2/Jun/04
Los ratones nos dan pistas sobre la inmortalidad Un tema clásico de la ciencia ficción, y de la Literatura en general, es el de la inmortalidad, o al menos la posibilidad de frenar el envejecimiento. No debemos olvidar los incontables relatos de venta del alma al Diablo para obtener eterna juventud, como en la historia del doctor Fausto, o los aún más antiguos sobre una mítica Fuente de la Juventud. (Axxón) La ciencia también está interesada, ya que vivir mucho es una ambición de la Humanidad, no sólo de la Literatura. La comprensión de los mecanismos precisos por los cuales ocurre el envejecimiento es uno de los grandes problemas aún no resueltos por la biología moderna. Esto es debido quizás a que se trata de un proceso extremadamente complejo que involucra distintos tipos de células e interacciones celulares y que resulta a su vez de la suma de muchos factores, internos y externos al organismo. Sin embargo, si se estudia en detalle qué es lo que ocurre en la célula durante los sucesivos ciclos de división, pueden encontrarse algunas pistas para comprender los elementos que contribuyen a este fenómeno. Todas las células del cuerpo, a excepción de las gametas sexuales, se multiplican por división mitótica. En este proceso, cada célula duplica su material genético y lo distribuye en las dos células hijas, que son, al menos en teoría, genéticamente idénticas a la célula madre. Sin embargo, si cultivamos células in vitro, el número de veces que pueden multiplicarse es limitado y no supera las 40 a 60 divisiones. Lo que ocurre es que en determinado momento las células dejan de dividirse e ingresan en un estado irreversible denominado senescencia, en el cual no pueden volver a multiplicarse y que inevitablemente las lleva a la muerte. Este hecho marca la existencia de importantes diferencias entre las sucesivas generaciones celulares. Ahora bien, ¿qué es lo que determina en qué momento la célula entra en estado de senescencia? Un equipo de investigadores suecos del Institut Karolinska, encabezado por Aleksandra Trifunovic, trabajando para descubrir los mecanismos del envejecimiento en una rata de laboratorio, ha encontrado una clave en la mitocondria, un orgánulo celular encargado de suministrar la mayor parte de la energía necesaria para la actividad de las células. Hace unos veinte años el especialista Denham Harman sugirió que el envejecimiento se produce en el ámbito mitocondrial. Los mitocondrias son orgánulos diminutos que posee cada célula en cantidad y que aseguran su producción de energía. Al reproducirse estas mitocondrias y copiarse a sí mismas se van acumulando errores o mutaciones, que terminan por desencadenar la vejez. Con una rata especial, programada genéticamente para comprobar la teoría de Harman, lograron la inversa de lo que se busca: a los seis meses, cuando el roedor estaba en la que debería ser la mejor época de su vida, éste empezó a adelgazar, a perder el pelo y a experimentar todos los síntomas de decrepitud. Estos efectos debían ocurrirle en el doble o triple de tiempo. En este ratón transgénico lo que hicieron fue dejar inactiva la enzima que relee y corrige la copia de las mitocondrias. A causa de esto, los errores se volvieron cuatro o cinco veces más numerosos que lo normal, lo que aceleró el envejecimiento. El investigador Bernard Fromenty afirma que "Este trabajo confirma la existencia de una relación entre la multiplicación de errores en el ADN mitocondrial y la senescencia, fenómeno al parecer causado por una alteración de ciertas funciones del metabolismo". Philippe Ampouyel, del Instituto Pasteur de Lille, explica que "al revés que con las enfermedades infecciosas, en las cuales un factor único, la bacteria o virus, basta para explicar un grupo de síntomas, la comprensión del envejecimiento hay que buscarla en el cruce de fenómenos múltiples". "Esta complejidad excluye de partida un factor único cuyo tratamiento pudiera convertir a los genes en inmortales", agrega. La ratita que envejeció con rapidez ayudó a entender algunos de los procesos del deterioro humano progresivo, pero aún no es la llave de la puerta que nos lleva directamente a la fuente de la juventud. Más información:Sin límite natural para la esperanza de vida El límite de vida de los humanos llegará normalmente a los 120 años y más |
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