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La complejidad reclama una revisión del concepto de Dios
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La incesante creatividad del universo no puede reducirse a leyes físicas
El escritor Michael Shermer revisa en un artículo de Scientific American el concepto de Dios a partir de las ideas que
plantea el último libro del biólogo norteamericano Stuart Kauffman. En su libro, Kauffman reclama la existencia de un
Dios completamente natural, que explicaría la incesante creatividad de los sistemas que componen el universo, en los
niveles de mayor complejidad. El reduccionismo, que permite conocer las partes que componen cualquier entidad, no
alcanza a explicar la auto-organización de dichas entidades, señala. Y Dios sería tan sólo el nombre para aquello que
escapa a las leyes físicas, añade.
Michael Shermer, historiador de la ciencia y escritor de ciencia divulgativa norteamericano, además de fundador de la
Skeptic Society, ha publicado recientemente en la revista Scientific American un interesante artículo sobre la ciencia
"sagrada".
¿Puede la emergencia romper el hechizo del reduccionismo y devolver la espiritualidad a la naturaleza?, se pregunta
Shermer. El concepto de emergencia, según la filosofía, hace referencia a aquellas propiedades o procesos de un
sistema no reducibles a las propiedades o procesos de sus partes constituyentes.
Este concepto ha adquirido renovada fuerza a raíz del auge de las ciencias de la complejidad, que son aquellas
disciplinas que hacen uso del enfoque de sistemas (esfuerzo de estudio interdisciplinario que trata de encontrar las
propiedades comunes a los sistemas que se presentan en todos los niveles de la realidad), dando lugar a estudios
teóricos y aplicados como la Cibernética.
Según explica Shermer, a principios del siglo XVII, el matemático Galileo Galilei, que sería el primer científico de la
época moderna, desarrollador de un sistema experimental-matemático de la ciencia, estableció el objetivo de descubrir
regularidades en la naturaleza que pudieran dar lugar a leyes físicas.
El lugar perdido de Dios
Esta cosmovisión mecánica llevó a que, en adelante, los científicos buscaran la red de causalidades que explicaría
cualquier fenómeno complejo del mundo, reduciéndolo a sus partes componentes más simples. Órganos, células,
química, bioquímica... todos los objetos y modos de estudio tendieron a partir de entonces al reduccionismo.
En un cosmos que, desde esta perspectiva, comenzó a parecer completamente explicable por este sistema, ¿qué lugar
quedaba para Dios?, se pregunta Shermer. Para responder a esta difícil cuestión, Shermer alude al libro Reinventing
the Sacred (Reinventando lo Sagrado), escrito por Stuart Kauffman.
Kauffman es un biólogo teórico estadounidense, especializado en el estudio de los sistemas complejos y famoso por sus
teorías sobre la auto-organización de la materia, que han complementado la explicación ordinaria del darwinismo y las
teorías de la complejidad. En español ha sido publicada su obra Investigaciones: complejidad, autoorganización y
nuevas leyes para una biología general (Tusquets, 2003). En Tendencias21 publicamos el año pasado un extenso
artículo en el que se explican sus ideas y aportaciones.
Dios y la incesante creatividad
Kauffman, según explica Shermer, le da la vuelta al reduccionismo con la teoría de la emergencia y de la
auto-organización, fenómenos que, dice, no pueden ser explicados por las leyes de la física.
Para Kauffman, la "incesante creatividad del universo natural, de la biosfera y de las culturas humanas" puede ser
llamada Dios, que sería solamente "un nombre escogido" para nombrarla.
En el universo emergente que Kauffman defiende, el reduccionismo no estaría equivocado sino que, simplemente, sería
incompleto, porque, aunque ha ayudado a dar grandes pasos a la ciencia a lo largo de la historia, no puede explicar
misterios aún no resueltos, como el origen de la vida, la biosfera, la conciencia, la evolución, la ética o la economía.
En el caso de la biosfera, por ejemplo, Kauffamn señala que el marco científico newtoniano nos serviría para conocer
sus variables, las leyes por las que éstas se interrelacionan o las condiciones iniciales de la biosfera. Sin embargo, todos
estos datos no nos servirían para predecir sus futuros estados.
Y este problema no es sólo consecuencia de una falta de potencia en las herramientas de registro y procesamiento de
datos (en este caso, los ordenadores), señala Kauffman, sino que es un problema ontológico de causas diversas a
niveles distintos. Algo completamente nuevo emerge a niveles altos de complejidad (algo que no puede reducirse a las
leyes físicas). Ese "algo", parece decir el científico, obliga a replantearse la idea de Dios.
Dios 2.0 versus 1.0
Michael Shermer, por su parte, señala que diferencias ontológicas similares existen en la emergencia auto-organizada de
la conciencia, la moral, y la economía. En un libro reciente publicado por este autor, The Mind of The Market
(Times Books, 2008) se demuestra cómo la economía y el desarrollo son sistemas adaptativos complejos que aprenden
y crecen a medida que evolucionan desde lo simple a lo complejo.
Asimismo, el libro demuestra que ambos fenómenos desarrollan sus propios sistemas de retroalimentación autodirigida.
Este nivel de complejidad de ambos sistemas no puede ser deducido por la física, explica Shermer.
Se trataría, por tanto, de un proceso creativo de emergencia, que, en cualquier lugar observado, llega a resultar
sorprendente y sobrecogedor, y llenar de gratitud y de respeto. Sería, según Kauffman, un Dios, un Dios completamente
natural, sinónbimo de la absoluta creatividad presente en el universo.
Según Shermer, Kauffman sería uno de los científicos actuales más espirituales. "Pero", escribe Shermer, "soy escéptico
con que su versión del Dios 2.0 (una deidad digna de culto) desplace algún día al Dios 1.0, a Yahveh, cuyo programa
de la Edad de Bronce ha estado funcionando durante 6.000 años en el software de nuestros cerebros y de nuestra
cultura".
Fuente: Tendencias 21. Aportado por Graciela
Lorenzo Tillard
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