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La genética es clave en una de cada tres personas violentas
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¿Por qué ciertas personas son tan violentas? ¿Se nace o se hace uno violento? Emil F. Coccaro, de la Universidad de Medicina de Chicago, trata de responder
a estas cuestiones desde la década de 1980.
¿Por qué ciertas personas son tan violentas? ¿Se nace o se hace uno violento? Emil F. Coccaro, jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de la
Escuela Pritzker de Medicina en la Universidad de Chicago, trata de responder a estas cuestiones desde la década de 1980.
En ensayos clínicos administró a un grupo de personas violentas fluoxetina (comercializado como Prozac, un fármaco para tratar la depresión). El resultado fue
que podía calmar a los individuos menos agresivos al incrementar los niveles de serotonina, un neurotransmisor cerebral (regula la transmisión entre neuronas).
Sin embargo, hasta ahora, la fluoxetina no puede aplacar el comportamiento de las personas más violentas.
Ahora, el equipo que dirige Coccaro ha comenzado a analizar los datos recopilados durante cinco años para un ambicioso estudio sobre la heredabilidad de la
violencia y los efectos de la serotonina en pacientes gemelos. Su equipo ha seleccionado de entre la población normal de Pensilvania, en Estados Unidos, a
1.500 parejas de gemelos. El estudio biológico llevado a cabo en el laboratorio de Chicago se ha visto reducido a 200 parejas de gemelos por problemas
logísticos.
Los primeros análisis indican que en alrededor del 30%- 40% de las personas que participaron en el estudio, la violencia tiene un componente genético clave,
según Coccaro. Existe una gran controversia sobre el origen de la violencia, pero este investigador tiene claro que tanto la genética como el entorno son
responsables. Coccaro impartió la semana pasada en Barcelona una conferencia organizada por la Obra Social de La Caixa sobre el cerebro violento.
La administración de fluoxetina a personas muy violentas produce efectos muy variables: "El 30% de individuos muy agresivos dejaban de serlo; el 45%
mejoraba su comportamiento, y en el resto mejoraban los síntomas pero seguían siendo personas que teníamos que considerar agresivas", explica Coccaro.
¿Por qué no funciona la fluoxetina con las personas más violentas? "Pensamos que estos individuos tienen problemas fundamentales en el sistema
neurotransmisor de serotonina del cerebro. Este sistema puede estar tan dañado que los medicamentos no pueden actuar. Es algo parecido a lo que sucede en la
enfermedad de Parkinson: las células de dopamina mueren y el fármaco no funciona porque no hay nada sobre lo que pueda trabajar".
El gen que codifica el transportador de serotonina tiene diversas versiones; según como sea este transportador puede producir depresión o violencia. Los que
padecen depresión tienen bajos los niveles de serotonina y de norepinefrina, otro neurotransmisor. En cambio, los pacientes agresivos tienen bajo el nivel de
serotonina, pero tienen un nivel normal o alto de norepinefrina. "Comparado con un vehículo, la serotonina sería el freno y la norepinefrina, el acelerador: en un
paciente depresivo no funciona ni el freno ni el acelerador, el coche no se mueve, está apagado. En una persona agresiva, el freno no funciona pero el acelerador
funciona bien o va muy rápido", explica Coccaro.
El grupo de este psiquiatra también está realizando estudios de neuroimagen y psicológicos sobre el procesamiento emocional en personas agresivas y también
en personas de comportamiento normal. "A ambos grupos les mostramos fotos de expresiones emotivas, de caras, y hemos observado que en las personas
agresivas se activa más la amígdala cuando se les muestra la fotografía de la cara de una persona enfadada, y no se activa tanto el freno emocional en la parte
frontal del cerebro; es decir, la conexión entre ambas partes no es tan fuerte y entonces funciona más el acelerador y menos el freno".
La amígdala aceleradora
En la gente normal sí que funciona este sistema, y aunque haya más actividad de la amígdala [el acelerador del comportamiento agresivo], también se incrementa
la actividad del freno, que compensa el exceso de actividad de la amígdala, dice. "Con el tratamiento farmacológico con fluoxetina, por ejemplo, que calma la
actividad de la amígdala, hemos visto que existe una relación fuerte entre la baja actividad de la amígdala y un descenso en la agresividad".
Al haber realizado este estudio con pocos individuos, el grupo ha solicitado financiación pública para realizar otro ensayo con un mayor número de pacientes",
añade.
La furia intermitente
Los arranques de ira potencialmente violentos y desproporcionados, como la furia al volante, son cada vez más habituales en la población. Quienes sufren estos
estallidos de rabia al menos tres veces al año y acaban hiriendo a otra persona o rompiendo objetos son diagnosticados con un trastorno explosivo intermitente,
que puede iniciarse en la adolescencia y predisponer a otras enfermedades mentales, como la depresión o el alcoholismo.
Se pensaba que era un trastorno poco común, pero un estudio de las universidades de Harvard y Chicago de 2006 en el que participó el psiquiatra Emil F.
Coccaro reveló que puede afectar hasta el 7,3 % de los adultos estadounidenses. Coccaro cree que es un trastorno infradiagnosticado o que se puede confundir
con otros. El mayor ritmo de vida, la presión social que padecen muchas personas y el estrés están potenciando el trastorno explosivo intermitente, añade
Coccaro.
Informado sobre la actualidad española, este psiquiatra pone como ejemplo de detonante el continuo mal funcionamiento de los trenes de Cercanías en
Barcelona, un calvario para muchas personas que tienen que madrugar más para llegar a tiempo a su trabajo. "La persona predispuesta se levanta de la cama
sabiendo que va a tardar mucho más; está mucho más cerca del límite de explosión", dice. La psicoterapia de la ira, los antidepresivos y otros fármacos que
estabilizan el humor permitirían aumentar el umbral de la reacción.
Fuente: El País.com. Aportado por Diego Barcia
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