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Una inteligencia se desarrolla alrededor de la Tierra
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Tenemos sobre nuestras cabezas una nueva generación de satélites de EEUU que puede pensar por sí mismos. Supuestamente son para bien de la Humanidad,
ya que monitorean posibles desastres naturales, pero...
El volcán indonesio Talang, ubicado en la isla de Sumatra, estuvo inactivo durante siglos hasta que en abril de 2005 volvió de repente a la vida. Se levantó una
columna de humo de 1000 metros de alto y las aldeas próximas quedaron cubiertas con ceniza.
Temiendo una erupción importante, las autoridades locales comenzaron a evacuar a 40.000 personas. Los funcionarios de la ONU, entretanto, lanzaron un
llamado de ayuda: "Los vulcanólogos deben comenzar a supervisar Talang de inmediato".
Pocos sabían que, sobre la Tierra, un pequeño satélite ya observaba el volcán. El satélite EO-1 (por "Earth Observing 1", Observación de la Tierra 1") notó las
señales de peligro y comenzó a supervisar Talang por sí solo. En el momento en que muchos volcanólogos leían sus email de la ONU, "de hecho EO-1 ya tenía
datos", informó Steve Chien, líder del grupo de la inteligencia artificial del JPL de la NASA.
EO-1 pertenece a una nueva generación de satélites que pueden pensar por sí mismos. "Lo programamos que note las cosas que cambian (como la humareda
de un volcán) y realicen la acción apropiada", explicó Chien.
EO-1 puede reorganizar sus prioridades para estudiar erupciones volcánicas, inundaciones repentinas, incendios de bosques, capas de hielo que se romperán en
corto tiempo, cualquier cosa inesperada.
¿Es esta inteligencia verdadera? "Absolutamente", responde el científico.
EO-1 puede pasar la prueba básica: "Si pones el sistema en una caja y lo miras de afuera, sin saber cómo se toman las decisiones, dirías que el sistema es
inteligente", explica Chien. Y su inteligencia está creciendo.
"Estamos enseñando EO-1 a utilizar los sensores de otros satélites". Por ejemplo, de Terra y Aqua, dos satélites de la NASA que vuelan cubriendo toda la
Tierra dos veces al día. Cada uno tiene a bordo un sensor llamado MODIS. Es un espectrómetro infrarrojo capaz de detectar el calor de los incendios forestales
y volcanes, justo de la clase de cosas que EO-1 prefiere estudiar.
"Ponemos los datos de MODIS a disposición de EO-1", dice Chien, "en cuanto Terra o Aqua ven algo interesante, EO-1 puede responder".
EO-1 también toma algo de los sensores en la superficie terrestre, como los observatorios de volcanes de USGS en Hawaii, Washington y la Antártida. Juntas,
las estaciones de tierra y los satélites forman una red de sensores, o una "sensorweb", con EO-1 en el núcleo, recopilando datos y tomando acciones.
Es una nueva manera de estudiar la Tierra a gran distancia. Chien predice que las sensorwebs van ser prácticas en otros planetas, también. Marte, por ejemplo:
"Tenemos cuatro satélites en órbita alrededor de Marte y dos rovers en tierra. Podrían trabajar juntos".
Supongamos que un satélite nota que se está formando una tormenta de polvo. Podría ordenar a otros para que supervisen la tormenta cuando vuelen sobre el
área, y alertar a los rovers o los astronautas: "¡Cuidado, está viniendo una tormenta!"
En la luna, Chien imagina enjambres de rovers explorando la superficie lunar. "Otro buen uso", dice. ¿Qué pasa si un rover encuentra un depósito prometedor de
mineral? Podría llamar a otros para asistirlo, trayendo los taladros y otras herramientas especializadas al área. Con la autonomía de la inteligencia artificial, estos
rovers necesitarían poco cuidado de sus amos humanos.
Otro ejemplo: el Sol. Hay más de media docena de naves espaciales allí fuera con la capacidad de monitorear la actividad solar: SOHO, AS, GOES-12 y 13,
Solar-b, RASTRO, STEREO y otros. Las futuras misiones aumentarán esta cantidad. "Si estas naves espaciales se pudiesen organizar como sensorweb, podrían
coordinar sus acciones para estudiar tormentas solares y proporcionar mejores advertencias a los astronautas en La luna y Marte".
Por ahora, la inteligencia está confinada en la Tierra. El resto del Sistema Solar aguarda.
Fuente: NASA. Traducido por Eduardo J. Carletti
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