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Rescatan las huellas del mundo árabe en la obra de Borges
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En el Instituto Cervantes de El Cairo, dos conferencias evocaron al autor argentino, uno de los más importantes creadores de la Literatura Fantástica.
(La Nación) - "Reunimos a dos amigos para hacer lo que a ellos les gustaba: hablar de literatura." Con esas palabras, Ana del Puerto, jefa de la biblioteca del
Instituto Cervantes de El Cairo, presentó el encuentro simbólico que anteayer protagonizaron en esta ciudad Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares cuando,
precisamente en la biblioteca que ha sido bautizada con el nombre del autor de "La invención de Morel", se realizaron dos conferencias en homenaje a Borges,
con motivo de haberse cumplido veinte años de su muerte, el 14 de este mes.
Cerca de la hora prevista para que comenzara el acto, los asientos dispuestos en la biblioteca se llenaron de jóvenes egipcios, en su mayoría universitarios, que
estudian español en el Instituto. Los encargados de hablar de Borges fueron el presidente de la Asociación Borgesiana, Alejandro Vaccaro, y Santiago de Luca,
doctor en Letras especializado en la obra de Borges. Las ponencias fueron complementarias y permitieron un completo acercamiento al escritor, tanto biográfico
como literario.
De Luca dedicó su conferencia a analizar ciertos aspectos formales de la obra de Borges y la influencia que en ella tuvo la cultura árabe.
Según De Luca, "Borges es una música y la construcción perfecta de tramas. Música, porque sentía la pasión del lenguaje, como llamó alguna vez a la
circunstancia de asombrarse del fenómeno humano de la lengua. Borges percibía la belleza de las palabras, se detenía en su sonoridad. Era, ante todo, un gran
escuchador".
Uniendo a la musicalidad de Borges la vertiente árabe que De Luca encuentra en su obra, el especialista argentino trabajó sobre "Las mil y una noches".
"En «Siete noches» -contó De Luca- Borges reúne siete conferencias concebidas en encuentros que tuvo con estudiantes. Uno de ellos está dedicado a «Las mil
y una noches» y a lo que Borges denominó diálogo entre Oriente y Occidente. Borges menciona el recorrido de estas leyendas que se hablaban en la India,
después en Persia y finalmente, ya escritas en árabe, se compilaron en El Cairo. Se detiene a escuchar el título de este libro, a disfrutarlo. Dice que es uno de los
más hermosos del mundo. Su belleza, sostiene, reside en el hecho de que para nosotros la palabra mil sea sinónimo de infinito."
Lógica de escuchador
En el mismo sentido, De Luca recordó una reflexión borgeana: "Borges dice que estamos conversando en un ilustre dialecto del latín que se llama lengua
castellana porque eso es también un episodio de esa nostalgia, de ese comercio amoroso y a veces belicoso del Oriente y del Occidente, ya que América fue
descubierta por el deseo de llegar a las Indias. Luego, con la misma lógica musical, de escuchador, Borges se detiene a sentir la palabra Oriente. Escribe que no
debemos renunciar a la palabra Oriente, «una palabra tan hermosa ya que en ella está, por una feliz casualidad, el oro»".
"Hay algo que Borges no dice pero que se ve que está sintiendo -agregó De Luca-, y es que en la palabra Oriente está el oro no sólo por la imagen del sol
emergiendo en el horizonte, sino por una razón musical, por la aliteración, es decir, la repetición en español en las dos palabras del sonido or: Oriente, oro. La
obra de Borges está llena de estas sorpresas poéticas auditivas."
Sobre el cierre de su exposición, De Luca dijo que quería imaginar a Borges "como uno de aquellos que relataban leyendas (las que luego serían «Las mil y una
noches») en Persia; a Alejandro Magno, que dormía con la «Ilíada» y la espada bajo la almohada y con este gesto, sin saberlo, preparaba las condiciones para
que Jorge Luis Borges fuera posible".
A su turno, Vaccaro abordó aspectos biográficos de Borges enlazándolos con su obra. Recordó la infancia del escritor, alimentada por la biblioteca familiar, y la
temprana revelación sobre su destino como poeta que significó el contacto directo con la obra de Evaristo Carriego.
"La formación de Borges estuvo marcada por sus antepasados", contó Vaccaro. "Vivía en una casa donde se hablaba indistintamente en inglés y en español. El
traslado de la familia a Ginebra, en 1914, le permitió incorporar el francés y el alemán. Todos esos conocimientos, siendo sólo un adolescente, le permitieron
acercarse a una variedad de obras y de autores inusual", dijo.
Vaccaro recordó el derrotero de la familia Borges, que en 1918 abandonó Suiza para trasladarse a España, donde el joven intelectual entró en contacto con una
nueva generación de poetas, y los comienzos de su vida literaria en Buenos Aires.
"Borges empieza entonces a buscar su voz narrativa -dijo Vaccaro-. A principios de los años 30 conoció a Bioy y rápidamente congeniaron porque los dos eran
grandes lectores." Vaccaro señaló que el folleto para La Martona que escribieron juntos permite ver la aparición de elementos que constituirían el estilo de
Borges: "La mezcla de citas falsas con citas verdaderas, el humor irónico y el intento de dar verosimilitud a la ficción".
Sobre el cierre del encuentro, el público se interesó por algunos aspectos personales de Borges: la relación con su madre, su opinión acerca de los premios
literarios y, fundamentalmente, su visión del amor y de los sentimientos.
El acto, en el que estuvieron presentes el embajador de España en Egipto, Antonio López Martínez; su par argentino, Osvaldo Pascual, y el director del Instituto
Cervantes de El Cairo, Luis Moratinos, cerró el ciclo de homenajes que Borges recibió en esta tierra tan lejana en los mapas pero tan vecina en los más reales
dominios del espíritu y de la sensibilidad literaria.
Aportado por Alejandro Alonso
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