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Experimento mortal (The void) en DVD y los agujeros negros
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¿Quién dijo que los agujeros negros sólo existen en el espacio?
(El País) - Un experimento fallido de colisión de partículas de alta energía diezma a toda una legión de científicos. Ocho años más tarde, los
supervivientes del fiasco, dirigidos por el malévolo Dr. Thomas Abernathy, deciden repetir el ensayo haciendo caso omiso a los informes que apuntan
catastróficas consecuencias: durante el experimento, comoque podrían darse las condiciones necesarias para generar un microagujero negro... capaz de engullir
la Tierra.
La físico Eva Soderstrom y su compañero, el ingeniero Steven Price, harán frente a los esbirros de Abernathy e intentarán, sorteando intentos de asesinato, evitar
el inminente fin de la humanidad. El argumento pertenece a Experimento mortal (The void, 2001), filme dirigido por Gilbert M. Shilton, estrenado
directamente en formato DVD en España.
Actores: Adrian Paul, Amanda Tapping, French Tickner, Kirsten Robek, Malcolm McDowell, Michael Rivkin.
Director: Gilbert M. Shilton.
Audio: Dolby Digital 2.0 Stereo
Relación aspecto: 16:9 Mejorado
Formato de transferencia: Widescreen
Categoría: Ciencia Ficción/Fantasía
Formato: DVD
Año: 2001
Distribuidor: Universal
Duración: 90 mins
Los físicos estudian la física de las partículas elementales mediante titánicas colisiones. En ellas, sendas partículas se aceleran hasta alcanzar una fracción
apreciable de la velocidad de la luz. Para ello se utilizan gigantescos aceleradores de partículas. ¿Sabía usted que, muy probablemente, dispone de sendos
aceleradores de partículas en su domicilio?
Un tubo de rayos catódicos de cualquier televisor tradicional (o de uno de esos enormes monitores de ordenador, arrinconados por los modernos TFT) es, en
esencia, un acelerador de electrones emitidos desde un cátodo, cuya trayectoria, fijada mediante electroimanes, le lleva a chocar contra una pantalla (de fósforo,
por ejemplo). El impacto ilumina un puntito o pixel en su monitor de televisión u ordenador.
Básicamente, se distinguen dos tipos fundamentales de aceleradores en función de su diseño: los aceleradores lineales o linacs, y los circulares (que a su vez, se
dividen en sincrotrones y ciclotrones). El primer ciclotrón fue concebido en 1929 por el físico norteamericano Ernest O. Lawrence y su equipo. En ellos, se
dispone de dos dipolos magnéticos de forma que producen un campo magnético, uniforme y vertical, en sendas regiones semicirculares (llamadas D, al ser ésta
aproximadamente su geometría), separadas una cierta distancia. Mediante un voltaje oscilante, se consigue acelerar las partículas que atraviesan el espacio entre
las dos D, en cuyo interior trazan un recorrido semicircular, cuyo radio es proporcional a la velocidad de éstas. Globalmente, las partículas describen una espiral
de radio creciente. Así se consigue acelerar partículas a gran velocidad y confinarlas en un recinto de tamaño limitado.
Una variante del ciclotrón, el llamado sincrotrón, utiliza una cavidad circular resonante, de radio fijo. En ésta, se aceleran partículas bajo la acción de un campo
magnético creciente, que se adecua a cada instante, de forma que las partículas describen siempre una misma trayectoria circular. Ejemplos de esta geometría los
constituyen los gigantescos aceleradores del CERN en Ginebra o en Fermilab, Illinois (EEUU). Hoy en día se dispone también de los llamados anillos de
almacenamiento, basados en una tecnología similar a la de los sincrotrones, excepto que se diseñan para retener partículas a una energía constante durante el
mayor tiempo posible.
Mediante colisiones de alta energía es posible recrear, en cierto modo, las condiciones del universo primigenio; pero de ahí a generar agujeros negros en
miniatura, media un abismo. En un interesante artículo publicado en el año 2000 (www.unizar.es/lpdf/hep-ph/9910333), un equipo de físicos, entre los que se
cuenta el Nobel Frank Wilczek, del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, evaluaron diversos "escenarios catastróficos" potencialmente asociados con
experimentos de colisión de partículas de alta energía.
Sus conclusiones descartan tajantemente la posibilidad de generar agujeros negros, formas extrañas de materia, e incluso, una devastadora transición a una nueva
forma de vacío. Inspirándonos en la carátula del filme Experimento mortal, gobernada por la sorprendente pregunta ¿quién dijo que los agujeros negros existen
sólo en el espacio?, podríamos responder que, de entrada, toda una legión de físicos. Aunque, para agujeros negros, el que parece habitar en pleno cerebro del
guionista. ¿Será por ello ese inquietante título original (The void, o sea, el vacío...)?
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