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10/Jun/05



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Japón se aburrió de la reproducción y los niños son una especie en extinción

Tres millones de solteros viven con sus padres y la mayoría de las mujeres prefiere esperar a después de los 40 para tener hijos. A este ritmo, la población se reduciría a la mitad para fin de siglo.

(The Observer, Clarín) No parece justo describir a Makoto Nishio y a Mayuko Suzuki como lacras sociales. Son ambiciosos, educados, trabajan mucho y le dedican todo el tiempo que pueden a la familia y a los amigos. Sin embargo, están entre los millones de japoneses de su edad a los que se acusa de conspiradores de una desaparición lenta y dolorosa, la de su propio país.

Ellos colaboraron para poner en marcha una bomba de tiempo demográfica que nadie logró frenar porque, a los 30 y pico, optan por quedarse solteros y sin hijos. Las predicciones de la caída de la población en el mundo industrial no son nada nuevo, pero recién ahora Japón está tomando en serio la crisis que se desata.

Las nuevas estadísticas publicadas la semana pasada demuestran que el año pasado la tasa de natalidad llegó a su nivel más bajo. Si la tendencia persiste, después de llegar a 127,7 millones el año próximo, la población seguirá en caída: a 109 millones en 2050 y a 64 millones para fin de siglo, según el Instituto Nacional de Investigación sobre Población y Seguridad Social de Tokio.

Mucho antes que eso, Japón enfrentará problemas sociales y económicos para los que no está preparado. La fuerza laboral se achicará, el sistema de jubilación corre riesgo de entrar en bancarrota, el crecimiento económico negativo será la norma y las mayores cargas impositivas y de seguridad social afectarán aún más el margen competitivo de Japón.

Frente a esta perspectiva apocalíptica, el mensaje del gobierno a la gente es cásense y tengan más hijos. El único problema es que Japón no escucha. Nishio, 38, es un estereotipo. Egresado de la carrera de matemáticas, trabajó como "asalariado" durante cuatro años antes de abrir su propia consultora de sistemas informáticos hace casi diez años. Tuvo novias —su relación más larga duró un par de años—, pero pierde interés mucho antes de que surja el tema del matrimonio.

"No tengo planeada la vida", dice Nishio. "Nunca pensé 'A esta altura debo casarme, debo tener hijos antes de determinada edad'. Lo mío, básicamente, es una cuestión económica. La economía colapsó en 1992 así que tuve que concentrarme en mi trabajo. No pensé en otra cosa, menos que nada en el matrimonio".

Nishio no es el único que ve el matrimonio y la paternidad como un inconveniente; el amor, dice, puede sostener una relación por un tiempo. "Yo creo que el amor sobrevive los dos o tres primeros años, pero empieza a sufrir después del matrimonio y cuando llegan los hijos". Es uno de los muchos hombres japoneses, cada vez más, que encuentran plenitud en su trabajo y en el ocio y que eligen, a veces pasados los 40, vivir con sus parejas o, en el caso de Nishio, con su madre. Aproximadamente la mitad de todos los hombres solteros japoneses entre 25 y 39 años —tres millones— viven con sus padres. Una de cada cuatro mujeres entre 30 y 34 años estaba soltera en el 2000, comparado con el 7% hace 30 años. La cantidad de hombres solteros de la misma edad alcanzó el 43%.

"La gente que nos echa la culpa a nosotros por los problemas de la sociedad se equivoca", dice Suzuki, una soltera de 30 años. "Mientras seamos felices, nadie tiene derecho a interferir. Las mujeres tienen hijos pasados los 40, así que no me preocupo. Yo me voy a casar y a tener un hijo, pero no ahora". La consecuencia es que los chicos japoneses se están convirtiendo en una especie en extinción. La cantidad de menores de 15 años cayó año tras año en los últimos 25 años, y hoy representan el 14% de la población. Los tamaños de las aulas se reducen. Los parques temáticos cierran por falta de ingresos. Entrar a las mejores universidades de Japón se está volviendo cada vez más fácil por falta de competencia.

En respuesta, las autoridades están diseñando nuevas maneras de aumentar la tasa de natalidad. En la ciudad de Yamatsuri, por ejemplo, las mujeres reciben un millón de yenes si tienen un hijo y en Ishikawa, las familias con tres hijos pueden obtener descuentos en los negocios y los restaurantes. A nivel nacional, el gobierno instó a las empresas a reducir la cantidad de horas extra para que los hombres puedan pasar más tiempo con sus hijos, o para que les quede energía para engendrar más.

El debate recién está llegando al parlamento. Cuando Seiko Noda, una parlamentaria de 44 años del partido demócrata liberal que no pudo concebir a través de fertilización in vitro, instó al gobierno a facilitarle a las mujeres la tarea de tener hijos, un colega de sexo masculino dijo que las mujeres infértiles como ella no tenían derecho a aportar al debate. Noda, que para algunos tiene posibilidades de convertirse en la primera primer ministro de Japón, quiere aumentar los beneficios para los flamantes padres de 5.000 yenes a 50.000 yenes por mes y que se estimule a las mujeres a que regresen al trabajo después de dar a luz.

Su mensaje está empezando a prender. En abril, se les pidió a las empresas que emplean a más de 300 trabajadores que presentaran planes para alentar a su personal a tener hijos. Pero son pocos los expertos que creen que el sector corporativo, que está saliendo de una década de recesión, reducirá las horas extra y le permitirá a los empleados varones trabajar más desde su casa, y volverá a contratar a las mujeres que dieron a luz.

No es que Suzuki, una empleada part-time, no haya tenido suerte en el amor: hace diez años que está con su novio. "No tuve tiempo de casarme. No estoy buscando excusas; hice exactamente lo que quise hacer". Parte del problema, dice, reside en los hombres. Los maridos japoneses que tienen por lo menos un hijo de menos de seis años pasan sólo 21 minutos por día con sus hijos. Como defensa, ellos argumentan que son víctimas de una cultura corporativa que espera una devoción absoluta a la empresa.

De las mujeres se espera que se ocupen de las tareas domésticas y de la crianza de los hijos y, en algunos casos, hacen trabajos part-time al mismo tiempo. Es una propuesta que cada vez resulta menos atractiva. Suzuki dice que su decisión de quedarse soltera y sin hijos, al menos por ahora, tiene que ver con la experiencia de su madre. Su padre murió cuando ella tenía 18 años, dejando su empresa en manos de su mujer, que no estaba calificada para manejarla. "Fui testigo de todo el lío en el que se metió", dice. "Y yo decidí que no quería que me pasara lo mismo. Nadie puede controlar mi vida; sólo yo".


            

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