Página Axxón Axxón 118

Editorial - Axxón 118

¿Qué puedo decirles?

A riesgo de repetirme, voy a tratar un tema que me interesa y moviliza: la razón por la que visitan ustedes esta página, la razón por la que yo la hago y por la cual escriben y dibujan las personas que de verdad la hacen.
      ¿Nos gusta analizar el futuro, tratar de prever qué va a pasar y especular sobre eso? ¿Nos gusta evadirnos? ¿Queremos entrar a otros mundos, sentir la emoción de conocer cosas nuevas, de visitarlas, de enfrentarlas e interactuar con ellas? ¿Queremos aprender? ¿Queremos olvidar? ¿Entretenernos? ¿Queremos saber más? ¿Buscamos una guía que nos ayude a meditar sobre lo que está pasando? ¿Queremos divertirnos? ¿Nos gusta ejercitar la imaginación? ¿Buscamos asombrarnos?
      Yo puedo responder un a todo. Y creo conocer a muchas personas que se aproximarían mucho a mi respuesta. Tengo idea de que todo esto es lo que me atrae, que todo esto es lo que nos atrae, y por eso trato de encontrarlo. Me he sorprendido, evadido, impresionado, alucinado, divertido, y he aprendido enormemente buscando y encontrando cosas para publicar en este espacio. Espero que otras personas obtengan la tercera parte de lo que yo logro con esta búsqueda, porque así, estoy seguro, quedarán satisfechas. El mundo, el cosmos, está lleno de misterios. Los telescopios de esta era se zambullen cada vez más en esos abismos y nos traen la vista de más y más maravillas. Comparado con abrir una revista Más Allá hace más de cincuenta años o una Nueva Dimensión hace treinta, la potencialidad de obtener todos los días algo de qué asombrarse ha crecido en factores de tres cifras, por lo menos.
      No sé si decir que somos afortunados. Los pronósticos de la CF se han ido cumpliendo, no todos, y no tal cual, pero el mundo está lleno de robots, la gente se puede cambiar muchas partes de sus cuerpos, pueden hacer mucho por su salud y por su belleza, podemos alcanzar fronteras antes imposibles, y tantas otras cosas, aunque ahí están las cosas del lado oscuro, por llamarlo de alguna manera, las que vieron los menos optimistas: el mundo está superpoblado, hay regímenes autoritarios, la gente es perseguida o tratada como una cosa sin ningún valor en absoluto, o peor, como algo molesto a lo que hay que exterminar, están desapareciendo especies a un ritmo terrorífico, el planeta se contamina y se vuelve menos y menos habitable, los recursos se agotan, las selvas se talan o se queman, las praderas de África, antes sinónimo de naturaleza salvaje, están todas alambradas, la guerra persiste y se hace cada vez más rápida y más mortal.
      Mucha maravilla y mucho horror.
      A pesar de que hay páginas y páginas escritas, creo que se ha especulado poco sobre la evolución del hombre en el sentido de un verdadero crecimiento... no en población, poder y capacidades tecnológicas, sino en lo que queremos creer que se debe llamar "humanidad". Para mí es una evolución detenida, trunca, incluso en regresión. Nos falta mucho, mucho. Respecto a las utopías, a esos planetas con gobiernos únicos que comercian e intercambian con otros, a esos mundos de gente cada vez más sabia y sana, a esas culturas galácticas que van por el universo conociendo pero a la vez enseñando se las ha archivado en el casillero de la "estupidez". Me parece ver realizada la fantasía de "Los niños de Brasil": veo al mundo plagado de Hitlers desencadenados (quizás no muchos, pero sí muy poderosos), como el Frankenstein de la novela de Aldiss. Y avalados por sus pueblos, para colmo. Creo que en realidad avanzamos a la inversa, hacia un egoísmo multiplicado y generalizado. Egoísmo personal, egoísmo racial, egoísmo territorial, egoísmo de clases. Y si sólo fuera eso, bueno, veríamos un mundo apartado y cerrado en zonas, veríamos un mundo comunicado y aislado al mismo tiempo. Lo que pasa es que no es sólo egoísmo, es ambición desmedida, y para colmo avalada, sostenida, alimentada y tremendamente posibilitada por todos los que poseen poder. El resultado lo tenemos a la vista en casa, por decenas de canales, sin que se nos mueva un pelo. Muerte diaria, cambios y avances sobre el derecho de los demás que observamos con los ojos abiertos, la mandíbula apretada y la firme y tremenda intención de no hacer nada a menos que nos pisen el jardincito de nuestra casa.
      Hasta que te despertás y te destrozaron todo.
      Es una época de egoísmo, de encerrarse, grandes caídas y mucha muerte. En cada momento, con sólo mirar la CNN y saber traducir los mensajes se puede percibir quién caerá a continuación. Para decirlo con rigor, quizás "creemos" poder percibirlo. "A mí no me toca", piensa uno, mientras apalean o desmembran a machetazos a unos pobres desposeídos en África. "Y no me tocará", se tranquiliza, mientras la gente se mata a palos y tiros en las calles de un país que habla tu mismo idioma. Y entonces uno cambia de canal.
      Sin embargo las sorpresas son continuas, y de pronto ves caer a tu vecino, el que vive detrás de la cerca de al lado. Todavía piensas que no te tocará, pero ya no es tan fácil convencerte y pasar al otro canal. Te quedas mirando con una sensación rara en el estómago. "Puedo caer", piensas de repente. Sí, puedes caer en cualquier momento. Y ojo, que cuando estás caído estás muerto. Los que pisan tu jardín ya planearon todo y saben muy bien cómo hacer para que no puedas levantarte.
      Por cierto que todo esto a muchos le sonará a paranoia. O estupidez. Bueno, no hay problema: ojalá lo sea. A los lectores de esta revista, que saben lo que buscan aquí, les digo: para los escritores de CF es un mundo de grandes posibilidades. Si supiésemos describirlo en todo su horror y en toda su grandiosidad (cuando se trata de los avances científicos que producen mejoras para todos, por ejemplo), tendríamos memorables e inamovibles clásicos para el futuro. Recordables, influyentes y movilizadores.
      Lamentablemente no se está escribiendo mucho en estas tierras. Seguramente porque las neuronas se están usando para otras cosas más primitivas, como ver cómo se hace para seguir viviendo cuando han volteado todo a tu alrededor. Qué bueno sería que hubiese una posibilidad de publicar y así salvarse. Sería movilizador. Estoy seguro, por lo que me permite vislumbrar mi pobre capacidad de editor, que veríamos surgir de todo este dolor y el sufrimiento mucha cosa poderosa...
      Ojalá podamos encontrarnos aquí el mes que viene.

Eduardo J. Carletti, 1 de septiembre de 2002

Axxón 114