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Investigan los orígenes de una extraña lengua indígena
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Habría sido utilizada por grupos nativos entrerrianos (Entre Ríos, Argentina). Son más de 250 vocablos y frases que despertaron el interés de los científicos. La consideran un caso
único en América. La conserva una sola persona, que la heredó de sus ancestros. Se presentará el hallazgo en un congreso, en Salta.
(La Nación) El idioma de los indios chanás, perdido hace dos siglos, podría haber sobrevivido en palabras y construcciones desgastadas en una familia
de Nogoyá, en el centro de Entre Ríos.
Blas Wilfredo Omar Jaime, un jubilado de vialidad provincial de 71 años radicado aquí, recordó más de doscientos cincuenta vocablos y frases que atribuye a
sus ancestros nogoyaenses y que motivaron el inicio de una investigación científica.
El último censo nacional demostró que en Entre Ríos existen más descendientes de charrúas y chanás de lo que en general se suponía. Lo que nadie esperaba
era la aparición de un hablante de la lengua de los chanás, que habitaban territorios de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y la República Oriental del Uruguay
en tiempos de la conquista europea.
Tras la publicación de la novedad en el suplemento Campo Centro de La Nación el pasado 26 de marzo, el lingüista José Pedro Viegas Barros escuchó
entrevistas grabadas, analizó el vocabulario, lo comparó con distintas lenguas ya perdidas de la región y elaboró un extenso documento de 15 carillas en el que
concluye que es difícil que el aporte de Jaime sea un fraude y que "merece un estudio muy profundo, que debería comenzar a realizarse urgentemente".
Viegas Barros es investigador adjunto del Conicet, dedicado al estudio de la lingüística histórica comparativa de lenguas aborígenes de la Argentina. Acaba de
publicar la obra Voces en el viento - Raíces lingüísticas de la Patagonia (Mondragón Ediciones), un análisis de las lenguas mapudungun, gününa küne,
haush, selknam, tehuelche, teushen, yagan, alacalufe, guaicaro y chono, y sus dialectos.
La semana última el estudioso visitó a Blas Jaime en Paraná, obtuvo nuevos testimonios sobre su lengua y después anunció que presentará su informe preliminar
en el Congreso de la Sociedad Argentina de Lingüística que se realizará en la Universidad de Salta el mes próximo, "tratando de exhortar a colegas a que
vengan a Paraná a investigar este tema".
El aporte tiene "una gran importancia porque Jaime podría ser el único representante que queda en la actualidad de una lengua y una cultura; la única muestra de
una forma de ver el mundo de una parte de la humanidad. Es un caso raro y único, me parece, hasta ahora en América apuntó el lingüista; una lengua que se
mantuvo de generación en generación, según lo que cuenta don Jaime, transmitida por vía femenina. Se fue pauperizando gramaticalmente, incluso léxicamente.
Pero creo que es la única oportunidad que tenemos de conocer algo de la lengua chaná".
¿Es verosímil su testimonio? "Sí, aparentemente todo es congruente, tanto desde un análisis interno de los datos como comparando con otras fuentes antiguas y
con lo que se podría esperar en un caso así? Para validarlo, lo óptimo sería encontrar otra u otras personas que puedan corregir posibles errores o corroborar
que efectivamente tal palabra significaba tal cosa. Puede haber habido deslizamientos semánticos en la memoria del hablante."
Según Viegas, "en los casos de obsolescencia lingüística, cuando la lengua ya está en estado terminal, es muy frecuente la fluctuación de fonemas. Y eso lo
notamos en el habla de don Jaime".
Palabras que asombran
Blas Jaime, fornido, de piel oscura y estatura de mediana a baja, es tataranieto de Nicasio Santucho, un indio ermitaño de Nogoyá, y aunque sólo terminó
segundo grado posee vasta cultura. Vive en el humilde barrio El Morro, al pie de una barranca, y se expresa con un tono apacible.
Dice que para el chaná el zorrino es un "negrito de mal olor", velá é uticá taé, donde "velá" significa negro, "é" es un diminutivo, "uticá", olor, y "taé", malo, feo.
"Adá" significa mujer. "Adá e", nena. "Tató" significa macho. "Ití", leche. "Atá", agua. El carpincho es un "gordo del agua", ianá atá. Y la laguna es "agua que no
camina": atá re nderé. El puma, un "gato grande amarillo", vuní ó añí, donde "ó" es un aumentativo. Oyí liunal es la hormiga carnívora. Neide es la trampa, sea
para mbalatá o ichí (animales o peces). Y neide abay es la telaraña. Beada es la madre; beada a, la tierra, y vanatí veada, el árbol: hijo de la tierra. Yogüin,
fuego, y vanatí yogüin, humo.
Para decir "yo hablo la lengua chaná", Jaime pronuncia: mití ová lantec yañá. Y para decir "qué lindo día": oblí ocó og dioí.
La lista de expresiones es muy larga, y la investigación recién empieza. Sólo media docena de términos coinciden en principio con los registros del padre
Dámaso Antonio Larrañaga, obtenidos de ancianos chanás en 1815. Pero Viegas Barros apuntó un detalle muy significativo: hay términos registrados por
Larrañaga que podrían encontrar explicación en la nueva versión de Jaime. Ocurre con el verbo timotec, oír. Jaime agrega que timó significa oreja, y que lantec
significa hablar. "Tec sería un sufijo que no fue notado ni analizado por Larrañaga, y el habla de don Jaime nos permite entenderlo", señala Viegas.
Ocurre algo parecido con otras expresiones. Jaime sostiene que tijuí significa padre, y nem espíritu, padre de los espíritus.
Así como aparecen estas perlitas, también Viegas admite que hay palabras usadas por Jaime que son "desconcertantes".
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