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23/Dic/04




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J. G. Ballard: "La clase media está empezando a formar el nuevo proletariado"

En esta entrevista realizada por La Vanguardia para Clarín.com, el escritor británico habla sobre su última obra, Milenio negro, de editorial Minotauro. El derrumbe de la clase media en Europa, los miedos y el consumismo fueron algunos de los picos en esta charla con el autor de Crash y El imperio del sol.

J.G. Ballard(La Vanguardia para Clarín.com) —En Milenio negro asistimos a una revolución violenta protagonizada por la clase media, con un brutal atentado en el aeropuerto de Heathrow para empezar. Ésa es una hipótesis extraña. Normalmente, se cree que la revolución es algo propio del proletariado o de las clases bajas...

—Efectivamente, la gente suele pensar en las clases trabajadoras cuando oyen el término revolución. En la novela, señalo que la clase media está empezando a formar el nuevo proletariado. En el pasado, la clase media disfrutaba de un salario bastante más alto que el de la clase trabajadora, gozaba de un estatus social, y de una educación y formación que le garantizaban una seguridad laboral para toda su vida. Todo eso se ha derrumbado.

—¿La clase media se derrumba?

—Hoy, sus salarios son a menudo más bajos que los de los trabajadores industriales. Los maestros, las enfermeras, los funcionarios... ganan menos que los mineros del carbón, los trabajadores de la construcción, los fontaneros o los electricistas. Y no gozan de ningún estatus o reconocimiento, tal vez alguno muy reducido en ciertos casos, y mucho menos de seguridad laboral. Pueden perder sus trabajos a los 50 años y verse obligados a jubilarse a esa edad, justo lo que les sucedía a los obreros de antaño. La idea, pues, me vino observando la posición cambiante de la clase media en los últimos treinta años, el crecimiento de su rabia y su sentimiento de derrota.

—¿Cuál ha sido la influencia de los hechos del 11-S en este libro?

—El 11-S introdujo el miedo en nuestra vida cotidiana por primera vez desde la crisis de los misiles cubanos y la amenaza de guerra nuclear en los sesenta. Parte del miedo procede del hecho de que el ataque al World Trade Center no parece ser nada más que un acto de locura. Ha provocado que Occidente sea hostil al mundo musulmán, ha justificado la invasión de Irak y ha ayudado a reelegir a un presidente de los Estados Unidos que se sitúa en la franja más derechista posible. Como dice uno de los personajes de la novela, el sinsentido de los actos de violencia nos causa un terror especial.

—Habla usted de miedo. ¿Tiene J.G. Ballard miedo de alguna cosa?

—No solamente yo, todos vivimos un nuevo clima de miedo. Afecta a la totalidad de nuestras vidas, convierte los viajes en algo más dificultoso, nos hace sospechar de nuestros vecinos, nos anima a recogernos en el interior de nuestras casas, nos convierte en obsesos de la seguridad. Eso no es una buena atmósfera social. Nos sobrevuelan negros nubarrones de pesimismo.

—En este libro cobra gran fuerza su visión crítica de nuestra vida cotidiana. ¿Era ésa su intención?

—Vivimos tiempos peligrosos. La racionalidad y los argumentos no son dominantes en la mayor parte del mundo. El mundo musulmán odia a Occidente, no confiamos en la mayoría de nuestros políticos, que acuden a los llamamientos emocionales y a las mentiras para ganarse al electorado (como Bush y Blair), los partidos de ultraderecha están conquistando terrenos electorales importantes y la superpotencia norteamericana puede fácilmente desestabilizar todo el planeta. A todo ello se añade que la gente siente que los gobiernos de sus países ya no tienen el pleno control de sus economías nacionales. Las empresas multinacionales y el sistema bancario mundial son los que llevan las riendas, y sólo se rinden cuentas a ellos mismos.

—¿Podría comparar los tres volúmenes de su trilogía?

Milenio negro—Los tres libros tienen que ver con la psicopatología de nuestra vida de cada día, con la manera en que la razón ya no domina los asuntos humanos, y con los sistemas desarreglados de pensamiento por los que nos regimos. Las llamadas a la religión y la superstición (como en Estados Unidos) dominan las decisiones sobre el aborto y la pena de muerte, y son utilizadas para justificar la guerra. Quizá nos estamos moviendo hacia una era de locura total, donde el crimen puede ser usado para dar energía a una sociedad (Noches de cocaína),donde la violencia es un estímulo a la creatividad empresarial (Super Cannes),o donde la locura solitaria tiene un sentido (Milenio negro).El escritor es un arquitecto de sueños, en ocasiones pesadillas, y el terrorismo es hoy la mayor de las pesadillas, que puede ser utilizada por los gobiernos para justificar cualquier tipo de acción. Lamentablemente, los terroristas saben eso y lo explotan.

—¿Cómo ha evolucionado su estilo desde sus libros iniciales?

—No soy consciente de mi propio estilo, así que permito a los demás que hablen libremente de él.

—Un tema de la novela es el consumismo como esclavitud. ¿Cree que es realmente un peligro importante?

—El consumismo puede convertirse en una especie de droga. Representa prácticamente la única cultura compartida que tenemos actualmente, el único vínculo entre, por ejemplo, los adolescentes de España y de Hong Kong, o los británicos y los argentinos. La Iglesia, la monarquía, los políticos han perdido su autoridad, y las grandes marcas —Nike, BMW, Pepsi, Armani, etcétera— brillan como estrellas. Les seguimos, como los antiguos hombres sabios buscando al mesías.

—¿Cuáles son las afinidades entre la historia de su novela y el caso real de Jill Dando, la presentadora de televisión británica asesinada en extrañas circunstancias en el año 1999?

—Hay muchos parecidos entre el asesinato de Dando y el del presentador de televisión de Milenio negro. Buscaba un asesinato con escasa enjundia, y las celebridades televisivas tienen una amplísima fama insustancial. Hoy por hoy, nadie sabe realmente quién mató a Dando (incluso la policía está de acuerdo en que resulta improbable que Barry George, encarcelado por el crimen, la haya asesinado). Su muerte podría muy bien haberse producido por ninguna razón en concreto.

Más información:
Contratapa: Playa terminal

            

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