4/Jul/04
Publicaciones recibidas: La rosa de las nieblas, de Lola Robles
Decir que La rosa de las nieblas es sólo una agradable sorpresa disminuiría el efecto que me causó la novela de Lola Robles. Aparecida en una colección con más intenciones que tantos anotados (Las Marcianas, Editorial Kira), pues hasta donde pude averiguar es, por ahora, la única obra de ciencia ficción publicada, la novela se aventura en un territorio harto peligroso y sale airosa. La cuestión inicial debe ser resuelta en un plano, digamos, extraliterario, y merece ser considerada con esmero por la gente de la ciencia ficción en tanto y en cuanto una novela de ciencia ficción casi deja de serlo por haber cometido el pecado de no ser editada por una casa especializada. No he visto, excepto un artículo de Francisco José Súñer Iglesias en ciencia-ficción.com y una breve reseña en Cyberdark, otros comentarios en la web, aún cuando existen infinidad de libros mediocres que reciben una atención preferente por haber sido escritos por Don Smith o Mister Jones. Bien: es hora de hacer autocrítica. El libro de Lola es una novela en serio acerca de una misión plenipotenciaria que llega al planeta de exilio de un pueblo condenado, los niflungar, con el propósito de unirlos a una cruzada que debería culminar con la destitución del tirano que gobierna a la Comunidad Humana, casualmente un niflungar... No se pretenderá que resuma aquí las densas 360 páginas del libro. El libro es preciso en la descripción de los cuatro viajeros (no pertenecen al mismo mundo; la humanidad se halla diseminada por la galaxia y se ha diferenciado de un modo rotundo, aunque creíble) y en la de la geografía, flora y fauna del mundo de los niflungar. Y también se toma su tiempo con las características de este pueblo y en las razones de su condena. Los embajadores han llegado a Niflheim, el planeta de los niflungar, en un momento en que las doce Casas (en realidad doce feudos, bastante parecidos en estructura a los del Japón anterior al siglo XIX) están comprometidos en varios frentes de lucha. Los niflungar luchan entre sí, entre las Casas, también con un grupo de esclavos que se han rebelado contra sus amos y luchan contra sus propias mujeres, quienes han entrado en una etapa de cuestionamiento del autoritario patriarcado al que han estado sometidas. Hay un problema étnico: los esclavos no son niflungar, sino nokvaar, traídos a Niflheim por traficantes dispuestos a violar la veda (que nunca faltan, ni en las novelas ni en la realidad) y las mujeres han desarrollado la fathia, un conjunto de conocimientos relacionados con la magia que ha permitido que un buen número de ellas haya abandonado sus hogares, buscando refugio en las montañas y haciendo frente al poder de los varones. Como se ve, una trama rica y compleja. Lola Robles no logra resolver a la perfección todos los problemas que plantea. Algunas de las razones de los viajeros, emisarios de la organización libertaria llamada Harsa Alasat, no son del todo convincentes. El que aparece sobre la marcha como un recurso efectivo para derrotar al tirano Ingvar (la utilización de la fathia) no pudo ser el motivo del viaje, ya que los viajeros ignoraban que existía. Las luchas, que ocupan el cuarto final de la obra, no siempre se atienen a un rigor lógico y se nota una falta de familiaridad con ese aspecto (mal hago en criticar esto; también reconozco esa falencia en mis obras) y toda la resolución parece precipitada, incluido el cambio del rol sexual de la protagonista, metido como de apuro y a la fuerza. No obstante, todas estas objeciones aparecen como menores ante el poder de la historia en sí y la capacidad de Lola para contarnos lo que les ocurre a los personajes. Justamente estos viajeros, los niflungar y los nokvaar; mujeres y hombres, se me antojaron mucho mejor desarrollados y más lujosamente descriptos que la mayoría de los que habitan las novelas anglosajonas. Salta a la vista que no son tratados con maniqueísmo; se los muestra intrincados, provistos de rasgos contradictorios, pasionales y por momentos desequilibrados, como las personas, ni más ni menos. En algunos momentos, La rosa de las nieblas me hizo acordar a Muerte de la luz, de Martín; en otros a La mano izquierda de la oscuridad, de LeGuin. No cito esto como si fuera algo desdoroso o vergonzante, muy por el contrario. La evocación de buenas novelas que se han leído y no se quieren ni se pueden olvidar, habla a las claras de que estamos ante una obra muy meritoria. Lamento, eso sí, que por ahora no parece estar al alcance del público argentino. Veremos si se puede salvar ese error. Pero me atrevo a sugerir a los españoles que lean esto que se permitan "descubrir" un libro que no estaba en los planes de nadie y que, por ignorancia, por no haber sido publicado en una colección especializada, como ya señalé, y por no pertenecer la autora al mundillo que nos convierte a veces en un ghetto, ha quedado fuera de análisis y consideración. Sergio Gaut vel Hartman, para Axxón y Garrafex News.
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