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Extrema longevidad de los grandes tiburones blancos

Los grandes tiburones blancos podrían vivir 70 años o más, o sea tres veces más de lo que se estimaba hasta el presente, reveló un estudio estadounidense publicado esta semana

Gracias a una datación realizada por medio de carbono 14, los autores de este trabajo analizaron las vértebras de cuatro machos y cuatro hembras del noroeste del Atlántico. El macho más viejo tenía 73 años y la mayor de las hembras 40 años, precisaron los investigadores de la Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI) de Cape Cod, en Massachusetts (noroeste de Estados Unidos).

«Nuestros resultados determinan un aumento muy importante en la longevidad y de la edad máxima de los tiburones blancos con respecto a estudios anteriores», subrayó Li Ling Hamady, principal autor del estudio publicado en la revista PLOS ONE.

Los estudios precedentes se concentraban en las marcas concéntricas de los huesos de los tiburones, similares a las encontradas en los troncos de los árboles, para evaluar su edad, suponiendo que cada marca equivalía a un año. Fundándose en este método, los tiburones blancos de mayor edad descubiertos sería uno de 22 años en el suroeste del Océano Pacífico y otro de 23 años, localizado en el oeste del Océano Índico.

En este nuevo estudio, los científicos procuraron encontrar trazas de residuos nucleares debidos a los ensayos atómicos efectuados en los años 1950 y 1960 en los huesos de los tiburones, para poder determinar su edad. Los huesos analizados provenían de tiburones atrapados en el noroeste del Atlántico entre 1967 y 2010.

Los tiburones blancos son considerados como una especie amenazada de extinción en el mundo. Conocer mejor su desarrollo y su longevidad puede ayudar a mejorar su conservación, destacaron los investigadores.

Para este estudio, los investigadores aprovecharon el radiocarbono producido por las pruebas de dispositivos termonucleares realizadas durante los años 1950 y 1960. El radiocarbono pasó de la atmósfera al océano, y se incorporó a los tejidos de los organismos marinos que estaban vivos en ese período de tiempo. El aumento de radiocarbono —medido como variación de 14C— dio a los investigadores un punto específico en el tiempo, señalado en las capas de la vértebra, que puede ser utilizado como un «sello de tiempo» para ayudar a determinar la edad de un animal.

La instalación del National Ocean Sciences Accelerator Mass Spectrometry en WHOI realizó un análisis del radiocarbono del colágeno en las vértebras de tiburón blanco. Todas las muestras de vértebras vinieron de tiburones blancos atrapados en el noroeste del océano Atlántico entre 1967-2010, que fueron archivadas en el laboratorio NEFSC en Narragansett, que tiene la mayor colección de este tipo. Las muestras también fueron fotografiadas digitalmente con una cámara conectada a un microscopio estereoscópico, utilizando la luz reflejada para el recuento de las bandas de crecimiento.

«Esta investigación demuestra el poder de aplicar técnicas de vanguardia en la geoquímica de isótopos para responder preguntas fundamentales de la ecología del océano», dijo el co-autor Simon Thorrold, biólogo del WHOI y Ph.D. asesor de Hamady. «La marca de tiempo de radiocarbono en las vértebras de tiburón blanco proporciona evidencia irrefutable de la longevidad del tiburón blanco, que había demostrado ser imposible de verificar el uso de los métodos tradicionales de estimación de la edad .»

Los investigadores encontraron que los pares de bandas se establecen en una base anual en las pequeños y medianos grandes tiburones blancos en el Atlántico noroccidental. Sin embargo, los individuos más grandes pueden experimentar un cambio en la tasa de deposición de material vertebral en algún momento después de la madurez, o las bandas pueden llegar a ser tan delgadas que no se pueden leer.

Suponiendo una estimación de vida útil de 70 años o más, los tiburones blancos pueden ser uno de los peces cartilaginosos más longevos. Mientras ellos se encuentran principalmente en aguas templadas y subtropicales, los tiburones blancos migran largas distancias y se pueden encontrar a lo largo del océano global.

Los tiburones blancos son considerados como «vulnerables» en todo el mundo. Dado que los individuos son de crecimiento lento, y maduran tarde, la población de tiburones blancos podrían ser aún más sensible a la pesca, el medio ambiente y otras presiones.

«Estos hallazgos cambian la forma en que modelamos las poblaciones de tiburones blancos y deben tenerse en cuenta al formular estrategias de conservación en el futuro», dijo el co-autor Greg Skomal, científico adjunto del WHOI y biólogo de Pesca Marítima MA.

Fuente: Science Daily y otros sitios. Aportado por Eduardo J. Carletti

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Las polillas halcón burlan el sonar de los murciélagos con ráfagas de ultrasonidos de sus genitales

Para generar estos sonidos, emplean una membrana vibratoria denominada tambor. En el caso de los esfíngidos, esta estructura biológica se sitúa en la zona genital, justo cubriendo las gónadas. El tambor ya existía, y servía para llamar a la cópula. Únicamente se le ha buscado otro uso

Uno de los símiles que se usa más habitualmente en la biología evolutiva es el de la “carrera armamentística”. Siendo sinceros, es una imagen mental bastante poderosa y explicativa. Sobre todo si pensamos en la dinámica depredador-presa. Cuando una especie comienza a sufrir una alta presión de depredación —es decir, mejoran las técnicas de caza de la especie que se alimenta de ellos— los animales cazados desarrollan características o estrategias para evitarlo. Es decir, evolucionan hacia una mejora de sus “armas defensivas”. Por su parte, la especie depredadora pasa por un proceso similar, mejorando sus técnicas de caza en un ciclo sin fin.

Recientemente se han publicado dos artículos que tratan sobre este tema, y los dos sobre el mismo grupo biológico, los lepidopteros heteróceros. O como son mejor conocidos, las polillas.

Interfiriendo las comunicaciones

El primero de los artículos de los que presentamos se centra en las estrategias que utilizan estos insectos para evitar a sus depredadores. En concreto, la que utilizan la polillas halcón (familia Sphingidae). Su principal enemigo son los murciélagos, otros animales nocturnos con lo que comparten el hábitat.

Así que, ¿cuál es la mejor estrategia para enfrentarse a otro animal volador, mucho más hábil que tú? Con una solución bastante elegante y que podría salir de cualquier película de guerra: interferir en sus comunicaciones.

Los murciélagos se guían por el sonido, empleando lo que se conoce como ecolocalización: emiten un sonido, y calculan dónde se hallan los obstáculos —y también dónde están las presas— en función del “sonido rebotado” o eco. La solución que emplean las polillas es, simplemente, generar sonido de una frecuencia similar a la que tiene este eco, que desorienta a los murciélagos y hace que detecten a las polillas como objetos más grandes de lo que son en realidad.

Para generar estos sonidos, emplean una membrana vibratoria denominada tambor. En el caso de los esfíngidos, esta estructura biológica se sitúa en la zona genital, justo cubriendo las gónadas. El tambor ya existía, y servía para llamar a la cópula. Únicamente se le ha buscado otro uso.

Otro artículo trata sobre las oportunidades que tienen alguna de las adaptaciones en la vida normal del animal. Y también se centra en polillas y su defensa contra los murciélagos.

Muchas especies de polillas han desarrollado sistemas para detectar a sus depredadores. Básicamente, han mejorado sus oídos para detectar los “gritos” que los murciélagos emiten para luego detectar el eco. Y también han adquirido toda una serie de comportamientos relacionados con ello.

Pero, como ocurre muchas veces en la naturaleza, la utilidad de una adaptación puede ser muy distinta de la razón que llevó a ella. En este caso, las polillas han decidido utilizar sus nuevas estructuras para algo muy distinto, pero casi más importante: el sexo.

Los oídos más desarrollados les sirven para localizar a sus posibles parejas a mucha mayor distancia. Pero no sólo eso, también para detectar si están disponibles y receptivos para los encuentros sexuales. Ahí es donde entran los comportamientos de huída que han desarrollado para evitar a sus depredadores: algunas polillas “se hacen las valientes”.

Para demostrar que están disponibles para procrear, y al mismo tiempo para dejar claro que son ejemplares interesantes, dejan de utilizar las mejores técnicas de huída. Es decir, no escogen la forma de escapar más eficaz, sino otra algo más arriesgada.

Con esto, marcan de manera muy clara cuáles son sus cualidades y sus intenciones, hacen una declaración de principios. Se trata, en realidad, de una manera de comunicación sobre disponibilidad e interés sexual muy compleja, que hasta hace poco no se creía al alcance de estos insectos.

Fuente: Discover Magazine y otros medios. Aportado por Eduardo J. Carletti

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El misterioso "monstruo" de la playa de Nueva Zelanda

Los extraños restos de un temible animal encontrados por unos bañistas han suscitado todo tipo de especulaciones… hasta que los científicos identificaron a la criatura

El sueño de la razón produce monstruos, dicen, y pocas cosas hay más ciertas. Hace algunos días, unos bañistas que circulaban en un grupo de vehículos todoterreno por la playa Pukehina, al sur de Tauranga, en Nueva Zelanda, descubrieron en la orilla el cadáver de una extraña criatura. El animal, de 9 metros de largo, aspecto terrible, grandes dientes y aletas rudimentarias era tan extraño que los excursionistas pensaron que se trataba de algún tipo de ser prehistórico.

Como suele suceder en estos casos, un vídeo con las imágenes del monstruo acabó en YouTube, e internet hizo el resto. Un fenómeno viral.

Como no podía ser de otra forma, en la Red han surgido las más variopintas explicaciones sobre la auténtica identidad de la criatura, desde que es un monstruo marino a un dinosaurio.

Sin embargo, los biólogos marinos han venido a poner las cosas en su sitio y han aclarado que el siniestro ser no es otra cosa que los restos descompuestos de una orca vapuleada y escupida por las aguas, según explica el diario The New Zealand Herald. Las orcas son muy comunes en las costas de Nueva Zelanda. No hay más misterio.

VIDEO: ESPERE UN MOMENTO MIENTRAS SE CARGA

No es la primera vez que algún animal es confundido con una rareza demoníaca. Uno de los más famosos es el Monstruo de Mountauk, hallado en las costas de Nueva York en 2008, que parece haber resultado ser el cadáver de un mapache.

Dos años después, en Canadá, fue encontrado un animal con una cara monstruosa, sin pelo y ojos incoloros, y con unos colmillos de grandes dimensiones que algunos relacionaron con los monstruos lacustres de las viejas leyendas de los indios americanos. Un investigador apuntó que podría tratarse de un visón corriente en estado de descomposición.

Fuente: ABC. Aportado por Eduardo J. Carletti

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