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R e c r e a c i o n e s

EL GAUCHO DE LOS ANILLOS, LIBRO I
Otis

Argentina

LA COMUNIDÁ DEL ANILLO


Capítulo 1

Aquí me pongo a cantar
tocando de cualquier modo;
les voy a contar a todos,
oiganmé con atención,
el viaje de iniciación
que se mandó el hobbit Frodo.

Del guapo Bilbo Bolsón
era sobrino el petiso,
que era uno que se hizo
famoso por su aventura;
vivía en tiempo e' cordura
en un aujero del piso.

Se apareció el mago Gandalf
pa'l cumpleaños del tío,
y armó semejante lío
con los cuetes que tiró
que pronto en el caserío
el bailongo se largó.

Era amigo el cumpleañero
del istari calavera,
que lo llevó a una carrera
ande embocó una sortija
que embrujaba al sabandija
siempre que se la pusiera.

El anillo hacía invisible
por algún raro gualicho,
y como Bilbo era bicho
pa' hacer diabluras lo usó;
más de cien años cumplió
y seguía con sus caprichos.

Se paró el homenajeao
como pa' hablarle a la gente;
y ansina, en un redepente,
sin que vieran la tramoya,
puso en su dedo la joya
que lo hacía trasparente.

Oculto en la brujería
vio a la gente boquiabierta
con la cara medio muerta;
caminando bien ligero
se llegó hasta su aujero
y le echó tranca a la puerta.

Le esplicó al amigo Gandalf
preparando el equipaje
que dejaba el paisanaje
y que no iba a regresar;
que no quería espichar
sin haber hecho este viaje.

Dejaba al sobrino todo
lo que había en el aujero:
la guitarra, el apero,
la bombacha de faena,
mucha yerba de la güena,
pañuelo y hasta un sombrero.

"¿Y el anillo?", dijo el mago.
"¿También se lo vas a dar?"
No supo qué contestar;
llevó la mano al bolsillo
donde guardaba el anillo
y ahí nomás dentró a dudar.

Medio haciendosé el pollito
le vaciló: "Y... no sé...
Hace tanto lo gané
y me acostumbré a usarlo,
que pienso en abandonarlo
y me agarra un no sé qué".

El de la barba, enojao,
se le paró frente a frente
y gritó: "¡No se comente
que se nos vino a enviciá
con la invisibilidá
un gaucho ansí de valiente!".

Avergonzao por el grito,
Bilbo agachó la cabeza
y contestó con tristeza:
"Tenés razón, che, lo dejo",
y haciendolé caso al viejo
lo puso arriba e' la mesa.

Le habría gustao tener tiempo
pa' saludarlo al pariente;
le encargó muy diligente
que lo despidiera de él,
y marchó pa' Rivendel
con los elfos, güena gente.

Relojeó el mago el anillo
que tenía frente a sí,
quiso agarrarlo y ahí
le dentró un escalofrío;
en eso llegó el gurí
preguntando por el tío.

Gandalf dijo la verdá:
"Bilbo dejó la querencia;
se fue a vivir con urgencia
al pago e' lo'orejudos.
Te deja muchos saludos
y tuitas sus pertenencias".

Lo desembuchó con bronca
al entripao el muchacho,
y puso el grito: "¡Caracho!
¡Con lo que yo lo quería!".
Pero llorar no podía
porque no es cosa de machos.

Señalandolé la mesa
dijo Gandalf: "Ese anillo
es el que usa el muy pillo
siempre que desaparece;
guardálo y lustrálo a veces
pa' que no te pierda brillo".

Y se fue el mago en el sulky
en el que había llegao.
Iba medio preocupao
con el anillo en las mientes;
rato largo ya había andao
cuando se golpió la frente.

"¡La pucha!" lo largó al grito
y ahí le dentró el jabón,
que si tenía razón
la tierra estaba perdida;
pegó la güelta enseguida
y lo apuró al mancarrón.

Capítulo 2

Salió Frodo del aujero
caminando como pudo
pa' ventilarlo al peludo
que tenía del festejo,
y vio venir al barbudo
que golvía dende lejos.
 
"Tuve que pegar la güelta,
algo dentré a maliciar.
Mejor andalo a buscar
al anillo de oro ése;
recordarlo me parece
y lo vamo' a examinar."
 
La verdá que parecía
inocente el anillito;
era casi un juguetito,
pero el sobrino Bolsón
calentandoló al fogón
vio que tenía algo escrito.
 
Ahí nomás el de la barba
se quedó de miedo duro
y dijo: "Dice siguro:
un anillo pa' buscarlos,
un anillo pa' encontrarlos
y arrearlos pa' lo oscuro".
 
Se tomó un par de amargos
como pa' calmarse el chucho,
se puso a pitar un pucho
refrescando la memoria
y a Frodo contó la historia
de lo que pasó hace mucho.
 
"Tres anillos prodigiosos
eran de elfos soberanos;
siete más de los enanos
que vivían en las minas;
otros nueve, pa' su ruina,
usaban gauchos humanos."
 
"Y uno más, que de los otros
era el único patrón:
el anillo de Saurón,
el señor de las sortijas,
que no aflojaba manija
su angurria e' dominación."
 
"Y allí se armó un entrevero
que jue bravo de verdá:
el gran elfo Gil Galá
y Elendil, rey de los hombres,
lo toparon al Sin Nombre
pa' frenar la oscuridá."
 
"Los caudillos espicharon
frente al enemigo vil,
pero el hijo de Elendil
encarandoló al villano
pudo cortarle la mano
con la cachuza Narsil."
 
"¡Allí se hubiera acabao
y viviéramos en paz!
La codicia pudo más
y en aquel lejano sur,
algo hizo este Isildur
que no debió hacer jamás."
 
"En vez de fundirla ahí mesmo
la sortija se guardó;
mucho tiempo la llevó,
hasta que orcos matreros
lo enyenaron de aujeros
y el anillo se perdió."
 
"Endijpué de eso Saurón
quedó muy debilitao:
sólo un ojo colorao
sin pestaña ni rabillo,
pero lo busca al anillo
pese al tiempo que ha pasao."
 
"Y ahura lo tenés vos",
terminó la historia el mago.
Frodo se mandó un trago
con la pelambre de punta
y la largó a la pregunta:
"Con este anillo, ¿qué hago?".
 
"Eso depende de vos:
ya que sos el propietario
ahura se hace necesario
que pensés bien lo que hacés;
lo único que no podés
es dir y hacerte el otario."
 
"Pero en el pago e' los hobbits
ya no te podés quedar;
mejor mandate a mudar
y andá lejos dendeveras,
porque si el malo se entera
te va a venir a buscar."
 
"¡Y vos, che, salí de ahí!
¡Los de ajuera son de palo!"
Poniendo la cara e' malo
jue a retarlo al tarambana
que se llegó a la ventana
como peludo e' regalo.
 
Ajuera Sam, el peón,
temblaba por el apuro:
"¡Yo no espiaba, se lo juro!
¡No me convierta en culebra!
A mí el seso no me suebra
pa' entender lo del Oscuro."
 
"¡Mirá si serás paspao!"
dijo el alias Mitrandir.
"Te vas a tener que dir
con el Frodo del poblao,
que ya sabés demasiao
y te van a perseguir."
 
Sam lo largó al juramento
con sentimiento profundo
sin dudarlo ni un segundo:
"yo le asiguro, mi amigo,
que a mi patrón yo lo sigo
ni que sea al fin del mundo".
 
"Aguaiten a que yo güelva",
dijo Gandalf yendosé.
"Si hay peligro, yo no sé;
más vale no hacer escombro".
Y con un peso en los hombros,
como había llegao, se jue.

Capítulo 3

A Isengar jue el mago Gandalf
espoleando el alazán,
pa pedirle al Sarumán
el consejo que hacía falta,
y llegó a la torre alta
que le decían Ortán.

Le contó de aquel anillo
que era el daño de Isildur;
si el patrón de Baradur
de la sortija sabía,
al humo se les venía
galopeando dende el sur.

Dijo el otro: "Tarde piaste,
el Oscuro se ha enterao.
A ese Gollum desgraciao
los orcos ya le cayeron,
y una paliza le dieron
hasta que tuito ha cantao."

"¡Amalaya!", dijo el Gris.
El Gollum lo había portao
a aquel anillo encantao
hasta que Bilbo llegó;
muy contento no quedó
pues lo tenía enviciao.

"Tus amigos los medianos
lo van a tener fulero,
que los nazgul ya salieron
tuitos juntos en malón
pa' encontrarlo a este Bolsón
y que cante pa'l carnero."

"¡Ahijuna!", respondió el otro.
"¡Pero qué suerte tan ruin!
Pa' llevar esto a su fin
y del malino escapar,
el anillo habrá que echar
en el fuego 'el Orodruín."

Le respondió Sarumán:
"¡Qué lo va' queré fundí!
Andá, traemeló a mí
que yo le viá dar güen uso;
nunca naides se lo puso
como éste que está aquí."

Al Gandalf no le gustó
que lo tome por idiota;
le vio la pata a la sota,
malició que se dio güelta,
y con atitú resuelta
jue a enfrentarlo al cararrota.

"¡Ah maula! ¡Te descubrí!
¡No tenés ningún derecho!"
El otro lo tomó a pecho:
ni lerdo ni perezoso
lo metió en un calabozo
que tenía listo en el techo.

Demientras, en la Comarca
el tiempo no se quedaba.
Sin sosiego Frodo andaba
como bola sin manija;
le quemaba la sortija
y Gandalf que no llegaba.

"Hace mucho que se jue"
le dijo a Sam un güen día.
"Nos dijo que iba y golvía,
pero esto va pa' largo;
tenemos que hacernos cargo
mientras se pueda entuavía."

Se colgó el anillo 'el cuello
y encarandoló al destino,
enfiló por el camino
que pa'l este lo llevaba;
dos primos lo acompañaban,
que eran Merry y el Pipino.

"Linda noche pa' viajar"
dijo Sam con alegría.
"No es calurosa ni fría."
Y al parar de hablar al cuete
oyeron el paso e' un flete
que dende atrás los seguía.

Vieron venir al jinete
ocultos en la maleza,
que montaba con destreza
en un oscuro tapao,
de negro todo empilchao
de los pies a la cabeza

Capucha tapando el mate,
botas de cuero en las patas,
un facón con cabo e' plata
bajo el poncho le asomaba,
y el aire el coso vichaba
con mucho barullo e' ñata.

Y siguió por el camino
hasta que se perdió e' vista.
"Éste nos sigue la pista",
vino Frodo a maliciar,
y propuso pa' escapar
dejar la ruta prevista.

El paisano Meriadoc
quiso darles un consejo:
"Si queremo' llegar lejos
un camino más existe:
si la tropa lo resiste,
agarremo' el Monte Viejo."

Jue a responderle el Pipino:
"¿Qué te pasa? ¿Ta's mamao?
Ese monte está embrujao,
maldito hasta lo projundo;
ni por tuito el oro 'el mundo
le paso ni por al lao."

Al fin decidió el Frodo:
"Otra eleción no tenemos,
atrapaos acabaremos
si seguimo' este camino;
endijpué del Brandivino
por el Monte tomaremos."

Y siguieron caminando
los compañeros pa'l este,
bajo una esfera celeste
más oscura ahura que antes;
derecho, siempre adelante
iban, cueste lo que cueste.

Capítulo 4

Llegaron al Monte Viejo
justo cuando amanecía,
y a la lú del nuevo día
se les cerró la garganta
con esa paré de plantas
que dende el suelo crecía.

El Merry los jue llevando
entre los troncos ladeaos.
Parecía muy confiao
hasta que al fin se paró.
"Compañeros, creo yo
que nos hemos estraviao."

Estaba oscuro y el guía,
con la lengua tartamuda,
entre el quebracho y la ruda
dijo con voz temblorosa:
"Me parece que la cosa
se está poniendo peluda".

"Fiero monte ande no cantan
calandria, zorzal ni mirlo.
Bien ligero habrá que juirlo
¡y guay con el Tornasauce!"
Y en terminar de decirlo
se toparon con un cauce.

Tapando el ruido del agua,
el Merry pegó un grito.
"¡Tornasauce, el río maldito!
¡Ahura ya sé diánde estamos!
Pa' salir, el río sigamos.
¡Hasta si hay un caminito!"

Los otros le hicieron caso
y siguieron el riachuelo.
Pero no duró el consuelo:
mientras iban caminando
un sueño les jue dentrando
que los dejó por el suelo.

"¡Qué modorra me está dando!"
dijo uno remolón.
"Que me digan dormilón
la verdá no me molesta;
yo me viá echar una siesta
abajo 'el sauce llorón."

Al rato Merry y Pipino
roncaban a pata suelta.
Frodo y Sam se dieron güelta
cuando escucharon un ruido:
habían desaparecido
de las raíces regüeltas.

De adentro mesmo e' la planta
salían gritos apagaos.
El tronco se había cerrao
como si juera un estuche:
¡Ese árbol desgraciao
los había mandao al buche!

Dentraron a dar patadas
en el hermético aujero.
"¡Mis primos no son puchero!
¡Dejalos salir de áhi!"
Y pararon porque oyeron
un tremendo sapucay.

Un paisano redepente
salió del bosque machazo;
daba larguísimos pasos
cruzando charcos y zanjas
con una cesta e' naranjas
que le colgaba del brazo.

Parecía muy contento,
saltando de un pie a otro pie,
una pluma e' caburé
en el chambergo sencillo,
los zapatos amarillos,
y cantaba un chamamé.

Medio el Frodo se asustó
con el coso inesperao;
pensó que estaba mamao,
pero se olvidó e' la duda
y corrió a pedirle ayuda
a puro grito pelao.

"Quién es éste que se viene
gritando tanto, ¡qué digo!
ni que viera al enemigo
iba a ser menos sutil.
Yo me llamo Bombadil.
¿Qué se le ofrece, chamigo?"

"¡Ayuda, don Bombadil!"
lo apuró Sam al reclamo.
"A descansar nos tiramo'
pero aquel árbol cretino
se nos comió a don Pipino
y a don Merry Brandigamo."

"¡No me digan que el bellaco
se me ha güelto a retobá!
¡Lo viá tené que domá
al vegetal insolente!
¡Le viá enseñá a comé gente
como si jueran chipá!"

Dandolé con el rebenque
se puso a gritarle ansí:
"¡Tenés que echarte a dormí!
¡Largá a los pobres gurises!
¡Hacé lo que se te dice!
¡Largalos, añá membuí!"

El árbol se hacía el duro
y por un rato aguantó.
A la final se cansó
de los golpes del rebenque;
se aquietó como un palenque
y a los hobbits escupió.

"No hace falta que agradezcan"
dijo el gaucho bondadoso.
"El monte es muy peligroso
pa' unos hombres tan chiquitos;
a mi rancho los invito
pa' que tengan su reposo."

Ansí que a la casa jueron,
y a la noche se armó farra:
Sam le daba a la guitarra,
volaban prima y bordona,
Bombadil a la acordiona,
y entre tuitos a la jarra.

Y pasaron varios días
descansando en ese rancho
perdido en el monte ancho,
y entre asado y tereré,
entre polca y chamamé,
terminaron como chanchos.

Capítulo 5

Los días jueron pasando
y era hora e' que se vayan;
y haciendo gala e' su laya
jue a despedirlos gentil
el paisano Bombadil
con su guaina doña Baya.

La misia les dio una cesta
pa'l viaje con empanadas.
"Gracias", dijeron. "No es nada"
respondieron a la par.
"Güelvannós a visitar,
si nos hacen la gauchada."

Por el camino de tierra
tuito el día le pegaron.
Al pueblo de Bri llegaron
cuando la luna salía,
y al ver una pulpería
derechito le enfilaron.

Al boliche lleno de humo
llegó a repostar la tropa;
se sacudieron la ropa
de tuito el polvo del viaje,
y pidieron unas copas
como pa' juntar coraje.

Un payador animao
las seis cuerdas aporriaba;
unos al truco jugaban,
y por la parte de atrás
un baquiano montaraz
solo en lo oscuro pucheaba.

El Frodo acabó achispao
con tanta grapa y cerveza;
se le subió a la cabeza
el alcohol y el guitarriar,
y se puso a malambiar
arriba mesmo e' la mesa.

En un rato, en el boliche
no quedaba nada e' calma.
La gente le hacía palmas
pa' acompañar cada paso;
pero jue a pisar un vaso,
cayó y se rompió el alma.

La tropilla de mamaos
dentraron a carcajearse,
y empezaron a acercarse
pa' ver mejor al petiso.
Pero nada había en el piso:
era como pa' asustarse.

El Frodo, despatarrao,
se dio cuenta del enriedo;
la gente estaba con miedo,
algunos se persinaban,
y vio que el anillo estaba
muerto de risa en el dedo.

Buscando un lugar oscuro
jue esquivando parroquianos,
hasta acercarse al baquiano
que fumaba un cigarrillo;
y al pícaro del anillo
se lo sacó de la mano.

Les gritó dende el rincón
haciendosé el chancho rengo.
"Por qué tanto bullarengo",
disimuló con audacia.
"Siempre me mando una gracia
como ésta cuando vengo."

"Usté malambea muy bien",
le respondieron corteses.
"No se ve todas las veces
alguien que ansí se distinga."
Pero era cosa e' Mandinga,
aunque naides lo dijese.

Bajito le habló el baquiano
cuando se calmó el lugar:
"¿Quién lo manda jorobar
ansina con la sortija?
¡Pero qué gana e' enterrar
la pata hasta la verija!"

La verdá que lo asustó
que aquel otro lo supiera;
lo miraba como fiera
cantandolé las cuarenta,
y allí vino a darse cuenta
que la había embarrao fulera.

Le retrucó sin mirarlo,
tratando de hacerse el pollo:
"Mire, yo no quiero embrollo,
que yo ni siquiera sé
quién caranchos es usté
y ya me larga sus rollos."

A ningún otro crestiano
el gaucho se parecía,
pues hablaba y se movía
con un aire e' majestá,
y un pedazo e' oscuridá
la cara le ensombrecía.

"Siguiendo rastros yo vivo
con ojo, oreja y nariz,
sea vaca o sea perdiz,
sean comadrejas o cuises.
El Trancos a mí me dicen,
y soy amigo del Gris."

Al enterarse de eso
grandes los ojos abrió.
"¿Dendeveras", preguntó
"que usté lo conoce al mago?
¿Él anda por estos pagos?"
Y la respuesta jue: "No".

"Al güen Gandalf no lo veo
dende hace un rato largo,
pero me dejó el encargo
la última vez que nos vimos
de ayudarlo a usté y sus primos
en este camino amargo."

"Pero no puedo si ustedes
me asustan la paisanada.
Ya basta con la pavada,
se van tuitos a dormir
porque vamos a salir
temprano en la madrugada."

Capítulo 6

Seguía Gandalf cautivo
arriba e' la torre Ortán,
pero ya tenía un plan
pa' escaparse de la jaula
ande jue a meterlo el maula
del barbudo Sarumán.

Cuando llegó la ocasión
tenía pensao el cómo;
le dijo con mucho aplomo:
"cada cual se va a su rancho".
Bajó tremendo carancho
y se lo llevó en el lomo.

Demientras el Gris juía
de los dominios del Blanco,
por colinas y barrancos
los cuatro hobbits andaban,
y adelante los guiaba
el que le decían Trancos.

"Paremo' un rato", Sam dijo
muerto con la caminata.
"Unos usan alpargatas
o andan con bota e' potro,
y se olvidan que nosotros
sabemos andar en pata."

"Imposible", dijo el Trancos.
"No hay que parar un momento;
tengansén en movimiento
y no se dejen de andar,
que hoy tenemos que llegar
a la Sierra de los Vientos."

Llegaron cuando los grillos
ya cantaban su canción;
encendieron un fogón
con ramitas que allí estaban
para calentar la pava
y dentrarle al cimarrón.

Estaba el hombre avivando
el fuego con charamusca,
cuando una priegunta brusca
jue a agarrarlo atravesao:
"¿Quiénes son los embozaos
que usté dice que nos buscan?"

El baquiano puso cara
de severidá tremenda,
y a la final largó prienda:
"Tienen que ver esos cosos
con los anillos famosos
y su terrible leyenda."

"Los elfos tenían tres,
los enanos otros siete,
y estos oscuros jinetes
con nueve jueron prendidos:
ahura son aparecidos
y de Saurón alcahuetes."

"Aquél que ustedes ya vieron
saliendo de la Comarca
clarita tiene la marca
del malvado en el orillo.
Le andan atrás al anillo
y son piores que la parca."

"¡Pero que no se entreveren
con este criollo notable!
¡Mientras yo camine y hable
voy a ver que el mal no cunda!",
y del cuero de la funda
peló soberano sable.

Jue Sam el que se animó:
"Capaz que al final no es nada;
yo no quiero hablar pavadas
ni andar metiendo bolazos,
pero como que a su espada
le está faltando un pedazo."

Dijo el Trancos: "Lo que es
no saber nada, aparcero.
Esta noble hoja de acero
es la mentada Narsil,
la mesma que al patrón vil
ya le hizo sonar el cuero."

Y en la noche un alarido
les puso de punta el pelo,
y golvió la sangre yelo
de tan grande que jue el chucho:
era un grito de aguilucho
cruzado con pingo en celo.

"Eso no es bicho del monte"
peló Trancos el facón.
"Estos son los de Saurón
con alguna trapisonda;
pongansé tuitos en ronda
alrededor del fogón."

Cinco sombras se agitaban,
como e' ramas que se mueven
en una noche que llueve;
los rodearon redepente
y se notaba patente
que eran cinco de los Nueve.

Pero el Frodo no temblaba
con la temible presencia,
y aunque tenía concencia
que se diba a arrepentir,
no se pudo resistir
a la malina influencia.

Sin saber muy bien por qué,
jue a colocarse el anillo
y los vio con mucho brillo:
el que venía adelante
tenía una espada llameante
y en la otra mano un cuchillo.

En contra de los nazgules
se tiró envalentonao
sacudiendo el envenao.
Tarde supo que era un yerro,
después que el helado fierro
lo cruzó de lao a lao.

Cayó el Frodo del dolor
que le agarrotaba el brazo,
y sin hacerle más caso,
después de anotarse el punto
se jueron los cinco al mazo
dejandoló por dijunto.

Capítulo 7

Estaba tirao el Frodo
en el suelo y dolorido,
con el hombro malherido
por el filo de un puñal,
después de encararlos mal
a los cinco aparecidos.

Ahí corrieron los demás
pa' ayudarlo a levantarse.
"Quién lo manda a entreverarse",
lo levantó en peso el Trancos.
"Qué digo, cuando uno es manco
lo mejor es no peliarse."

Muy diligente el baquiano,
que algo tenía e' dotor,
le puso yuyos de olor
sobre la lastimadura
pa' que no haya embichadura
y se le juera el dolor.

Al pasar por una posta
se agenciaron un manchao
para llevarlo montao
lo que quedaba 'el camino
y que llegara a destino
antes que juera finao.

Y ansina anduvieron días
por el monte y el desierto;
dormían a campo abierto
cuando la noche caía
y a la mañana seguían
con el Frodo medio muerto.

"Ya falta poco, amigazos",
dijo un güen día el baquiano,
y señaló con la mano:
"En vadiando el río aquél
ya llegamo' a Rivendel
tuitos felices y sanos."

Pero no eran todas rosas
como el Trancos lo pintaba,
que esto no se terminaba
ansina e' fácil nomás;
ahí oyeron que de atrás
unos cascos se acercaban.

Haciendo una nube e' polvo
que quitaba la esperanza,
trayendo listas las lanzas
tuitos los encapuchaos
se venían preparaos
para hacer flor de matanza.

"¡La pucha!", soltó el baquiano.
"¡Acá vienen los jinetes!
¡Corré, hij'una gran siete!"
y al potro de manchas blancas
le dio un guascazo en las ancas
que disparó como un cuete.

Y allá iba el Frodo escapando
en el lomo 'el animal
de la caterva infernal
de los piones de Saurón,
que venían en malón
tratando de echarle el pial.

Iba a galope tendido
rebotando en el asiento,
pero sentía el aliento
de los Nueve y sus caballos
que corrían como rayo,
los ponchos volando al viento.

Con los malos por detrás
en tremendo griterío,
se tiró a cruzar el río
con el agua a las canillas
y salió por la otra orilla
temblando de miedo y frío.

"¡No amolen más!", les gritó.
"¡Güelvansé pa' la frontera!"
"¡Con tu cuero en la encimera!
¡Vení, no te hagás rogar!"
"¡Ni mamado que estuviera!",
les retrucó sin dudar.

Pero no diba a ser fácil
disparar por la llanura,
porque la cabalgadura
del cansancio se quejaba
y los Nueve ya cruzaban
pa' sacarle las achuras.

Ya venían por el medio
del riachuelo de agua quieta.
"¡Entregate ya, sotreta!
¡Degolvenos el anillo!"
venía gritando el caudillo,
casi llegando a la meta.

Pero ahí el río mesmo
le vino a salvar la vida:
se apareció una crecida
de las aguas redepente
y a la temible partida
se la llevó la corriente.

Las olas iban pasando
como si juera un arreo;
un imparable rodeo
de vacas blancas y azules
arrastraba a los nazgules,
que largaban cacareos.

El Frodo supo enseguida
que el torrente macanudo
venirse solo no pudo:
toda la pinta tenía
e' ser una brujería
e' parte e' los orejudos.

Pero lo que hubiera sido
le había venido al pelo;
le dio las gracias al cielo
porque el pellejo salvó,
endijpué ya no aguantó
y se jue derecho al suelo.

(Fin del Primer Libro)

Otis    
Mayo de 2003    


Otis es el seudónimo de un activo participante de la lista Axxón y del taller literario.

Axxón 126 - mayo de 2003
Fondo:
Variaciones sobre La ida, de Rodolfo Ramos.

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