25/Abr/07

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Parecen humanos y a veces hasta son más inteligentes

Según investigaciones, estos monos tienen igual capacidad que el hombre en algunas tareas, pero son más memoriosos.

Desde siempre se afirmó que los humanos y los monos son primos lejanos. Sin embargo, los chimpancés se encargan de darle a la ciencia argumentos para sostener que este parentesco es mucho más cercano.

Los científicos cuentan cada vez con más evidencias sobre similitudes entre los comportamientos y habilidades de ambos, que hacen que algunos piensen en los caprichos de la evolución. Estudios más recientes muestran que más allá de las diferencias entre ambas especies los genes del Homo Sapiens y los de los chimpancés difieren sólo en un 1,23 por ciento.

Esas similitudes entre ambas especies, según los científicos, van más allá de las expresiones de sus rostros y sus pulgares oponibles. Los chimpancés despliegan un destacable abanico de comportamientos y de talentos: elaboran y usan herramientas simples, cazan en grupos y toman parte de acciones agresivas y hasta violentas. Además, estas criaturas son sociales y aparentan ser capaces de empatía, altruismo, autoconciencia, cooperación para resolver problemas y de aprender a través del ejemplo y la experiencia.

Como si fuera poco, un reciente congreso de primatólogos, reunido en Chicago, dio cuenta de algunas ventajas de estos simios sobre el género humano en ciertas tareas que dependen de la memoria. Investigadores de la Universidad de Kyoto presentaron un video de un joven chimpancé que en un juego de memoria tenía mejores resultados que algunos voluntarios.

Frans de Waal, de la Universidad de Emory, presentó estudios que muestran que los chimpancés, al igual que los humanos, suelen recurrir al sexo en señal de reconciliación, aunque sin limitarlo a la intimidad. Además, tienen una faceta altruista, de empatía e instinto de ayuda, rasgos poco frecuentes en los animales (existen también en los elefantes y los delfines), pero "típicos" de la especie humana.

Fuente: la Razón. Aportado por Daniel Antokoletz