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08/Feb/05




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Juan Maldacena: un físico con alma de poeta

Tiene 35 años, es profesor en el Institute for Advanced Study, en Princeton, Nueva Jersey, y reconocido en el mundo por sus aportes a la teoría de cuerdas. En esta entrevista con la Revista, el físico argentino considerado un genio por sus propios colegas se aleja un poco de los temas científicos más tradicionales y vincula su labor cotidiana con los valores más profundos del ser humano.

(La Revista - La Nación, por Ignacio Escribano) No necesitó ni aceleradores gigantes de partículas, ni poderosos telescopios ni supercomputadoras de última generación. Claro que, como profesor de física en la Universidad de Harvard, y ahora en el Institute for Advanced Study, en Princeton, Nueva Jersey, podría haber contado con toda esa parafernalia a su disposición. O la que fuese, de haberla necesitado. Pero le bastó en cambio con las herramientas elementales del poeta, el músico o el pintor: un lápiz negro, una goma y una generosa pila de papel en blanco. El puso todo lo demás; o sea, lo principal: una intrincada sucesión de complejas ecuaciones genialmente arti-culadas, respaldadas con incansables horas de estudio, dedicación, entusiasmo e imaginación. ¿Cuánto de todo esto último? Verdaderamente mucho.Así fue como, a finales de los años 90 y con apenas 30 años, Juan Maldacena se acercaría, más que nadie, a lo que el resto de sus colegas llevaba décadas buscando: la unificación teórica de los dos grandes pilares de la física que, hasta ese entonces, se antojaban incompatibles: por un lado, la invisible mecánica cuántica -que se basa en la interacción de partículas puntuales dentro del núcleo del átomo molecular; por el otro, la teoría general de la relatividad, de Einstein, que propone una explicación —por medio de la teoría de cuerdas, que sostiene que las partículas no son realmente puntuales, sino pequeñas cuerdas, objetos unidimensionales— de las fuerzas que operan en el cosmos.

El descubrimiento, conocido vulgarmente como "la conjetura Maldacena", le valió al físico argentino el reconocimiento de sus colegas de todo el mundo. No era para menos. Esos garabatos en lápiz y papel, incomprensibles para el grueso de los mortales, se acercaban de manera considerable a una teoría capaz de explicar el origen de todas las fuerzas del universo. Una suerte de teoría de todo que facilitaba enormemente el estudio de la estructura de la materia. Y eso sí era motivo de celebración. A tal punto que, en 1998, en una conferencia mundial sobre supercuerdas, en California, más de 350 científicos de todo el mundo terminaron bailando y gesticulando al compás del nuevo éxito musical: La Maldacena. Sí, La Maldacena. La Macarena, habrá pensado el que suplantó una letra por otra, ingeniosamente, es ahora cosa del pasado.

Con pantalones caqui, una camisa que no da señas de la menor arruga y zapatos abotinados de esos que usan los estudiantes en Boston, Maldacena se expresa con humildad, amablemente, en la casa de sus padres en Caballito. Se toma su tiempo y se arma de paciencia para explicar las más complejas teorías. Nada le quita la sonrisa franca e inocente de la cara. En este sentido, y bastaría sólo con eso, bien podría decirse que se está frente a una persona exitosa. Razones le sobran para serlo.

—¿Cómo es tu típico día de trabajo?
—Básicamente, paso unas 10 horas diarias en la oficina, investigando, leyendo artículos, tratando de resolver fórmulas y problemas.

—¿Siempre con papel y lápiz?
—Así es. La computadora la uso nada más que para chequear e-mails y navegar por Internet.

—¿Trabajás en colaboración con otras personas?
—Sí, en el instituto somos tres profesores que trabajamos en la teoría de las cuerdas, más otros investigadores que colaboran con nosotros.

—¿Cuáles son las consecuencias prácticas de tus descubrimientos?
—No creo que tengan ni vayan a tener alguna utilidad práctica en nuestras vidas; pero sí van a ayudarnos a comprender mejor cómo funciona la naturaleza.

—¿Qué les dirías a los chicos en edad escolar para despertar en ellos el mismo amor e interés que tenés por la física y las matemáticas?
—Que es fascinante aprender, investigar y descubrir cómo funciona, cuál es el lenguaje en el que nos habla la naturaleza; y que para eso la matemática es fundamental. Si queremos hablar con una persona de otro país tenemos que aprender su idioma; lo mismo ocurre con la naturaleza y las matemáticas. De lo contrario, se pierden cosas que nunca se podrán ver. Uno podrá ver la Luna, muy linda, sí, pero lejos estará de comprender la simplicidad de su órbita o de las leyes que gobiernan su movimiento.

—¿La Luna del matemático que calcula el giro de su órbita es la misma que la del poeta o la de dos enamorados?
—Sí, sólo que son distintos aspectos de una misma Luna, que se complementan y enriquecen entre sí.

—¿Cómo definirías a una persona inteligente?
—Como alguien que puede resolver problemas de distintos tipos frente a situaciones nuevas. De todas formas, la inteligencia es un concepto difícil de definir.

—¿Te gusta que te tilden de genio?
—No mucho. No considero que mi inteligencia esté tan por encima de la de los demás, como suele creerse. Sinceramente, creo que mucho de lo que se necesita para el estudio de las ciencias duras es paciencia y perseverancia, y no tan sólo inteligencia. Me parece que se enfatiza demasiado el intelecto y se deja de lado el esfuerzo.

—¿A quién considerás un genio?
—Bueno, hay gente que sí, evidentemente, es mucho más inteligente que el resto. Y no creo que sea mi caso. Sí, por ejemplo, es el caso de Edward Witten, que trabaja conmigo en el estudio de las cuerdas. Es increíble la rapidez con que se le ocurren las ideas.

—¿Y un genio de todos los tiempos, en cualquier aspecto del conocimiento?
—Einstein claramente se destacó, pero hubo muchos. Dentro de la física es más fácil para mí hablar sobre este tema, que es el que más conozco. La teoría de la relatividad es una idea muy singular.

—¿Qué otras cosas, además de la física, te apasionan?
—A mí, básicamente, lo que me interesa son mi familia y la física. A eso le dedico todo mi tiempo.

—Meses atrás, el Dalai Lama alertó sobre la necesidad de que los seres humanos cultiven el altruismo y la bondad en lugar de darle tanta importancia a la ciencia, a fin de traerle paz a la humanidad. ¿Qué opinión te merecen estas palabras?
—Bueno, no creo que sean cosas contradictorias. Me parece muy bien la primera parte de lo que dice el Dalai Lama; con respecto a la segunda, tal vez no tenga un concepto tan claro de qué es la ciencia. No se puede culpar a la ciencia. No creo que sea justo culparla por la contaminación ambiental, por ejemplo. La ciencia nos ayuda a entender mejor la naturaleza, y a controlarla, en el caso de que sea necesario. Por otro lado, las enseñanzas de la ciencia quizá también sean útiles para entender el modo de abordar problemas o razonamientos que puedan ser útiles en otros campos del conocimiento.

—David Bohm, científico y discípulo de Krishnamurti, afirmaba que en el futuro la ciencia se parecerá bastante a la poesía. La ciencia, según él, va a seguir la senda ya recorrida por la filosofía, la literatura, el arte y la música. ¿Por qué creés que hoy están tan disociadas las diversas disciplinas humanas, algo que no ocurría en la Antigüedad?
—Creo que se debe básicamente a la acumulación tremenda que hubo en todos los campos del conocimiento; es difícil llegar a las fronteras de alguno de ellos sin dedicarse plenamente a esa área del saber. Hay una metáfora que dice que el conocimiento es como una isla en un mar de ignorancia: a medida que uno aumenta su conocimiento, las fronteras de la isla aumentan también; pero, al mismo tiempo, cada vez se hace más difícil recorrerla, abarcarla.

—¿Observás esta tendencia a la especialización extrema en tus colegas?
—Bueno, hay una gran cantidad de físicos que son excelentes músicos o que tienen un gran interés por la literatura. No es mi caso. Pero hay una alta correlación entre la física y la música.

—No es tu caso, ¿pero no te sentís un poco artista o artesano con el trabajo que hacés?
—Sí, hay mucha creatividad en mi trabajo, aunque suela creerse que no. Por ejemplo, la teoría de la relatividad general de Einstein es muy linda; hay una gran belleza en su obra.

—En la física se habla mucho de la belleza.
—Así es; en la física la belleza podría resumirse como una suerte de simplicidad conceptual. Y eso no necesariamente significa que las ecuaciones tengan que ser simples. Todo lo contrario. De hecho, las ecuaciones que formuló Einstein eran sumamente complejas, aun más que las de Newton. Sin embargo, la teoría de Einstein es extremadamente más linda; es más geométrica, hay más dimensiones, más imaginación.

—El propio Einstein sostenía que hasta la ciencia, cuando genera ideas poderosas, depende más de la intuición y la imaginación poética del científico que de la dureza de los datos o de la lógica pura.
—La intuición siempre está presente y se complementa con la lógica. Eso que dice Einstein se aplica perfectamente a su descubrimiento de la teoría de la relatividad general. Porque no fue motivada por un dato, sino por su afán de compatibilizar dos teorías: la de la relatividad especial con la de la gravedad.

—¿Cómo te imaginás el futuro en cinco años?
—No creo ser el más indicado para opinar sobre este tema, pero lo que veo es que habrá más comunicaciones, computación extendida. todo el mundo tendrá acceso a Internet y habrá cada vez más aparatos dentro de la casa, todos conectados entre sí y a Internet. Básicamente, todo estará conectado.

—¿No creés que, cuanto más conectados estamos por medio de la tecnología, la sensación de aislamiento y soledad en el ser humano contemporáneo parecería ser cada vez más profunda?
—Bueno, eso es cierto por un lado. Quizá pasa por la pérdida de los lazos familiares. La religión también suele dar cierto sentido de pertenencia. Creo que necesitamos ese tipo de sostenes en la vida.

—¿Sos una persona religiosa?
—Podría decirse que sí.

—¿Rezás?
—Sí.

—¿Y cómo explicarías, científicamente, la fuerza de la oración?
—Esas son dos áreas que prefiero no mezclar.

—Pero creés en Dios.
—Sí.

—¿Y cómo explicarías a Dios?
—No, no lo explico.

—Entonces, ¿cuáles son los grandes misterios de la naturaleza que te desvelan?
—Dentro de la física, el fenómeno del Big Bang. Me encantaría poder comprenderlo y describirlo. Me encantaría comprender el principio del tiempo y el espacio, cómo funciona el cerebro.

—¿Qué te gustaría decirles a tus compatriotas?
—Que tener conocimientos de física también forma parte de la cultura general. Y que comprender cómo funciona el mundo que nos rodea no es simplemente un detalle técnico, sino algo fundamental para valorarlo y quererlo aún más.

—Lo último. ¿Qué premio del colegio valorarías más en cualquiera de tus dos hijos: el del mejor compañero o el del mejor alumno?
—El de mejor alumno. Eso de mejor compañero me pareció siempre algo medio demagógico.

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