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Dolina atrapó a los tucumanos con sus relatos
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El teatro San Martín se colmó de público. El escritor se presentó por primera vez en esta provincia.
(La Gaceta) En la calle Berlín de un barrio de Buenos Aires hay peatones que son atropellados antes de que los vehículos pasen; en una ciudad china
cubierta de niebla, sus habitantes concurren a una playa hasta que advierten que ningún río pasa por allí. Una rica fantasía y una frondosa imaginación, así como
una buena dosis de absurdo, contienen las historias que un narrador cuenta en un bar. Es el Bar del infierno, del que nadie puede salir; es el nombre del
espectáculo que presentó Alejandro Dolina en el teatro San Martín.
Dolina no es cantante, pero canta; no es actor, pero actúa; tampoco es humorista, pero hace reír. En realidad, en Bar del infierno se representa a sí
mismo, como un narrador de historias, que es lo que finalmente realiza por la radio desde hace más de 15 años con La venganza será terrible.
El escritor se presentó por primera vez en esta provincia y conquistó a los tucumanos: el teatro estaba colmado (hasta podía verse gente sentada en el piso
dentro de la sala). Cuando concluyó su show, luego de una hora y quince minutos, de pie, los espectadores lo ovacionaron. Luego, los jóvenes hicieron fila para
saludarlo y buscar su autógrafo en el camerino; muchos se le acercaron después, cuando fue a cenar en un pub de Barrio Norte, cuyo nombre le llamó la
atención, Plaza de Almas.
El espectáculo, que pone 13 artistas en el escenario, entremezcla las historias con los tangos, en particular, aunque no faltan una tarantela y una balada, y las
dramatizaciones de algunos textos. Además del narrador, que personifica Dolina, hay otro narrador, interpretado por Daniel Mactas, que cuenta la historia del
propio bar y de las acciones que se van sucediendo; una pequeña orquesta en vivo (piano, violín y cello) no hace sino enriquecer la propuesta artística.
Pero más allá de los relatos que cuenta el narrador, que supo elegir el libro de la verdad, el Bar del infierno es, propiamente, una historia circular que
apela a una gran paradoja: cuando un ángel les enseña a los parroquianos la puerta de salida, volverán a ingresar y a hacer las mismas cosas: el exterior parece
no existir. Como lo dice el propio autor, "no hay otra cosa que el bar".
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