar esas
influencias ambientales que podrían causar enfermedades.
Ya se han realizado varios estudios:
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En marzo, un grupo de investigadores de California informó que las mujeres del área de San Francisco tenían
entre tres y 10 veces más sustancias retardadoras de la combustión en su tejido mamario que las europeas o las
japonesas.
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Para la misma época, los investigadores de la Universidad de Indiana informaron que los niveles de estas
sustancias detectados en las mujeres y los niños de Indiana y California eran 20 veces más altos que los detectados
en ese mismo grupo poblacional en Suecia y Noruega, países que recientemente prohibieron el uso de retardadores
de combustión.
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A comienzos de este año, los Centers for Disease Control and Prevention (Centros para el Control y la
Prevención de las Enfermedades, o CDC) dieron a conocer datos de 2.500 voluntarios a los que se sometió a
estudio a fin de determinar la presencia de 116 contaminantes; se comprobó la presencia de mercurio, uranio y
cotinina, una sustancia química derivada de la degradación de la nicotina en el organismo.
Los CDC determinaron asimismo que los niños de raza negra tienen el doble de nivel de cotinina que los demás
niños, lo cual señala que estuvieron expuestos a una mayor cantidad de humo como fumadores pasivos que sus
coetáneos de otras razas. Paralelamente, se observó que los niños mexicano-estadounidenses tenían un nivel de
una sustancia química derivada del DDT tres veces superior al de otros niños. Los científicos sospechan que
México y los países latinoamericanos podrían estar utilizando aún este químico cuyo uso ha sido prohibido.
El mes próximo, la senadora Deborah Ortiz tiene planeado renovar los pedidos a las empresas de California que
contaminan el medioambiente de que financien las pruebas de detección de sustancias contaminantes en la leche
materna. "Esto permitirá que las mujeres tomen mejores decisiones, fundamentadas, respecto de su salud señaló
Ortiz, quien pertenece al partido Demócrata. Y esa información ayudará a los investigadores y a los funcionarios
del área de salud pública".
Pero algunos temen que los resultados de los biomonitoreos sean malinterpretados y asusten a las madres y hagan
que éstas decidan no darles de mamar a sus hijos. "Estamos claramente preocupados por los efectos que las
historias del biomonitoreo van a tener señaló Barbara Brenner, directora ejecutiva de Breast Cancer Action, una
organización sin fines de lucro de San Francisco. Cualquier mujer sensata se va a plantear si realmente es
conveniente que le dé el pecho a su hijo".
Otros ven motivaciones políticas detrás de algunas de esas pruebas.
"Todos estamos expuestos a sustancias y no existe evidencia de que los bajos niveles a los que está expuesta la
población sean perjudiciales para nadie señaló Steven Milloy, autor de Junk Science Judo: Self Defense Against
Health Scares and Scams (Judo contra la ciencia basura: auto-defensa contra los temores y engaños vinculados con
la salud). Es una pérdida de tiempo y dinero que no sirve más que para asustar a la gente."
Milloy señaló que, a pesar de todas las sustancias químicas, la población estadounidense en general está teniendo
un período de vida más largo y con una mayor calidad de vida.
Si bien las pruebas realizadas a Baltz y a las demás personas que se prestaron como voluntarios para los estudios
de Commonweal, entre ellos el periodista televisivo Bill Moyers, tienen un costo demasiado elevado para la
mayoría de las personas, los partidarios de esta metodología creen que los costos irán bajando a medida que la
tecnología avance. En el organismo de Moyers había trazas de 84 toxinas, entre ellas plomo y un subproducto del
mercurio.
Todavía existe controversia entre los partidarios de esta metodología respecto de cuáles de las 75.000 sustancias
químicas deberán ser específicamente buscadas en los estudios de biomonitoreo. Además, aun en el caso de que
dichas sustancias químicas sean detectadas, es poco lo que la persona puede hacer al respecto.
Pero Baltz sostiene que el hecho de tener conocimiento de ello por lo menos puede ayudar a los consumidores a
tomar decisiones con más fundamentos respecto de los alimentos que consumen. "Como no tenemos demasiado
control sobre la mayor parte del medio ambiente, podemos asumir el mando con los alimentos que consumimos
señaló. Existen pocas áreas en las que uno puede ejercer el nivel de poder que ejerce cuando uno controla lo
que come".