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07/Sep/06



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La recuperación después de extinciones masivas puede ser caótica

Las hojas mordisqueadas por insectos predadores arrojan luz sobre la recuperación de la biodiversidad después de la extinción que eliminó a los dinosaurios. Dicha recuperación parece que fue mucho más caótica de lo pensado con anterioridad según los paleontólogos.

Nuevas evidencias fósiles muestran que en ciertos momentos y lugares la diversidad de plantas e insectos estaba fuera del equilibrio y no relacionadas como lo están hoy. Por tanto algunas plantas e insectos que se alimentan de ellas pueden no haberse necesitado mutuamente para diversificarse tras una extinción masiva al contrario de lo que hasta ahora se pensaba.

La extinción de la que hablamos tuvo lugar hace 65,5 millones de años, etiquetada como extinción K-T en los estratos, marca el comienzo de la era cenozoica y del paleoceno. La extinción no sólo eliminó numerosas especies de dinosaurios sino que también a muchas otras clases de especies, entre ellos insectos y plantas. Según Peter Wilf ya se sabía que después de la extinción y durante 800.000 años hubo una predación por parte de insectos y una biodiversidad de plantas muy bajas. Después de 9 millones de años se renovó dicha diversidad en ambos, plantas e insectos, pero ¿qué pasó en los 8 millones de años entremedio?

En investigaciones previas se ha sugerido que la diversidad de insectos que se alimenta de plantas puede estar directamente relacionada a la variedad de plantas disponibles para que los insectos se las coman.

Ahora Peter Wilf y su equipo, después de estudiar miles de hojas fosilizadas que fueron mordisqueadas por insectos hace varios millones de años tras la extinción a fines del Cretáceo, afirma que la cosa fue más complicada.

En el bosque moderno la diversidad de insectos es proporcional a la diversidad de plantas. Si hay pocas especies de plantas entonces hay pocas especies de insectos, y así es cómo ha sido en 10 millones de años en el Paleoceno. Pero hay ciertas excepciones que al grupo de investigadores les inspiraron nuevas ideas acerca de la red alimenticia que surge después de una extinción masiva.

El resultado de sus trabajos fue publicado en Science el pasado 25 de agosto. Para ello tuvieron en cuenta 14.999 hojas fósiles de plantas con flores de 14 lugares, 4 del Cretácico, 9 del paleoceno temprano y 1 del Eoceno temprano, encontradas en lo que hoy es Wyoming, Colorado, Montana y Dakota del Norte. Los insectos consumen las hojas de diversos modos, y estos modos de alimentarse son conservados bien en el registro fósil aunque los cuerpos de los insectos estén ausentes. Dichas marcas dan una estimación de la diversidad de insectos y las mismas hojas fósiles la dan de la diversidad de plantas.

La mayoría de las muestras siguieron el patrón esperado: en los sitios del Cretácico se encontró gran diversidad de ambos, y en Paleoceno tardío y Eoceno mostraban señales de recuperación de dicha biodiversidad. Y a lo largo de casi todo el Paleoceno la diversidad de ambos era baja con una diversidad entre 15 y 20 por yacimiento paleontológico.

Pero el equipo encontró dos yacimientos del Paleoceno temprano inusuales que mostraban gran diversidad de plantas comparado con la flora del resto del Paleoceno y justo lo contrario.

Encontraron en un lugar denominado Castle Rock 200 especies distintas de plantas procedentes de árboles tropicales diferentes de otras especies del Paleoceno 1,7 millones de años después de la extinción. Quizás esto se debió a una climatología especial del lugar. Pero las marcas de consumo de hoja por parte de los insectos que se encontraron en dichas hojas indican una diversidad muy baja de estos animales.

En otro lugar (Mexican Hat) al suroeste de Montana encontraron lo contrario: 16 especies de plantas y el número muy elevado de especies de insectos. Los investigadores pueden visualizar diversas especies de moscas, avispas y otros insectos sobre los sicomoros. No habían visto esta saturación de la flora con tantos insectos en ninguna parte de Norteamérica incluyendo el Cretácico previo a la extinción.

Parece además que estas biodiversidades locales so se extendieron a otros territorios, probablemente porque no se daban las asociaciones necesarias entre insectos y plantas para ello.

Sugieren que la extinción destruyó los vínculos ecológicos en la red alimenticia de los ecosistemas. Las diversas especies de plantas y los insectos fueron eliminadas al azar y los herbívoros tuvieron que adaptarse o desparecer cuando las plantas especializadas de las que se alimentaban se extinguieron. Los supervivientes se adaptaron al consumo de otras especies de plantas.

Según el ecosistema se reconstruía los espacios ecológicos estaban disponibles para el oportunismo y en algunos lugares la cadena alimenticia se hizo inestable y fuera del equilibrio. Así en Castle Rock las plantas florecieron en un clima húmedo y casi sin presión predatoria por parte de los insectos debido a unas hojas poco propicias para ser comidas. Mientras, en Mexican Hat, las 16 especies de plantas tenían hojas muy susceptibles de ser alimento de insectos y terminaron por ser el hogar de muchos insectos.

Este desacoplo entre la diversidad de productores y consumidores después de la extinción masiva es un nuevo patrón del registro fósil y los investigadores quieren ahora probar su universalidad. Quizás este fenómeno se dio después de otras extinciones masivas.

Fuente: Neofronteras. Aportado por Eduardo J. Carletti


            

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