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13/Jul/07



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Publicaciones recibidas: "La gente del cielo", de E. Verónica Figueirido

Reseñamos esta novela de "primer contacto" —la más reciente apuesta del editor Juan Jose Aroz—, donde las ideas priman sobre el estilo.

Tal vez, antes de comenzar con las apreciaciones sobre La gente del cielo de E. Verónica Figueirido, convenga poner las cosas en contexto. El trabajo de Juan José Aroz como editor de la colección Espiral Ciencia Ficción (en el marco de la cual aparece esta novela) ha estado siempre signado por la honesta búsqueda de nuevos talentos. Esto es encomiable: es una tarea que, con altas y bajas, se ha extendido por doce años y que ha obtenido numerosos reconocimientos. Publicar un libro no es un trabajo menor, y cualquier cosa que se haga por la difusión de los artistas del género merece el mayor de los respetos. Ese mérito aumenta cuando la búsqueda de talentos trasciende España y avanza hacia América Latina, tal la intención del editor según explica en el prólogo.

Con todo, uno se pregunta si hay interés en "trabajar" codo a codo con esos nuevos (o futuros) talentos para que la obra a publicar sea la mejor posible. O, al menos, los frutos de esos trabajos no se ven. Me refiero a una lectura crítica, a la detección previa de las fallas o los apurones en una obra, al "tallereo" para corregir, potenciar y esclarecer donde fuera necesario. En Tanatomanía de Sergio Parra (publicada también por Aroz), este fenómeno comenzaba a percibirse. En su momento dilaté la reseña, pensando que podía hacer más daño que contribución. En La gente del cielo el problema es aún más evidente.

En el pasado, hemos visto un buen trabajo entre el editor y el autor en otras colecciones hispanoamericanas, como Línea C, de Interzona. Quien fuera responsable de ese sello, Marcelo Cohen, se tomaba el trabajo de leer, criticar, sugerir, y hasta rechazar con notable altura los textos que le eran enviados. Desde luego, ése también ha sido siempre el espíritu que animó a la revista Axxón.

Las editoriales pequeñas no siempre pueden contar con grandes firmas literarias, acceso a una distribución de gran visibilidad, o grandes recursos de marketing. El trabajo sobre las obras recibidas, la revisión de las traducciones (donde las haya) y una edición cuidada son parte de las cosas a las que sí tienen acceso estas editoriales (sólo requieren tiempo, trabajo serio, sentido crítico, paciencia para aprender de los errores), y conforman el sello de prestigio de la casa. Últimamente, esto no se nota en muchas editoriales chicas españolas (al menos de lo que llega a mis manos). Las razones de este fenómeno (que no me atrevo a criticar porque todos hemos tenido nuestro "pecado de juventud", pero es necesario señalar) escapan a mi capacidad de análisis, e incluso sería poco prolijo que ese análisis lo hiciera alguien que lo ve desde lejos. El debate está abierto.

Como bien se señala en el prólogo, el universo de La gente del cielo, tiene un antecedente en el cuento del mismo nombre aparecido en abril de 1994 en Galileo Ciencia Ficción y Fantasía, editada por Juan Carlos Verrechia. Desde aquel cuento a esta novela ha pasado mucha agua bajo el puente. De hecho, se nos señala que hubo veinte años de escritura de los distintos relatos que forman la novela (lo que nos hace suponer que el proceso comenzó en 1986 o 1987). La pregunta de millón es: ¿Hubo evolución en la obra o en el estilo literario? Eso es precisamente lo que vale la pena responder.

Un paréntesis. A propósito de la publicación del más reciente libro de Pablo De Santis, quien tuviera a su cargo la presentación —el escritor Juan Sasturain— afirmaba que merced al trabajo de pulimento y revisión de De Santis, el lector quedaba convencido de que no hay otra forma de contar esa historia. Definía: "Eso es estilo". Y "estilo" es, precisamente, de lo que carece La gente del cielo. Vemos una evolución en los aspectos formales desde aquel relato aparecido en 1994. Sin embargo, esta novela deja en evidencia que la autora carece de ciertos recursos estilísticos y de la maña para disimular esta carencia.

En esta historia de "primer contacto" —donde tres humanos quedan abandonados a sus propios medios en un planeta de seres alados—, se nota que hubo una idea prometedora y muy poca pericia para llevarla adelante. A la sazón, el mismo problema que exhibía Tanatomanía, de Parra, en un contexto literario distinto, claro.

Volviendo a La gente del cielo, para muestra basta un botón. Tratándose de un primer contacto, resulta vital ver como ese contacto se articula. Se nos cuenta que los humanos descienden sobre un planeta inexplorado, parecido a la Tierra, realizan unos pocos experimentos, y al poco tiempo son abordados por los alados. Los nativos virtualmente desmantelan el transbordador humano y dejan a los protagonistas sin modo de volver a la nave madre. Los humanos buscan refugio. Los alados se apiadan de ellos y regresan a los restos del transbordador, para luego seguir las huellas humanas hasta el refugio. Se da el encuentro. La frase que describe ese momento culminante es: "Allí estaban, tres humanos frente al nativo del planeta. Cada uno observando al otro."

Después de un corte en el relato, el siguiente párrafo comienza: "Varias veces había ocurrido la conjunción de las lunas desde que los humanos se instalaran en el poblado. La novedad principal ya había pasado…"

Alguien debería decirle a la autora que se dejó por el camino algo importante, y que los lectores atentos van a echar en falta esa omisión. El problema no es que no haya contado esos primeros días en el poblado de los alados, sino que eso que no contó se nota: costura de hilo sisal en vez de zurcido invisible.

Esta falencia se ve en toda la novela. Cuando habla un geólogo sin sonar como tal, cuando una bióloga pretende dar a ojo la datación de unos huesos (provenientes de un planeta que no conoce), cuando las dos razas (humanos y alados) se comunican por señas pero la transcripción de ese diálogo suena a que hablan fluidamente en el mismo idioma. De lejos se intuye que cuando la autora esquiva o simplifica un tópico es porque no sabe cómo abordarlo de manera más adecuada o cómo esquivarlo de manera más elegante. Repito: No es necesario que la autora sea experta en geología o biología, o que cuente todo. Sólo es necesario que el lector no se dé cuenta de las omisiones. Que intuya que no hay otra forma de contar las cosas que como la cuenta la escritora. Un buen "tallereo" podría habernos ahorrado la exhibición de los costurones.

Si dejamos de lado estas falencias, entonces emerge la idea del relato. Y allí la cosa se vuelve más interesante. Porque, contra viento y marea, hay algo que hace que queramos saber. Personajes que logran llamar a atención del lector.

Desgraciadamente, hay otra decisión de parte de la autora que es, al menos, cuestionable. Porque apenas comenzamos a encariñarnos con los personajes, comprendemos que se trata de una novela generacional. Y que, si bien hay un misterio que persiste de generación en generación a modo de paraguas, los saltos de tiempo y la desaparición de personajes hacen que el relato (o, mejor dicho, el sentimiento del lector respecto del relato) se enfríe.

Justo es decir que la autora arremeterá contra lo que sea (incluyendo las expectativas del lector) para llegar al puerto de destino de la novela. Es discutible si ese proceder permite alcanzar un buen material de lectura.

Alejandro Alonso para Axxón y Garrafex News.

Fuente: Axxón. Aportado por Alejandro Alonso

Más información:
Hemos recibido: "La gente del cielo"

            

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