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11/Mar/08



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Un mamut 10.000 bajas calorías

Roland Emmerich no acierta con el tono épico que pedía "10.000 AC", y todo se torna monótono y aburrido.

Había una vez una tribu llamada yagahl. D'Leh y Evolet, bella de ojos celestes, la integran. El padre de él se fue en circunstancias poco claras, y ella, huérfana de pequeña, fue adoptada por la tribu. D'Leh es un joven cazador de mamuts, ya que no aparece otro animalejo en hectáreas a la redonda durante muchos años. Por suerte, antes de que se vuelva anciano llega una manada, animación digital mediante. Se ve que lo que sobraba hace 10.000 años era eso: suerte y horizonte abierto.

El destino de D'Leh implica inexorablemente el futuro de su tribu. El muchacho tiene que soportar una culpa por algo en lo que no tuvo mucho que ver —su padre abandonó la aldea, y se ve que eso hace cien siglos no se hacía—, pero que es suficiente para que lo miren torcido. Cuando D'Leh deja también a su tribu, pero por un motivo explícito: quiere recuperar a su amada, secuestrada, es allí donde 10.000 AC se parece más y más a una telenovela de las tres y media de la tarde. Porque los encuentros y desencuentros, la liberación de Evolet seguida de su pérdida inmediata no hace más que provocar resoplidos impacientes en la platea más que preocupación alguna.

El viaje que D'Leh haga para recuperar a Evolet, sí, adivinó, le servirá para descubrir qué paso con el padre, pero también —si es un héroe, tiene que demostrarlo— para salvar a los suyos de la esclavitud. En ese periplo, el director Roland Emmerich lo hace enfrentar a estos malvados jinetes (se habla de demonios de cuatro patas) de esa tribu que se dedica a arrasar aldeas y capturar esclavos —igualito a lo que mostraba Mel Gibson en Apocalypto, con la que temática más que estilísticamente tiene puntos de conexión—, incluye la aparición de un tigre diente de sable amigable (para el héroe, no para los otros) y algunos bicharracos que cuando atacan parecen hacerlo con el método del velocirraptor, para aquellos que vieron Jurassic Park. Para los que no la vieron, no importa.

El problema es que nada de lo que pasa despierta el menor interés en el espectador, todo se ve sin compromiso alguno. Las luchas son varias, pero no por estar filmadas con brío o una cámara que no detiene jamás le otorgan ritmo al relato.

El paisaje, el entorno, o allí donde se mueven D'Leh y Evolet es más atractivo que los personajes mismos. La cámara panea por montañas nevadas, desierto, jungla o pirámides, pero si lo que debería ser continente y observarse de fondo se transforma en lo más atractivo para ver... Las presencias de los depredadores impresiona, pero...

Lo cierto es que parece que la película hubiera sido reeditada, cortada y aligerada, una explicación para que tantas cosas no tengan peso o resulten inconexas. La voz en off (¿de quién es? se preguntarán los espectadores, al margen de que sea la de Omar Sharif) no aporta nada, más que una molestia adicional, un motivo más de distracción. ¿Habrá sido adrede?

Como varios de los títulos de Emmerich (Godzilla, El día después de mañana), en 10.000 AC no hay progresión dramática sino sumatoria de escenas con suspenso.

En el original la película se titula 10.000 B.C. ¿B.C. será por bajas calorías?

Fuente: Clarín . Aportado por Gustavo Courault

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