04/Jul/07!f>
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La neuroteología investiga la creación inducida de experiencias místicas
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La base neurológica de la espiritualidad puede activarse de diversas formas
La revista Slate comenta en dos artículos de reciente aparición
las investigaciones que se desarrollan respecto a los
comportamientos religiosos humanos y su posible base neurológica. Según estas investigaciones, algunas experiencias
místicas aparentan ser el producto de determinados patrones
del comportamiento electromagnético de nuestras propias neuronas.
Dichos patrones pueden propiciarse con cierto tipo de actividades (como los impulsos electromagnéticos o el consumo
de determinadas sustancias), de lo que se infiere que la
espiritualidad podría no ser un hecho consciente trascendente, sino inmanente al cerebro, y que por lo tanto puede
propiciarse; tal vez; cuando lo deseemos.
En el primero de los artículos, titulado "How to wire your
brain for religious ecstasy" John Horgan nos habla de la
"God
machine", un dispositivo del que se hizo eco en 2004 la revista
Nature y que, desarrollado por el neurocientífico Michael Persinger, parece capaz de inducir experiencias místicas en sus usuarios, gracias a unos
solenoides que, colocados en la parte exterior del cráneo,
estimulan en el cerebro determinados pulsos electromagnéticos.
Persinger es uno de los estudiosos del campo de la neuroteología (que aspira a explicar el fenómeno religioso desde los
presupuestos de la neurociencia), rama de la ciencia que va
calando con profundidad en la sociedad por sus curiosos métodos para la inducción de experiencias religiosas.
Como tales podrían definirse las experiencias espirituales que parecen sustraernos de nosotros mismos. En realidad,
estas experiencias se han vivenciado desde tiempos
inmemoriales, sin necesidad de artificios, gracias a determinadas actividades como la meditación, el yoga o la oración,
con las que el cerebro parece ser capaz de desarrollar patrones
de comportamiento electromagnético que producen las mismas sensaciones que los solenoides, por ejemplo.
Los caracteres biológicos místicos
Pero la "God machine" no ha sido el único intento de reproducir en laboratorio, de manera artificial, este tipo de
sensaciones. Ya en 1950, el neurocirujano canadiense Wilder Penfield, al preparar a
sus pacientes epilépticos para la cirugía, los estimulaba
exponiendo sus cerebros al efecto de electrodos. Resultado: algunos de ellos comenzaron a oír voces y música e incluso
a percibir apariciones como respuesta a la estimulación en la
región cerebral conocida como lóbulo temporal.
Más recientemente, ha habido otros intentos de provocar las experiencias religiosas, como el llevado a cabo por otro
neurocientífico, Todd Murphy, que realizó una versión de la
God machine llamada Shakti (término hindú de la divinidad).
El genetista Dean Hamer, del National Cancer Institutes de Estados Unidos, afirmó la existencia de un gen asociado con
la auto-trascendencia o la espiritualidad, y Rick Strassman,
un psiquiatra de la universidad de Nuevo México sugirió que, si dichos genes están vinculados a una sustancia, la
dimeltitriptamina, único psicodélico que se sepa produce de manera
natural nuestro cerebro, se podría modificar artificialmente la genética para modular nuestros niveles de religiosidad.
En su libro The Spirit Molecule, Strassman presenta evidencias de que esta sustancia puede producir visiones místicas,
alucinaciones psicóticas e incluso de abducciones de
extraterrestres; así como experiencias cercanas a la muerte. Por eso, Strassman señala que nuestra capacidad mística
natural puede ser aumentada modificando los genes que
producen la dimeltitriptamina.
El cerebro religioso
Otros intentos los han protagonizado las sustancias psicodélicas como el LSD o el psilocybin, agente activo de los
llamados "hongos mágicos". Esta sustancia puede inducir experiencias místicas y espirituales idénticas a las descritas por
personas que han tenido vivencias de
este tipo a lo largo de los siglos, según se desprende de los resultados de experimentos desarrollados en la universidad
estadounidense John Hopkins.
¿Pero qué sucede en el cerebro cuando éste se ve sometido a tales estímulos? Tal y como comenta el segundo artículo
de Slate, el científico Andrew Newberg de la Universidad de
Pennsylvania estudió los cerebros de monjes franciscanos y budistas dedicados a la meditación descubriendo que en
ellos había una mayor actividad en el lóbulo frontal (asociado
con la concentración y la atención), mientras que el lóbulo parietal, vinculado con la información sensorial, tenía escasa
actividad en estas personas.
Esta investigación reveló asimismo que la actividad del encéfalo se modifica con las actividades espirituales. La actividad
se
intensifica en la parte frontal del cerebro cuando se desarrolla la concentración propia de la meditación o de la oración.
Al mismo tiempo, se reveló un descenso de la actividad en la
región de los lóbulos parietales, que es la que desempeña la función fundamental para ubicarnos en el espacio y la que
permite al yo distinguirse de los demás.
Posibilidades
Este descenso de la actividad en los lóbulos parietales origina percepciones espaciales anormales y la pérdida del
sentido habitual de uno mismo que se tiene en estado de vigilia. Es
en ese momento cuando se posibilita la así llamada experiencia mística, que es la que permite a un sujeto trascender su
identidad individual e identificarse con la totalidad que se
supone sustenta al universo físico conocido.
Por otro lado, investigaciones realizadas por Richard Davidson, de la Universidad de Wisconsin, con monjes tibetanos
demostraron también que los patrones de
electroencefalogramas de estas personas presentaban mayores niveles de ondas gamma durante períodos de
meditación, e incluso después de éstos.
Estas investigaciones han puesto de relieve que existiría por tanto un patrón de comportamiento cerebral en el caso de
las experiencias espirituales. La cuestión sería la siguiente: si se
conocen métodos artificiales para provocar esas mismas experiencias religiosas y se sabe el efecto de dichos métodos
en el cerebro, ¿podremos algún día integrar de manera artificial
dichas experiencias en nuestras vidas?
Según John Horgan, los neuroteólogos podrían encontrar pronto una tecnología definitiva que nos permita desarrollar la
sensación de trascendencia o de espiritualidad de manera
permanente y sin efectos secundarios.
Fuente: Tendencias21. Aportado por Gustavo Courault
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Más información:
Científicos canadienses estudian si existe una zona específica en el cerebro para comunicarse con Dios.
El éxtasis de los hongos mágicos
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