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31/May/04




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Premio Juan Rulfo para Primera Novela 2003

(El Financiero) Con Ordalía (Lectorum), el escritor mexicano Humberto Macedo recibió el Premio Juan Rulfo para Primera Novela 2003. La obra, épica y fantástica, es "una prueba ritual e iniciática" en la que los guerreros y los héroes son desmitificados y llevados a su plano más humano. Una forma de renovar el género, en la que "la oscuridad no sólo está en los vampiros, los monstruos y los fantasmas, sino en la misma realidad y el alma humana, donde suele ser aún más terrible".

De alguna manera, Ordalía pretende "descubrir el lado oscuro del ser humano, el de la sexualidad y el mal, que aquí cobran nuevas dimensiones. La batalla que se libra, esta vez, no es por un ideal, sino por salvarse y encontrarse uno mismo. De modo que quise aportar algo nuevo a la imagen del guerrero", explica Macedo, un escritor de 27 años al que un premio le ha abierto las puertas de la publicación literaria.

—¿Cómo se hizo escritor?

—Yo quería ser músico; empecé a escribir letras de canciones y empecé a interesarme en la poesía. Luego me dio por escribir un diario para ver qué aburrida era mi vida a los 16 años. Más tarde descubrí un programa de radio que se llamaba "Los cuernos de la luna", en el que tocaban heavy metal y contaban cuentos de horror, y me volví fan. Una noche después del programa decidí escribir un cuento y se empezó a volver una obsesión. Casi sin darme cuenta, ya es una actividad constante, una necesidad de todos los días. Cuando entré a la universidad me decepcioné de la carrera de Ingeniería Mecánica y empecé a buscar talleres; entré al de la Casa Jaime Sabines, con Mario González Suárez, y creo que en mejor lugar no pude haber caído; a las tres horas del taller decidí que esto era lo mío. Y fue como empezar desde cero. Ahora estudio psicología, y creo que es una herramienta muy útil para la literatura.

—¿Qué ha significado para usted este premio?

—Fue muy emocionante y muy significativo. Yo ya había publicado un libro muy pequeño de cuentos en Oaxaca, y había recibido un premio por parte de la Universidad, pero ahora es distinto; esta vez se publica en una editorial de verdad y encontrarlo en las librerías es como ver un sueño cumplido. Los concursos son un medio para publicar. Sin embargo, muchas veces la calidad de la obra no lo es todo, el que te premien depende casi hasta del ánimo del jurado. Es cuestión de suerte y de destino. A veces da mucho miedo y le dan ganas a uno de volver atrás.

—¿Cómo ha vivido la experiencia de escribir una primera novela?

—Ha sido una exploración muy rica. Antes vivía con la idea de que para empezar a escribir tenía que hacer cuentos, porque son más cortos, más fáciles. Esta novela originalmente era un cuento que estuvo guardado por nueve años, y en el taller literario de Mario González Suárez lo retomé. En un primer momento quería armar un libro de relatos de guerreros, y Ordalía iba a ser el primero, pero cuando empecé a trabajarlo me di cuenta de que había muchos huecos y de que el mismo texto empezaba a exigir otras cosas, otra perspectiva, otro ambiente, más personajes, y los fui descubriendo poco a poco. Entré muy gustoso a escribir la novela, me llevó cuatro años de trabajo y descubrí que me gusta más este género, mientras que en los cuentos me pongo muy tenso. Ahora me he planteado dedicarme ya a ser novelista.

—¿Por qué eligió el camino de la literatura de ciencia ficción?

—Tiene que ver con un desencanto que siempre me ha causado la realidad. Me parece insuficiente para las posibilidades de la imaginación. Yo fui un niño muy solitario y tendía a inventar mundos alternos. Era muy rebelde. Además, mi mamá me leía cómics, que era lo único que había en casa, porque mi familia no se caracteriza por tenerle mucho amor a la literatura, y supongo que todos esos mundos de ficción fueron los que finalmente influyeron en mí. Yo quisiera que no se desdeñara al género. Mi novela es fantástica por el entorno y épica por la epopeya, pero también es psicoanalítica porque se interna en el inconsciente de los personajes, que van descubriéndose y entendiéndose a lo largo de la ordalía. Estudiar psicología me ayudó a comprender la novela y construirla. La historia está llena de procesos inconscientes y de arquetipos. Desde pequeño me llamaron la atención las atmósferas barbáricas, pedestres, obscuras y místicas. Era muy fan del Señor de las Bestias o Conan el Bárbaro. Originalmente, la historia se me ocurrió a raíz de la necesidad de inventar una historia medieval de espadas y hechicería. Me gusta mucho la cultura japonesa, los samuráis, la senda del guerrero, toda esta filosofía ya casi anacrónica para los tiempos que vivimos, pero que no deja de ser muy interesante y que tiene muchas cosas que valdría la pena retomar. Y si bien los ambientes son irreales, mis personajes son muy humanos; se enfrentan a miedos y dudas espirituales, se enamoran, tienen deseos, traumas. Es una manera de explorar las posibilidades del alma y de la mente. Yo creo que cada día se nos ponen pruebas que tenemos que afrontar; todos los días vivimos en una constante ordalía, y sobrevivir a ella nos convierte a todos en héroes.

—¿Y cómo ve su vida de escritor en diez años?

—En diez años espero haber publicado un par de libros más, haber tenido un par de becas, estar escribiendo para un periódico temas relacionados con la literatura y dedicarme a la docencia. Pero, ante todo, voy a estar todavía un largo rato escribiendo literatura de ficción, porque estoy comprometido con ella.

Ordalía será presentada el martes 1 de junio, a las 14.00, en el Consejo Académico de la UAM-Xochimilco (México).


            

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