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¿Cuál es el debate en materia de clonación humana?

En esta columna de opinión, aparecida en Clarín del 28/1/02, el biólogo Henri Atlan (profesor emérito de la Facultad de Medicina de París y ex director de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales) defiende algunos métodos de clonación terapéutica humana en detrimento de otros, establece diferencias, habla de las profundas implicaciones éticas y condena a la clonación humana con fines reproductivos

La clonación llamada no reproductiva, o incluso terapéutica, consiste en utilizar una transferencia de núcleo de célula adulta a un óvulo desnucleado para cultivar en vitro (en laboratorio) cepas celulares embrionarias, y luego linajes de células o tejidos que puedan utilizarse, sobre todo mediante transplantes, con fines terapéuticos.

En ningún momento se contempla la implantación en un útero, lo cual excluye toda posibilidad de embarazo y, por ende, de nacimiento de un niño. En otras palabras, esta técnica no es una técnica de procreación sino una forma de fabricar linajes de células o tejidos genéticamente idénticos al individuo del cual se extrajo la célula adulta de la cual proviene el núcleo utilizado.

Por eso, para no confundir esta técnica con la que consiste en hacer nacer niños, a la manera de la oveja Dolly y otros mamíferos "clonados", es preferible no hablar aquí de clonación sino más bien de transferencia de núcleo somático. Esta técnica debe evaluarse en comparación con otras técnicas susceptibles de ser utilizadas con el mismo fin de cultivar cepas celulares embrionarias. Otras dos técnicas son teóricamente concebibles y ya comenzaron a ser ensayadas en animales, del mismo modo que la transferencia de núcleo somático.

Una consiste en utilizar embriones producidos por fecundación in vitro y hacerlos desarrollarse durante unos días, hasta que produzcan cepas celulares capaces de ser puestas en cultivo. Es evidente que estos embriones luego se destruyen pues en esas condiciones no se plantea la posibilidad de que se desarrollen.

Esta técnica tiene la ventaja de utilizar cepas celulares embrionarias producidas en forma normal, fisiológica, no verdaderos embriones, producidos por fecundación. Tiene el inconveniente, amén de la necesidad de utilizar dichos embriones con fines de investigación o tratamiento, de producir linajes celulares que no son genéticamente idénticos a las personas enfermas a las que deberían beneficiar. En trasplantes a esas personas se presentarían problemas de rechazo inmunitario que deberían ser tratados como en los trasplantes de órganos habituales.

Otra técnica consiste en utilizar cepas celulares embrionarias presentes en los tejidos adultos. Esta técnica sería ideal pues sólo utilizaría células extraídas de una persona adulta, por ende, genéticamente idénticas a ella. Los linajes celulares o los tejidos cultivados a partir de estas cepas celulares no plantearían, pues, ningún problema de rechazo al trasplantarse a esas personas. Además, no necesitarían utilizar embriones humanos como medios de investigación o tratamientos médicos.

Lamentablemente, esta técnica resulta todavía muy problemática debido a la extrema escasez de esas cepas celulares embrionarias en los organismos adultos y las dificultades que derivan de ello para aislarlas o cultivarlas. Sin embargo, a partir de ese descubrimiento, se han hecho avances importantes.

Hay quienes desean que esta técnica se prohíba pues ven en ella la puerta abierta a las prácticas de clonación reproductiva. No es así.

Perjuicios

La clonación reproductiva implicaría implantar el óvulo modificado por transferencia de núcleo en un útero femenino. Ahora bien, esto constituiría una experimentación humana en condiciones doblemente inadmisibles. Experimentación, en primer lugar, en las mujeres a las cuales se efectuarían esas implantaciones, cuando en realidad todos los ensayos en animales muestran que la probabilidad de embarazo anormal y de aborto sería muy elevada.

En segundo lugar, experimentación en los pocos niños que llegarían a término y que, según los resultados de los mismos ensayos, tendrían todas las chances de presentar anomalías graves de desarrollo. El hecho de que dos o tres médicos locos y/o sin escrúpulos hayan convencido a decenas o centenas de mujeres de prestarse a semejantes experimentos no elimina de manera alguna su carácter criminal.

No hay nada de eso, obviamente, en el caso de la preparación de linajes de células por transferencia de núcleos somáticos. Por cierto, para la primera etapa de la clonación reproductiva sería necesario el perfeccionamiento de la técnica de transferencia de núcleo propiamente dicha, y eso es lo que hace temer que el desarrollo de una técnica facilite el de la otra. En realidad, no es así.

Los criterios de éxito o de fracaso de la técnica no son los mismos en ambos casos. Habría que pasar por un embarazo y un nacimiento eventual para evaluar el éxito, o más probablemente el fracaso, de la clonación reproductiva, mientras que en la producción de cepas celulares por transferencia de núcleos somáticos solamente deben apreciarse las propiedades biológicas, eventualmente terapéuticas, de linajes celulares.

El éxito en un caso podría perfectamente no impedir un fracaso en el otro. Que se permita o se prohíba lo que se denomina "clonación terapéutica" no cambia nada en cuanto a las perspectivas de una eventual clonación reproductiva. Sólo la interdicción absoluta de toda experimentación en mujeres con el fin de hacer nacer niños clonados puede impedir semejante práctica, en la medida que se la criminalizara. Y se haría sobre todo porque semejante interdicción se corresponde con las normas habituales sobre experimentación humana y reúne un gran consenso en la comunidad de biólogos.

Una objeción fundamental a la "clonación terapéutica" tiene que ver con la cuestión de la naturaleza y del status de un embrión humano. La transferencia de núcleo somático para cultivar cepas celulares es presentada con frecuencia como una eventual fabricación de embriones humanos con fines de investigación o tratamiento, y no para hacer nacer un niño. Se habla entonces de instrumentalización o cosificación del embrión humano.

El debate se presenta a menudo como una alternativa entre cosificar o instrumentalizar el embrión humano —con la ofensa a la dignidad humana que eso implicaría— y trabar la investigación con los inconvenientes de índole "utilitaria", terapéutica, científica y económica que derivarían. Planteado en estos términos, el debate ético parece cerrado entre una preocupación moral por un lado y una búsqueda de utilidad y beneficio por el otro.

Pero esa forma de plantear el problema es el resultado de múltiples confusiones creadas por la utilización abusiva de los términos clonación y embrión. Se trata, en realidad, de utilizar una técnica de transferencia de núcleo somático —o sea de tejido adulto— a un óvulo del cual se retiró previamente el núcleo. La célula obtenida de esta forma es un puro artefacto, que no existe en ninguna parte de la naturaleza en lo que a los mamíferos se refiere.

Para bien —o mal— ahora sabemos, desde el nacimiento de Dolly, que si ese artefacto celular es implantado en un útero, puede, bajo ciertas condiciones no todavía totalmente dominadas y con una posibilidad todavía muy escasa, desarrollarse como un embrión y producir un organismo adulto. ¿Debemos hablar, con todo, de embrión si no se plantea la cuestión de implantarlo en un útero femenino, y si la técnica se reduce a manipulaciones en laboratorio que no pueden producir, en el mejor de los casos, más que linajes de células? Es allí, ante todo, donde debe ubicarse el debate, en vez de considerar ya sabida la respuesta a esa cuestión de definición y hablar luego de instrumentalización de embrión humano.

¿Son embriones?

Quiero defender la tesis de que se trata de una instrumentalización pero que ésta afecta a artefactos celulares producidos sin fecundación, y no de embriones, aunque esos artefactos puedan, en determinadas condiciones, presentar propiedades comunes con las de embriones en desarrollo. Esta distinción me parece sumamente importante, sobre todo si respetamos la posición, considerada maximalista, de quienes, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia Católica, estiman que un embrión humano es una persona humana a partir de la fecundación. ¿Por qué hablar aquí de embrión y más aún de persona humana, cuando no hay fecundación?

Antes de que naciera Dolly, a nadie se le habría ocurrido considerar un embrión al fruto de una transferencia de núcleo somático a un óvulo desnucleado. Pues todos —o casi todos— los biólogos coincidían en considerar imposible el desarrollo de semejante célula en un organismo adulto.

Desde Dolly, y luego los terneros, ratas y cerdos que siguieron y nacieron, más o menos normales, de la misma manera, se considera que un óvulo cuyo núcleo fue reemplazado por un núcleo somático es un embrión. Por lo menos —nos dicen algunos— aunque no sea exacto desde un punto de vista estrictamente biológico —pues se trata de un puro artefacto, célula artificial producida sin fecundación— hay que considerarlo "éticamente" como un embrión, pues puede llegar a serlo. Pero sucede que nada hay más oscuro que esta noción de potencialidad. Un germen puede llegar a ser un árbol. Las semillas pueden producir una cosecha. ¿Significa que un germen es éticamente un árbol o las semillas, una cosecha en pie? Por el contrario, no veo qué tendría de ético dejar de lado el esfuerzo de la naturaleza (y de los hombres) que desemboca en transformar el germen y las semillas en árbol o en cosecha.

En el caso que nos ocupa, es mucho peor: se trata de una potencialidad de embrión, o sea, una potencialidad de potencialidad. Desde ese punto de vista, si consideramos que un embrión es una persona, o incluso una potencialidad de persona desde la fecundación, sería mucho más coherente oponerse a la utilización de los embriones supernumerarios —que son verdaderos embriones producidos por la fecundación— que a la de células producidas por transferencia de núcleos somáticos a óvulos.

Por último, señalemos que ensayos de transferencia de núcleos somáticos a óvulos de vacas terminaron hasta ahora en fracaso. ¿Qué pasaría si una mejor comprensión de los mecanismos de "reprogramación" de un núcleo adulto por el citoplasma de un óvulo permite cultivar cepas celulares embrionarias a partir de semejantes células artificiales? Los genes cromosómicos serían idénticos a los del o la donante enfermos y los factores citoplasmáticos serían de origen animal. Estas células artificiales nunca llevarían al desarrollo de ningún organismo, ni humano ni animal, y realmente no se ve a partir de qué podrían ser calificadas de embriones, aunque tuvieran algunas propiedades comunes con células embrionarias, y pudieran por ello utilizarse con fines terapéuticos o simplemente de investigación.

Hay quienes hablan al respecto de transgresión de la barrera de las especies. Pero mientras las técnicas no afecten más que a células y moléculas, esta "barrera" —que en ese caso no lo es— es "transgredida" todos los días en la utilización de células de origen animal o bacteriano, o híbrido, para producir medicamentos o prótesis, sin que plantee el menor problema ético. Salvo que se considere, como algunas corrientes religiosas o sectarias, que toda intervención en los procesos naturales es mala y que la enfermedad y la muerte serían entonces "éticamente" superiores.

De hecho, estos procesos técnicos muestran hasta qué punto el afán de definiciones simples que permitan pegar etiquetas definitivas sobre lo que es un embrión, lo que es una persona humana, etc., fracasa toda vez que estamos ante procesos evolutivos en los cuales lo que no es una cosa o alguien puede llegar a ser esa cosa o esa persona.

Por cierto, la técnica y la fabricación de artefactos vivos contribuyen a hacer volar por los aires las definiciones esencialistas, pero la técnica sólo puede tener éxito en la medida que se someta a las leyes de la naturaleza, aunque sea para dominarla mejor. Debemos extraer de esto una lección: renunciar a definiciones esencialistas y buscar y aceptar definiciones evolutivas.

Volviendo a nuestro problema, lo que no es un embrión puede, bajo ciertas condiciones, convertirse en embrión. Lo que no es una persona humana puede, bajo ciertas condiciones, llegar a ser una persona humana. El debate ético se desplaza entonces a las condiciones de tales devenires. Aquí, la implantación o no implantación en un útero femenino no es, con todo, un "detalle" de la técnica que no modificaría en absoluto los datos del problema.

Una última objeción a la fabricación de cepas celulares por transferencia de núcleos somáticos consiste en invocar la necesidad de extraer grandes cantidades de óvulos femeninos, con el riesgo de una desviación hacia utilizaciones mercantiles del cuerpo humano. Este argumento no resiste demasiado si esas donaciones de óvulos con fines terapéuticos vuelven a encuadrarse dentro del marco de los actos de solidaridad cuidadosamente reglamentados, como las donaciones de sangre, de tejidos o de órganos.

Además, la extracción debería ser muy poco traumática, cuando no nada traumática. Pero además, no son indispensables óvulos femeninos para todas las investigaciones sobre la fabricación de cepas celulares por transferencia de núcleos somáticos humanos. Además de los óvulos animales, si su utilización revela ser finalmente posible, cepas celulares embrionarias provenientes de linajes ya existentes pueden servir de receptáculos a los núcleos transferidos, después de haber sido a su vez desnucleadas, para fabricar cepas celulares genéticamente idénticas a los eventuales beneficiarios de transplantes, donantes de núcleo.

Es urgente llegar a una interdicción internacional con criminalización de la clonación reproductiva, ya bien encaminada, por otra parte, y olvidar, dentro de este contexto, la transferencia de núcleo somático con fines terapéuticos, dejándola en su ámbito de investigación fundamental en células en cultivo. Nunca tendría que haber abandonado este ámbito bajo el efecto de fantasías en torno de la palabra "clonación", pues eso no tiene que ver ni con las técnicas de procreación asistidas médicamente y sus eventuales desviaciones, ni con la cuestión de la investigación sobre el embrión y su instrumentalización.

Fuente: Le Monde y Clarín, por Henri Atlan. Aportado por Joe Garrafex

30/ene/02

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