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03/May/05



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A 25 años de la muerte de Alfred Hitchcock

"Ingrid, me muero". Así comenzó la última conversación que mantuvo con la que fue una de sus musas, Ingrid Bergman. El 29 de abril de 1980, hace 25 años, Alfred Hitchcock fallecía en su casa de Los Ángeles. Su higado falló, sus funciones renales se hicieron más lentas y su corazón dejó de latir a las 9:17 horas. Sin violencia, sin intriga, sin sobresaltos... "Me retiraré cuando muera", había prometido en una ocasión. Y, tras 53 películas, cumplió su palabra.

(El Diario Montañés) Deseó para su lápida un epitafio que suena a advertencia: "Esto es lo que les pasa a los chicos malos". Nadie se atrevió a colocarlo. Irónico hasta el final, este hijo de un tendero de comestibles y de un ama de casa profundamente católica, creó un arte dentro del séptimo arte. Reinventó un género que hasta entonces deambulaba huérfano y que él mismo definió mejor que nadie: "Por cultura y tradición no podría hacer películas diferentes de las que hago. Me gusta burlarme de la muerte, me encanta concentrar a gente normal y meterlos en situaciones grotescas".

Suspense, misterio, intriga, secretismo... y el eterno rubio femenino. Hitchcock salpicó su filmografía con iconos estilísticos que reflejan su nutrido número de obsesiones, convirtiendo así sus películas en su auténtico legado biográfico. Obsesiones que él sintetizó en una lista que se queda pequeña: la policía, los niños, las alturas y hacer un film peor que el anterior.

Incluso los personajes, mimetizados como los 'alter ego' de la personalidad de su autor, son el reflejo de sus deseos y miedos interiores. Muy lejos de los cánones del cine actual, donde proliferan las caricaturas estereotipadas sin alma ni evolución argumental.

Elogios en Europa

A pesar de ello, su lugar entre los más grandes del celuloide no le fue concedido hasta después de su muerte. Sí es cierto que recibió en vida homenajes, premios y elogios por parte de público y crítica, pero aún carecía de ese aura de leyenda que hoy tiene. La más cruel fue la Academia de Hollywood, que lo nominó en seis ocasiones a los Oscar pero tan sólo le permitió levantar la estatuilla en 1968, cuando recibió el Irving G. Thalberg a toda su carrera. Y el director británico se lo hizo pagar en el dicurso de agradecimiento. Cuando todo el mundo esperaba una apología poblada de cinismo e ironía, Hitchcok se ciñó a un "gracias" y abandonó el estrado.

En Europa, sin embargo, sí apreciaron de inmediato la calidad de su trabajo. Ganó en Cannes en 1946 por Notorius y consiguió la Concha de Plata de San Sebastián en dos ocasiones consecutivas: en 1958 por Vértigo y en 1959 por Con la muerte en los talones. Su popularidad llegó incluso a coquetear con el habla popular gracias a la famosa chaqueta de punto que llevaba Joan Fontaine en Rebeca, prenda que desde entonces en España recibe su nombre en recuerdo a este filme estrenado en 1940.

Además de su extensa labor como realizador, Hitchcock también se atrevió como productor y guionista en algunos de sus films. Pero lo que sin duda más llamó la atención del espectador son sus breves apariciones en 33 de sus películas. Una manía que luego ha sido imitada por el que hoy es considerado, con permiso de Brian de Palma, su más reciente sucesor: M. Night Shyamalan.

En La muchacha de Londres, Hitchcock aparece sentado en el metro leyendo un libro y, cuando más tranquilo parece encontrarse, un niño le hunde el sombrero. Otra de sus famosas apariciones tiene lugar en Naúfragos, donde es la imagen de un anuncio para adelgazar en el periódico que lee uno de los supervivientes. Incluso en su última cinta, La trama, aparece su sombra, como una premonición, proyectándose en el escaparate del local "Muertes y nacimientos".

Todo este trayecto en el cine, desde el primer "acción" hasta el último suspiro, lo recorrió junto a Alma Reville, a quien conoció en 1924 en un programa donde ella trabajaba de guionista. Hitchcok se la declaró a bordo del barco que los llevaba desde Inglaterra hasta Alemania y se casaron en diciembre de 1926. Pero Alma no se reservó sólo el papel de esposa. Fue su ayudante de dirección, guionista y montadora en 19 películas.

Amores de rubia

A pesar del innegable cariño que Hitchcock la profesaba, no pudo evitar las tentaciones que aparecían en forma de rubias esbeltas. El caso más significativo fue el de Tippi Hendren, protagonista de Los pajaros y madre de Melanie Griffith. Él se obsesionó con la actriz hasta tal punto que le confesó su amor: "Ayer soñé contigo (...) ¿no comprendes que eres la mujer de mis sueños? Si no fuera por Alma...".

Pero al margen de los vaivenes de su vida personal, el don de Hitchcock sigue vigente, después de 25 años, en cada uno de los fotogramas que filmó. Un grito con estridencias en la ducha, un avión pisándonos los talones, un curso de escalada en el Monte Rushmore, un pájaro con secuelas psicóticas, una ventana a lo prohibido y 53 escalones rodados a golpe de suspense e intriga son su legado al cine.


            

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