30/Ago/04
Fuimos a ver: Hellboy
Cuando uno se enfrenta a la adaptación cinematográfica de un comic de superhéroes y en general de cualquier obra literaria o gráfica, lo primero que surge es la comparación, y el análisis de si la película responde o no al espíritu que quiso imponerle el creador de la obra original. El hecho de que el mismo Mike Mignola, creador del comic, aparezca como productor de la película me exime de hacer dicha exégesis. ¿Quién soy yo para decir si la película sigue o no el espíritu que le dio el autor del comic, cuando es el mismo autor quien participa activamente del diseño del filme? Superado este engorroso asunto, vayamos a las presentaciones. Hellboy es un bebé demonio traído accidentalmente a este plano de existencia por un grupo oscurantista ligado a los nazis. Esa camarilla está liderada por una encarnación de Rasputín (¿Suena retorcido? Bueno, es un comic). Los malos sólo pretenden destruir el mundo, como todo malvado que se precie. El niño-demonio es rescatado por los aliados y criado por el consejero presidencial estadounidense en asuntos paranormales, el doctor Trevor 'Broom' Bruttenholm (encarnado muy dignamente por John Hurt), cuidando de que el mundo sepa lo menos posible de él. Con el tiempo, Hellboy pasará a formar parte de un grupo de elite que se dedica a cazar y destruir criaturas malignas. Algo así como los Hombres de Negro, pero en versión mística. En el presente, Hellboy (Ron Perlman, en un papel literalmente hecho a su medida) ya no es un niño, sino un recio demonio rojo de veinte años (edad demoníaca, claro está), que parece haber copiado sus ademanes de Clint Eastwood. Las cosas se salen de curso cuando descubrimos que aquellos nazis oscurantistas están de vuelta, y esta vez quieren terminar el trabajo. Hellboy no está solo para evitar la catástrofe, lo acompañan el mutante Abe Sapien (Doug Jones), la piroquinética Liz Sherman (Selma Blair) y un recién llegado al grupo: el agente del FBI John Myers (Rupert Evans). Resulta evidente que en la elaboración de la película no hubo ninguna intención de profundizar en los personajes y sus conflictos. El único que está más o menos retratado, con sus tics, manías y obsesiones, es el protagonista. El resto es comparsa. Y, tratándose de una película de "mamporros", no está nada mal que así sea. En términos de indumentaria, podríamos decir que Hellboy es un "básico": jean gastados y zapatillas muy caminadas. Mucha acción, peleas, humor y efectos especiales, una decena de frases pour la galerie, muy pocas sorpresas y, por si acaso, algunas emociones repartidas a lo largo del relato. Punto. ¿Se puede con esto hacer una buena película? Difícilmente. ¿Funciona como entretenimiento? ¡Por supuesto! Tal vez, el mérito mayor del director (y guionista), Guillermo del Toro, es haber sido franco en sus intenciones. Esa franqueza hace que hasta los clichés colaboren en el sano cometido de pasar un buen rato. Salvo algún pequeño traspié con los arneses que mueven por los aires a los actores (en las escenas de lucha son más evidentes), los efectos especiales resultan funcionales. Lo mismo puede decirse del maquillaje de los personajes. Hablar de las actuaciones, cuando los personajes son tan básicos, puede ser contraproducente. Sólo dos o tres personajes (Hellboy, el doctor Bruttenholm, y en menor medida Liz), dan alguna oportunidad de lucimiento. De más está decir que Hellboy está muy lejos de otras adaptaciones comiqueras al cine, como la primer Batman, Spiderman o ambas X-Men. Así las cosas, si se acepta la propuesta "básica" de Hellboy, se puede pasar un buen rato. Sino, mejor esperar el DVD. Alejandro Alonso para Axxón y Garrafex News |
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