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"Medusa": novela española de especulación científica escrita a cuatro manos
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Un thriller científico especula sobre una plaga planetaria de las gelatinosas y urticantes criaturas.
Medusa (Plaza & Janés), es el título de la obra escrita a cuatro manos por dos amigos que viven en Barcelona,
Sergio Rossi y Toni Polo, biólogo marino del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC uno, periodista
el otro, que acaba de publicarse y que narra un suceso no por imaginario menos estremecedor: una plaga mundial
de esos animales gelatinosos y urticantes que amenaza con provocar el caos total en el planeta.
Al inicio de la novela, en la línea de los thrillers científicos de un Michael Crichton, una especie desconocida de medusas
ha proliferado de manera espeluznante en todos los océanos hasta convertirse en una amenaza para la pesca, el turismo
-que ha bajado, se nos informa, un 70 % en la zona mediterránea- e incluso el tráfico marítimo, pues las masas de
gelatina de sus cuerpos son capaces de colapsar los sistemas de refrigeración de los barcos. Dos expediciones
científicas rivales, una estadounidense y la otra europea -liderada por un biólogo catalán- tratarán de detener la plaga
desde su fuente, en un profundo cañón marino en la costa de Namibia.
Rossi y Polo, que se basan en datos científicos y defienden que en su novela todo es como mínimo "plausible", no
han imaginado una medusa gigante y maligna que se coma a la gente sino algo más sutil y científico: una minimedusa
capaz de comportamientos sorprendentes y que se manifiesta en blooms, "crecimientos exponenciales incontrolados" de
¡hasta 500 medusas por metro cúbico de agua! La verdadera protagonista de la novela -que se lee con fruición- es
esa fabulosa Gillaia inexpectata, cuyo nombre es un homenaje al jefe de Rossi, el biólogo marino Josep Maria Gili y
que, pese a su capacidad devastadora, no llega a 30 milímetros.
"El mensaje no es que hay que matar al bicho en plan Spielberg, sino que hay que parar a los culpables de su
proliferación, que somos nosotros, los seres humanos, por la sobreexplotación de los mares", explica Rossi. Las
medusas proliferan mucho en la realidad, dice el biólogo, no sólo en el Mediterráneo, sino en los fiordos de Noruega o
el Mar Negro. "Y van a ir a más". Si queremos que dejen de sobreabundar "hay que levantar el pie del acelerador de la
pesca", pues las especies que más se capturan son sus grandes depredadores.
En la novela uno esperará en balde que las medusas den cuenta de algún personaje o al menos del malo -un ambicioso,
mediático y tramposo científico estadounidense apóstol de la fast science y que sueña con ser editor de Science-. "Lo
sabemos, tuvimos la tentación, pero no hemos querido presentarlas como monstruos -al cabo las medusas son pasivas,
las arrastra el mar, no van a por los bañistas- sino como organismos interesantes y complejos, criaturas que pese a ser
endebles e insignificantes son capaces de crear un daño económico enorme: son pequeñitas pero joden mucho".Para los
autores, las medusas, esas "frágiles hijas del mar" como las denominaba Michelet (los que han sufrido su picadura las
saludan con adjetivos menos poéticos), son "bonitas" y "especialmente fotogénicas". Lo que no es óbice para que
puedan matarte. Rossi pone como ejemplo a las cubomedusas, "extremadamente tóxicas: si te pican mueres" y recuerda
que en Australia provocan más fallecimientos las medusas que los tiburones.
Fuente: El País. Aportado por Francisco Costantini
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Más información:
ELPAIS.com
La invasión de las medusas gigantes
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