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11/Nov/06



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Historieta argentina: Vuelve la revista Fierro

Desde hoy, cada segundo sábado del mes, Fierro, con dirección de Juan Sasturain, se reencontrará con viejos y nuevos lectores, con la vitalidad de sus inicios. Aquí, algunos de sus dibujantes, Juan Sáenz Valiente, Tati, Patricia Breccia, Marinero Turco y María Alcobre, la presentan en sociedad.

Conviene empezar a contarlo como si fuera una de esas historias en las que un tipo quiere volver a juntar a su viejo grupo de atorrantes. En el cuadro uno, se ve al hombre tocando el timbre de una puerta. La viñeta siguiente muestra a un gordito que abre y deja que se adivinen algunos rasgos de un viejo compañero de aventuras. En la otra, ambos personajes llaman hacia el interior de un galpón y los saluda un flacucho que se ha hecho travesti y pastor religioso (simultáneamente). Más o menos de esa manera, para bien o para mal, han ido apareciendo, veintidós años después de haberse juntado a trabajar por primera vez, los guionistas y dibujantes que hicieron escuela en los cien números de la revista Fierro. De manera que a partir de mañana, todos los segundos sábados de cada mes, una publicación de lujo saldrá con Página/12, y dará espacio a los viejos valores pero también a los nuevos irreverentes que el ambiente historietístico venía pidiendo desde hace rato.

Pero todo eso pasará dentro de unas horas. Ahora el dibujante y guionista Tati y las ilustradoras Patricia Breccia y María Alcobre están mirándose con la sensación de estar viajando en el tiempo. En los ochenta se veían seguido, pero ahora son la actualización brusca de un recuerdo. Para certificar que ha corrido el almanaque, está entre ellos Juan Sáenz Valiente, joven ilustrador que, a pesar de haber hecho su primer trabajo profesional con Carlos Trillo, se siente en el cielo entre tantos veteranos del lápiz. Al rato llega otro de los "viejos", Marinero Turco. Con el cuadro completo, da la sensación de que una red inescrutable de tensiones y simpatías vuelve a establecerse.

Algunos han viajado, otros estaban trabajando de cualquier otra cosa y hasta alguno admite que se estaba dedicando a "la bohemia". Juntos, parecen un manojo de angustias que irradia humor. Y el gustito a revancha que da el regreso no opaca los cambios que tanto ellos como el país han experimentado. "¿Cómo va? Tantos años...", rompe el hielo Alcobre, usando con sus colegas un saludo que su generación debería haber patentado hace rato. El resto parece sumido en un enorme déjà vu. Y es Breccia la primera que se anima a un diagnóstico sin eufemismos: "Este es un país que se ha transformado en una cosa tan light, tan estúpida y tan tinellesca que es un gran momento para volver", dispara.

–¿Y qué significa este reencuentro para ustedes a nivel personal?

Tati: –Mi vida no hubiera sido igual sin esta revista. Cuando arranqué, era alguien lleno de fantasmas. A través del acto de contar historias me fui conociendo a mí mismo. Dibujar y hacer guiones es crear vida. Casi como parir hijos. Y tengo mucha fe en lo que inventemos en esta segunda vuelta, porque sin duda estamos en una época mucho más visual que los ochenta y sigo descubriéndome.

Marinero Turco: –Creo que para todos es una etapa de mayor madurez. Una vez fuimos parte de una cosa loquísima, una especie de delirio con todos esos monos y todos esos genios juntos, trabajando. Y ahora no es que haya un perfeccionamiento, pero sí hay una identidad más definida a partir de cierto cambio en las posibilidades de llegada que tienen los más jóvenes. Yo estuve pensando mucho en la razón por la que hemos vuelto a juntarnos justo ahora. Te vas a reír, pero la conclusión que saqué es que en un par de números lo que nos vamos a estar preguntando es cómo carajo no nos habíamos juntado antes.

Promedia la tarde y los dibujantes van entrando en su intimidad vieja, igual que si se hubieran encontrado en una tienda tuarej después de años en el desierto. Una tienda que, por cierto, deja entrar de pronto a Juan Sasturain, que está convencido de que no está en el Sahara sino en la esquina de Chacabuco y Belgrano. El primer jefe de redacción que tuvo Fierro rompe la charla con la alegría de tener en sus manos una nueva criatura. No es un hijo ni un implante, es el número que mañana (y todos los segundos sábados de cada mes) podrá conseguirse en los quioscos por cuatro pesos. Todos los ojos hacen foco en las páginas y Alcobre no puede reprimir el rubor.

La emoción va más allá de lo evocativo. Al fin y al cabo, durante los noventa, la mayoría de los guionistas e ilustradores locales debieron paliar la desaparición de todo un mercado trabajando para el exterior o dedicándose a otros oficios. A pesar de que durante varias décadas editoriales como Columba habían planteado un producto para laburantes, con éxitos como Intervalo o El Tony, el dólar alto —con la entrada masiva de producciones extranjeras—; sumado a la desconexión con los cambios del público, hizo que las editoriales dedicadas a las viñetas de estos pagos fueran desapareciendo para dejar lugar a productos de poca tirada o pensados para un mercado restringido. Así, de a poco se fue acentuando la oposición, dentro del campo historietístico, entre lo supuestamente "inteligente" y lo "popular", con las consecuencias nefastas que esta dicotomía excluyente suele aparejar.

Por eso es que hasta hace muy poco, pocos tenían esperanzas de lanzar una revista de comic masiva a precios populares. Sintonizado con esa nueva apuesta, Tati advierte que la sociedad argentina —y Fierro misma— se está debiendo todavía otro destape, por cuanto "la primera época fue punta de lanza de una liberación que no alcanzó a toda la sociedad argentina. Habría que retomar esa veta y tratar de expandirla sin perder la vocación experimental".

–¿Qué cosas marcaron el estilo de Fierro?

Breccia: Era una revista original, porque era nacionalista...

Alcobre: La palabra nacionalista no me gusta. Es más, creo que teníamos las antenas muy puestas en lo que pasaba en Europa y otras partes. No nacionalista. Era nacional...

Sáenz Valiente: Mi experiencia es totalmente diferente, porque yo me compré la colección entera en Parque Rivadavia hace unos ocho años y te aseguro que aprendí toda la historia de los ochenta gracias a eso. Desde Malvinas hasta el alfonsinismo. Todo está ahí. A veces con bastante delirio... (risas)

Tati: Era argentina. Daba espacio a los autores, algo que en este país se convirtió en una originalidad. Aparecía toda la historia, pero a partir de historias individuales. Eso es espectacular. Yo me desperté una vez tipo seis de la mañana, con la idea de contar cómo un padre no podía tolerar que su perro fuera más inteligente que su hijo. Me cayó del cielo el argumento e hice una historieta. A la tarde fui, la presenté y listo. Era un espacio de libertad para los autores.

Muchos recuerdan la vieja redacción de la calle Venezuela, en la que se encendían polémicas políticas, discusiones y hasta algún cigarrito dudoso. Breccia resume lo que le muestra la memoria: "Era un departamento en el que el día de cierre vos veías dibujantes terminando sus trabajos en las posiciones más extrañas. Un lugar muy pero muy chiquito y lleno de gente". Marinero Turco la mira como desde lejos, y ratifica. "Pasaba cualquier cosa", rememora. "La primera reunión de óxido –recuerda– llenó a pleno la redacción de pibes. Era un delirio mundial."

Fuente: Página/12. Aportado por Eduardo J. Carletti


            

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