Estudian el estertor mortal del cerebro de un decapitado

Corte la cabeza de una rata, y un minuto después, una ola de actividad eléctrica pasa a través de su cerebro. ¿Es este el límite entre la vida y la muerte?

Cuando las personas eran guillotinadas en la Revolución Francesa, los testigos informaron de que a veces los ojos en las cabezas decapitadas se abrían y cerraban, o sus labios se contraían.

El público, fascinado, se preguntaba: ¿la víctima todavía estaba consciente? Tal especulación sobre el momento preciso de la muerte ha sido revivido por un experimento que utiliza la guillotina una vez más.

Anton Coenen, Tineke van Rijn y sus colegas en la Universidad de Radboud Nijmegen en los Países Bajos, creen que su estudio puede haber señalado el límite entre la vida y la muerte. Esa es una afirmación muy importante; pero incluso si no tiene éxito, aún así la investigación ha revelado un paso crucial en el proceso de muerte cerebral. También alude a la manera de resucitar a los pacientes que están más allá de las posibilidades de salvación.

El equipo holandés tomó ratas sanas, les insertó electrodos en la cabeza para monitorear su actividad cerebral, y luego las decapitó. El estudio se llevó a cabo a petición del comité de ética de su universidad para averiguar si este método de matar animales es cruel. Las ratas de laboratorio son comúnmente decapitadas sin anestesia para un examen post-mortem, ya que las drogas pueden contaminar las muestras de tejido. El objetivo del equipo de Coenen era averiguar con qué rapidez pierden el conocimiento las ratas, y por lo tanto cuánto podrían sufrir.

Después de la decapitación, la actividad del cerebro de las ratas, según lo medido por el electroencefalograma (EEG), comenzó a caer de inmediato, llegando a la mitad del nivel anterior a la decapitación en un plazo de 4 segundos. Los estudios previos que compararon ratas despiertas y dormidas indican que una actividad tan baja es un buen indicador de inconsciencia total.

Nueve de las 17 ratas utilizadas en el estudio estaban plenamente conscientes, mientras que las otras ocho habían sido sedadas. Antes de la decapitación, sus huellas EEG eran muy diferentes, pero después ambas siguieron el mismo curso. Eso sugiere que las ratas despiertas quedan completamente inconscientes tan rápido como los animales sedados.

Coenen piensa que esto es una buena evidencia de que la decapitación es humana, aun cuando los ratones están despiertos. «Matar por decapitación produce la menor cantidad de sufrimiento», en comparación con otros métodos, dijo.

Los informes de la Francia revolucionaria indicaban que las víctimas de la guillotina permanecían conscientes hasta 30 segundos después de la decapitación, incluso parpadeando a sus verdugos y alertándolos de su condición. «Creo que es probable que estas personas tuviesen conciencia, tal vez, por unos segundos», dice el neurólogo Kevin Nelson, de la Universidad de Kentucky en Lexington. Él dice que la evidencia clínica muestra que la gente queda totalmente inconsciente dentro de los 10 segundos desde que el flujo sanguíneo al cerebro se corta.

Pero Coenen se dio cuenta de algo más. Mantuvo el EEG durante algunos minutos después de la decapitación y se dio cuenta de una ola de 10 segundos de actividad eléctrica en el cerebro de las ratas. La ola apareció 50 segundos después de la decapitación en las ratas que había estado despiertas, y después de 30 segundos en los animales sedados (PLoS One, DOI: 10.1371/journal.pone.0016514).

Coenen piensa que la ola puede representar el colapso de los potenciales eléctricos de las neuronas. Las neuronas sanas mantienen un pequeño voltaje negativo, de aproximadamente 70 milivoltios, a través de sus membranas externas. Lo hacen mediante el bombeo de iones positivos fuera de la célula, utilizando bombas moleculares en la membrana externa. Cuando una neurona se dispara, la tensión se invierte temporalmente y el interior de la célula se carga positivamente. Este «potencial de acción» viaja a lo largo de la neurona y es así como los nervios transportan las señales. Sólo se puede generar si la célula mantiene su carga negativa en estado de reposo, y esto significa mantener las bombas iónicas en marcha.

Coenen sugiere que, con una pérdida del suministro de sangre, las bombas se quedan sin energía y los iones de calcio con carga positiva fluyen de regreso a las neuronas. Esta despolarización podría ser responsable de la onda del EEG.

Esta «ola de muerte», dice Coenen, podría ser un buen indicador de la muerte cerebral final, el momento más allá del cual las neuronas ya no pueden funcionar, incluso si es restaurado su suministro de energía. Crucialmente, una onda similar se ha visto en los seres humanos.

En 2009, Lakhmir Chawla y sus colegas en el Centro Médico de la George Washington University en Washington DC publicaron estudios de la actividad cerebral de siete casos de pacientes críticamente enfermos durante y después de que fuesen apagadas sus máquinas de soporte vital. Después de que el corazón de los pacientes se detuvo y bajó su presión arterial, Chawla vio picos intensos en la actividad cerebral que duraron entre 30 y 180 segundos (Journal of Palliative Medicine, DOI: 10.1089/jpm.2009.0159).

Al igual que Coenen, Chawla piensa que la onda podría reflejar la despolarización de las neuronas. Su trabajo produjo titulares en los medios después de que él sugirió que la onda podría representar una experiencia cercana a la muerte, aunque ahora insiste en que esto era sólo una hipótesis.

Nelson, quien ha estudiado las experiencias cercanas a la muerte durante muchos años, piensa que no tienen nada que ver con la ola. Las neuronas se despolarizan en masa durante las severas crisis epilépticas, señala, y las personas que sufren convulsiones no tienen memoria de ello después. «Si se despolarizan todas las neuronas, uno no puede tener los patrones neuronales que causan el recuerdo», dice.

Fuente: Varios medios. Aportado por Eduardo J. Carletti


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