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Nuestro cerebro está predispuesto a la jerarquía
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Unos investigadores muestran que para nuestros cerebros es tan importante el dinero como el estatus social que tenemos.
¿Qué es más importante el dinero o el estatus social? Según los investigadores National Institute of Mental Health la región del cerebro denominada estriatum los sopesa uno contra el
otro a la hora de tomar decisiones, siendo los dos importantes. De hecho los circuitos neuronales implicados se activan por eventos importantes relacionados con un cambio en el
estatus jerárquico tan intensamente como cuando se gana dinero.
Los que sueñan con una sociedad sin clases sociales puede que se frustren con este resultado, pues la percepción de la jerarquía estaría profundamente grabada en nuestros
cerebros, y por tanto en nuestra naturaleza biológica.
Además, estos investigadores sugieren que nuestra posición social influye intensamente en nuestras motivaciones, así como en nuestra salud mental y física.
En estudios previos se mostró que el estatus social es un buen indicador de la salud. En animales estresados por su posición social se observo que tenían problemas cardiovasculares
y padecían ansiedad y depresión. En un estudio clásico realizado en el funcionariado del Reino Unido se comprobó que los individuos de menor rango tenían más probabilidades de
tener problemas de salud y mayores posibilidades de morir prematuramente. Un rango bajo comprometía la salud a través de sus efectos psicológicos. De este modo, la limitación
del control sobre nuestras propias vidas o de nuestras relaciones con los demás, inherentes a tener un rango bajo, pasaba finalmente una factura en la salud. Por otro lado, en
jerarquías con movilidad, en las que se podía subir y bajar en el escalafón, se vio que aquellos que estaban en la cumbre sufrían de problemas ligados al estrés ante la posibilidad de
poder perder su posición.
Caroline Zink, Andreas Meyer-Lindenberg y sus colaboradores usaron resonancia magnética funcional para estudiar este asunto. Para ello crearon una jerarquía artificial con 72
voluntarios que jugaban individualmente a un juego de ordenador especialmente diseñado con el que podían ganar dinero real mientras que se vigilaba su actividad cerebral. Se les
asignaba un rango en una jerarquía ficticia basado en sus supuestas habilidades jugando al juego en relación a otros "jugadores" simulados. Los sujetos del estudio, a los que se
sometió al experimento individualmente, desconocían que los otros jugadores con los que jugaban simultáneamente eran ficticios. Pero mientras jugaban los participantes reales
podían ver las puntuaciones y fotos de los otros "jugadores" inferiores o superiores en rango y que supuestamente jugaban en otras habitaciones simultáneamente. Los investigadores
podían controlar el efecto que los resultados de los demás tenían sobre el individuo estudiado manipulando los resultados de los jugadores ficticios.
Se les aseguró que los resultados de los demás no afectarían sus ganancias monetarias, tendrían por tanto efecto solamente sobre su posición en la jerarquía.
Aunque sabían que la puntuación de los demás no afectaba a sus propios resultados y recompensas (de hecho se les dijo que lo ignoraran), la actividad cerebral y el comportamiento
de los participantes se veían fuertemente influenciada por su propia posición en la jerarquía frente a la de los demás. Es decir, los jugadores se preocupaban por su puesto en la
jerarquía pese a que no influía en el dinero que ganaban.
Según Zink el procesamiento de la información jerárquica parece estar fuertemente arraigado en nuestros cerebros, ocurriendo incluso fuera de un ambiente "competitivo",
subrayando lo importante que es para nosotros.
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Actividad cerebral cuando el jugador veía que la posición de otro jugador de rango superior era inestable y por tanto tenía la posibilidad de subir en la
jerarquía.
Entre los resultados encontrados se pueden citar que el estriatum ventral respondía a la posibilidad de subir o bajar en el rango tanto como a una recompensa monetaria, confirmando
el alto valor del estatus social.
Con solamente ver a un jugador de mayor rango, a diferencia de uno inferior, se activaba un área cerca de la parte frontal del cerebro que parece medir a las personas, realizándose
un juicio interpersonal y asignándose un estatus social.
Un circuito en la parte frontal central del cerebro, que procesa las intenciones y motivaciones de los demás, y las regiones profundas del cerebro, que procesan las emociones, se
activaban cuando la jerarquía terminaba siendo inestable y permitía una movilidad hacia arriba o hacia abajo.
Jugar mejor que un jugador de rango superior activaba regiones que controlan la planificación acciones, mientras que al jugar peor que un jugador inferior se activaban regiones
cerebrales asociadas con el dolor emocional y la frustración.
Actividad cerebral cuando el jugador era consciente de que un resultado le catapultaba a un rango más alto en la jerarquía
Cuanto más positiva era la disposición o estado de ánimo experimentada por los jugadores al ganar más intensa era la actividad cerebral en la circuito de dolor emocional cuando
veían un resultado que les bajaba en el escalafón. Es decir, la gente que sentía más felicidad cuando ganaban sentía más dolor cuando perdían. Esta activación del circuito del dolor
emocional podría estar detrás del riesgo de sufrir problemas de salud derivados del estrés entre individuos competitivos.
La clave es que todo esto proporciona la prueba de que nuestro cerebro considera la posición jerárquica tan importante como otro tipo de recompensas y que medimos nuestros
beneficios en función de los beneficios de los demás. Nuestro cerebro sería exquisitamente sensible a la posición jerárquica. Si la jerarquía es estable podemos ignorar a aquellos que
están por debajo y concentrarnos en los que están por encima. Si es inestable, y podemos perder nuestro estatus, entonces aparecen las emociones y los problemas.
Ahora estos investigadores están planeando seguir con el estudio en pacientes con problemas mentales, como esquizofrenia o autismo. Además están explorando unas particulares
variantes de genes que podrían afectar la respuesta cerebral en este tipo de experimentos.
Fuente: NeoFronteras. Aportado por Gustavo Courault
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