Esta es una reseña difícil para mí. En parte porque no soy un asiduo lector del género de terror. En parte porque me
retrasé mucho con ella: ya salió el tercer volumen de Paura, mucho antes de que yo escriba estas líneas. También, ya ha pasado
cierto tiempo
desde que leí el libro, y algunos cuentos se desdibujan en mi memoria.
Pero aprovecharé esta parcialidad de la memoria como excusa y repasaré los cuentos que componen esta antología del terror
español contemporáneo para transmitirles mis impresiones.
En primer lugar, impresiones generales y comentarios sobre la edición. Es un volumen pequeño y grueso de 285 paginas. El papel, la
encuadernación y la tipografía son buenos, el arte de la tapa muy bueno. Si bien no tiene relación con ninguno de los cuentos
en particular, sí que transmite una atmósfera, con colores bien elegidos. Mi única observación negativa es que el grosor del
volumen puede hacerlo incómodo para su manejo con una mano en el colectivo o para la lectura en la cama, cuando uno va por la mitad
del libro.
La impresión es clara, el trabajo de corrección es bueno. No hay traducción en este caso, ya que todos los autores son
españoles.
El colectivo Xatafi hace un trabajo muy interesante con esta antología, brindando un buen lugar para que los autores publiquen relatos de terror con
un buen nivel de exigencia. Son pocas las oportunidades que un lector tiene de hallar un volumen con tan
buenas garantías de que encontrará un mínimo de calidad, seleccionado por gente que sabe lo que hace y lo que quiere. Y más
en el campo del terror, un campo que veo dominado por las modas y más desarrollado en la parte mediática de filmes y videos que
en la literatura. El hecho de que una iniciativa así llegue a una tercera antología anual me parece digno de mención.
Por supuesto, como en toda antología, encontré cuentos que me gustaron mucho, algunos que no me engancharon y otros que me dejaron
indiferente. Pero ninguno era un trabajo flojo, una improvisación o un intento fallido. Son diez cuentos muy variados, con
autores desarrollando estilos muy distintos, temáticas diferentes, unidos únicamente por la exploración del terror sobrenatural.
Paso a hacer un comentario de cada uno, por orden de aparición:
"Dragón podrido", Juan Díaz Olmedo:
Una narración breve, dura, contundente. Un cuento sobre las sorpresas que se puede llevar un turista sexual en el Lejano Oriente, cuando tiene la
mala suerte de cruzarse con una criatura legendaria. El cuento no da un instante de respiro y es una excelente
apertura para el volumen, un comienzo que coloca muy alto el listón de las expectativas del lector. El relato en una segunda persona poco usual es
sólo un condimento más para un cuento magistral, con una idea muy buena y realización poco común.
"Paisaje nocturno con monstruos", David Soriano:
Este es de los que no me gustó, aunque hay un trabajo muy prolijo de construcción. Se construye la atmósfera del temor nocturno de
una niña, se construye el personaje de la niña y a través de ella, la situación familiar con un padre que es un monstruo
mucho más terrorífico que el que acecha allí afuera, en el jardín. Pero éste es el que al final se encarga de proveer un
desenlace bastante previsible. Es para destacar aquí la dosificación de los elementos y el ritmo utilizado para esta construcción.
"Marcado tres veces", Rodolfo Martínez:
El multipremiado y multifacético Martínez nos trae un cuento con un carismático narrador en primera persona, una especie de
detective privado que busca cosas raras. Esta vez, el encargo de un cliente es buscar al Anticristo, siguiendo una pista de triples
seises. Y la conversación y las explicaciones cuando encuentra lo que buscaba (que no es lo que esperaba) son imperdibles, formando algunas de las
mejores escenas que recuerdo sobre el tópico. Una grata sorpresa, un cuento muy bien armado y cerrado, en
una narración más que amena y con una idea interesante.
"Capítulo LIII", Manuel Díaz Román y Salvador Huete:
Este es un cuento bastante largo, por extensión bien valdría para novela corta, ocupando un buen tercio del total de páginas del
volumen. Es muy bueno, aunque se halla un poco fuera de lugar en este libro. Lo encontraría más acorde con una antología del
cuento de terror del siglo XIX, me recuerda al Horla de Maupassant o a alguna otra narración francesa de terror de esa época. Está
ambientado (y muy bien, por cierto) en el siglo diecinueve y cuenta la conversión de un joven provinciano en sirviente de
un misterioso señor oscuro, descendiendo a infiernos personales cada vez más oscuros. Es una historia que se ha desarrollado muchas veces y de
muchas maneras, y aún así este dúo de autores encuentra la manera de hacer un aporte interesante y original sobre
el tópico. Las descripciones del paisaje moral del protagonista y el buen desarrollo del cuento justifican ampliamente atravesar su extensión.
"Volverás", Marc R. Soto:
Desentona un poco en el conjunto, poco más que un ejercicio de taller literario este monólogo en primera persona de un zombi. Un zombi
creado por la tecnología pero zombi al fin, sin escapar a los tópicos del género, mucho más cerca de Romero que del
vudú.
Un cuento corto que se desliza rápidamente a un final bastante previsible, ejercicio breve y correcto, pero no más.
"Al final de este viaje", Santiago Eximeno:
No es realmente un cuento de terror, lo situaría en la frontera entre realismo mágico y fantástico maravilloso. Sobresale la
descripción de ambiente, Eximeno nos lleva a una Habana (donde nunca he estado, pero de la que he leído bastante) nueva para mí.
Allí esboza un personaje interesante y muy querible, un hombre de otra época (por viejo, no por un recurso fantástico). Este hombre se
encuentra con dos... seres (que el cuento se cuida mucho de decir sin decir qué son, en un delicado juego de indicios).
Y ellos le plantean una decisión definitiva. No quiero decir más, que ya dije demasiado, pero es un hermoso cuento.
"A fin de cuentas", Julio Abelenda:
Otro cuento breve, no por previsible menos entretenido. Estrafalarias revelaciones predicciones en formato de balance contable, escritas por un contador
loco que las busca con un insólito método en un lugar poco común: la estación del tren. De nuevo, no
puedo decir más para no revelarlo todo sobre esta pequeña escena, digna de un capítulo de "La dimensión desconocida".
"El rey mago", David Jasso:
Un cuento macabro, truculento, muy bien escrito y con varias vueltas de tuerca. El mundo de un niño traumatizado por la paranoia de los reyes magos
que saben todo lo que hace y si se porta bien o mal, un pensamiento terrorífico si los hay. Traumatizado
también (y hay varias coincidencias con el Paisaje nocturno con monstruos, aunque el de Jasso me resulta mucho mejor) por un padre golpeador y
violento. Esto se combina explosivamente con los actos de un degeneradillo que trabaja de Rey mago en un shopping
y... voilà! Cuando el elemento fantástico entra a tallar, el cuento se cierra rápidamente en un final muy disfrutable, con un remate espectacular.
Ahora, eso sí, no dejen que Jasso cuente historias a sus niños.
"Atracción turística", Sue Burke:
Una de vampiros, con visos de originalidad. Vampiros como atracción turística, aprovechando la fascinación que estas misteriosas
criaturas rodeadas de sensualidad desde su victoriano origen producen. Un vampiro torturado por un problema inconfesable, y
la gente que hace cualquier cosa para fomentar el turismo... NO es de los que más me gustaron, pero es breve y conciso. Si se estirara más,
sería malo; en esta justa medida se puede disfrutar de la anécdota.
"El hombre de la pala", Alfredo Álamo:
Magnífico cierre para la antología, uno de los mejores cuentos. En el estilo clásico de los cuentos de terror, el estilo de Poe y de los
grandes maestros del género. Una historia de cementerio y enterradores, de gente que vuelve de la tumba. Un cuento
que realmente, pero en serio, da miedo. Y es que de eso se trata, aún en esta época tan sacudida, tan racionalizado todo. Y por ello le asigno
una de las calificaciones más altas y puedo decir (sin temor) que es de lo mejor.
En fin, repasando el volumen encontré una temática que apareció en varios cuentos, y es que el elemento terrorífico,
fantástico y sobrenatural suele ser mucho menos terrible, asusta mucho menos y tiene menos impacto que los verdaderos monstruos, que son
las personas. Que somos nosotros mismos en el espejo deformante de la literatura de terror, deformados y grotescos... pero podemos reconocernos allí.
Y si no nos atrevemos a reconocernos, podremos ver claramente a nuestro hermano, al vecino, al tío o al
concuñado que se refleja allí detrás.
El volumen me pareció altamente satisfactorio, como dije arriba, aún los menos buenos de estos cuentos son trabajos destacables y es una
garantía que cualquier lector que disfrute del terror o la fantasía puede tomar con tranquilidad de no quedar defraudado.
Pero no lo dejen al alcance de los niños...