Estudio de una misión de transbordador apoya teoría de un cometa en Tunguska

El análisis de unas nubes causadas por el transbordador refuerza la hipótesis

La misteriosa explosión que destruyó más de 2.000 kilómetros cuadrados de bosque siberiano en Tunguska en 1908 fue causada casi con seguridad por un cometa que se acercó demasiado a la Tierra. Esta hipótesis (también se ha barajado la de un asteroide), se ha visto reforzada por el estudio, 100 años después, de las emisiones de un transbordador espacial lanzado en 2007.

Los dos eventos se conectan a través de unas nubes, llamadas noctilucentes, que se vieron en ambos casos durante varios días después. Son nubes infrecuentes, que brillan en la noche, están compuestas por partículas de hielo y que sólo se forman a grandes alturas (más de 80 kilómetros) o a temperaturas muy bajas.

Dicen los investigadores, de la Universidad de Cornell (Estados Unidos), que el lanzamiento de un transbordador tiene el mismo efecto en la atmósfera de la Tierra que la aproximación de un cometa. En ambos casos una gran cantidad de vapor de agua (300 toneladas en el caso del transbordador) se inyecta en la atmósfera y se redistribuye hacia los polos mediante un mecanismo de turbulencia bidimensional que da lugar a las nubes noctilucentes en zonas muy alejadas del evento.

Michael Kelley y sus colegas de investigación detectaron el fenómeno meteorológico tras el lanzamiento del Endeavour el 8 de agosto de 2007, pero ya se habían visto estas nubes después de otros lanzamientos en 1997 y 2003.

Tras la explosión de Tunguska en 1908, se observaron nubes brillantes en el cielo nocturno en muchos lugares de Europa, incluido el Reino Unido, según numerosos testimonios fiables. Si el cometa se hubiera empezado a romper en trozos a la misma altura de la estela del transbordador tras el lanzamiento, también las habría causado.

Los científicos de Cornell creen que se conoce mal el funcionamiento de la atmósfera a esa altura y que la clave son remolinos muy energéticos que captan y transportan el vapor de agua. «Existe un medio de transporte de este material a decenas o miles de kilómetros de distancia en muy poco tiempo y no hay ahora mismo un modelo que lo prediga», ha asegurado Kelley. «Es física nueva e inesperada». La investigación se va a publicar en la revista Geophysical Research Letters.

Fuente: El País. Aportado por Eduardo J. Carletti

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