Colosal nube expulsada de la Vía Láctea 70 millones de años atrás… viene de regreso

Desde que los astrónomos descubrieron la Nube Smith, una nube gigante de gas que viene cayendo en picado hacia la Vía Láctea, han sido incapaces de determinar su composición, lo cual obstaculiza tener pistas sobre su origen. Ahora hay pistas.

Los astrónomos han determinado ahora que la nube contiene elementos similares a nuestro Sol, lo que significa que la nube se originó en los bordes exteriores de la Vía Láctea y no en el espacio intergaláctico, como algunos han especulado.

Los astrónomos encontraron que la colosal nube es tan rica en azufre como el disco externo de la Vía Láctea, una región ubicada cerca de 40.000 años luz desde el centro de la galaxia y cerca de 15.000 años luz más lejos que nuestro Sol y el Sistema Solar. Esto significa que fue contaminada por material de las estrellas. Esto no sucedería si se tratara de hidrógeno prístino desde fuera de la galaxia. En su lugar, la nube parece haber tenido una relación íntima con la Vía Láctea, pero fue expulsada de alguna manera desde el disco de la Vía Láctea exterior hace unos 70 millones de años y ahora regresa como un boomerang al disco.

La Nube Smith, descubierto en la década de 1960, es la única nube de alta velocidad en la galaxia cuya órbita está bien determinada, en particular gracias a los estudios con radiotelescopios como el Green Bank Telescope (GBT). La nube de gas sin estrellas está viajando a algo más de 1.200.000 kilómetros por hora y se espera que choque contra el disco de la Vía Láctea en unos 30 millones de años. Si fuera visible, la Nube Smith tendría un tamaño aparente de aproximadamente 30 veces el diámetro de la Luna desde su punta hasta la cola.

Los astrónomos siempre pensaron que la Nube Smith podría ser alguna galaxia sin estrellas, o gas que cae en la Vía Láctea desde el espacio intergaláctico. Si ese fuera el caso, la composición de la nube sería principalmente de hidrógeno y helio, no de los elementos más pesados formados por las estrellas.

El equipo utilizó el Hubble para determinar por primera vez la cantidad de elementos más pesados en relación con hidrógeno en esta nube. Utilizando el Espectrógrafo de Orígenes Cósmicos del Hubble, los investigadores observaron la luz ultravioleta de los núcleos brillantes de tres galaxias activas que residen miles de millones de años luz más allá de la nube. La Nube Smith absorbe parte de su luz en muy pequeña longitud de onda, y midiendo la caída en el brillo de estas galaxias detrás de la nube se puede estimar la composición química de la nube.

Específicamente, los investigadores observaron la absorción del elemento azufre, que es un buen indicador de la cantidad de elementos más pesados que residen en la nube. «Mediante la medición del azufre, usted puede aprender cuán enriquecida está la nube en átomos de azufre en comparación con el Sol», dijo el líder del equipo Andrew Fox, del Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial en Baltimore. Posteriormente, el equipo comparó las mediciones de azufre del Hubble con las mediciones de hidrógeno hechas por el GBT.







Los astrónomos creen que la Nube Smith tiene gas suficiente para generar dos millones de soles cuando finalmente impacte el disco de la Vía Láctea. «Hemos encontrado varias nubes masivas de gas en el halo de la Vía Láctea que pueden servir de futuro combustible para la formación de estrellas en su disco, pero, para en la mayoría de ellas, sus orígenes siguen siendo un misterio. La Nube de Smith, es sin duda, uno de los mejores ejemplos que muestran que el gas reciclado es un mecanismo importante en la evolución de las galaxias», dijo Lehner.

El estudio, titulado «On the Metallicity and Origin of the Smith High-velocity Cloud», fue publicado este mes en la revista Astrophysical Journal Letters. Fox, Lehner y su coautor Jay Lockman del Observatorio Nacional de Radio Astronomía discutieron el descubrimiento durante el Hangout del Instituto de Ciencias del Telescopio Espacial Hubble el jueves (28 de enero).

Fuente: Daily Galaxy. Aportado por Eduardo J. Carletti

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