...Y cuando esos copos tocaban un pájaro, una flor, un perro, una persona, ese ser viviente se moría. Pasó. No nos lo contaron. Lo vimos semana a semana, allá por fines de los años '50, en una revista entrañable, llamada "Hora Cero Semanal". Con los años y la vida vendrían otras Nevadas Mortales, otros peligros, otras matanzas. Antes, como un lustro antes, habíamos aprendido cómo ir a la Luna, cómo conquistar los planetas, habíamos conocido las obras de grandes autores desconocidos aquí: Ray Bradbury, John Wyndham. "Crónicas Marcianas" y "El día de los trífidos". Y también "Cuidado con el perro" o "Inocente Maquiavelo Reforzado", de un autor novel y argentino. En otra entrañable publicación llamada "Más Allá". Y antes aún, leíamos "Bolsillitos". Y "Gatito", con el ogro Rompococo. Y el "Diario de mi Amiga". Tendrían que pasar años para que asociáramos aquellas alegrías de nuestra infancia, de nuestra juventud, de nuestra adultez, con ese señor enjuto, narigón, ligeramente encorvado, sonriente, que algunos tuvimos la dicha de cruzar en los ascensores de las editoriales. Héctor Germán Oesterheld. Héctor Germán Oesterheld, el geólogo aficionado a la literatura infantil, que había sido llamado para colaborar con la sección científica de la revista Más Allá, e impulsado por casualidad a escribir historietas. Héctor Germán Oesterheld, quien compartía un fuego en el Ranch del Cañadón Perdido con Kirk y Maha, quien corría con nosotros los bosques de Ticonderoga, quien lloraba por la guerra junto a Ernie Pike, quien nos sumergía en los misterios del barrio de Belgrano en Sherlock Time, quien nos llevaba más allá del tiempo y del espacio con Mort Cinder... Héctor Germán Oesterheld. Quien un día, como su héroe máximo, Juan Salvo El Eternauta, desapareció de nuestro mundo cotidiano. Y jamás regresó.
Héctor Germán Oesterheld, fundador de la moderna literatura infantil en la argentina.
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