Y seguimos
Este mes es especial para mí. Estreno una nueva
computadora, muchísimo más veloz y con prestaciones mucho, mucho
mejores. Tengo lugar en el disco y hasta puedo desocupar espacio si es
necesario porque tengo una grabadora de CD. Tengo conexión de red
y ya me inscribí en un servicio de Internet de banda ancha (aunque
a la fecha aún no me lo han conectado). De una memoria de 32 Mb
pasé a tener 256 Mb. De una Pentium a secas pasé a una Pentium IV.
Y etcétera, etcétera.
Es obvio que esto que digo debe
sorprender a muchos lectores, ya que en otros editoriales no he hecho
más que llorar mi situación económica. Pues bien, no se solucionó,
sino que un grupo de lectores se juntaron, donaron dinero y me
compraron la máquina, además de dejarme en mano una cantidad de
dinero suficiente para contratar el ADSL por varios meses.
Estoy muy emocionado. Quiero
agradecer infinitamente a todas esas personas. Sé que alguna, al
desprenderse de ese dinero, se debe haber privado de satisfacer algunos o
muchos de sus deseos, y reconozco esto y lo agradezco. Es muy
fácil ponerse en la posición de "Bueno, yo les he dado mucho durante
mucho tiempo", pero no es mi forma de pensar. Como lo he dicho otras veces,
éste no es un negocio oculto, gratuito sólo en apariencia, que esconde
ganancias no evidentes, ni nada que se le parezca. Yo no gano dinero
(más bien lo gasto), pero tampoco tengo derecho a pedir nada. Si
lo hice esta vez (pedir) fue porque peligraba el destino de la
revista. Hubo una respuesta y creo que, si bien el beneficiario
directo de esta máquina y de esta conexión veloz de Internet
soy yo, sabré devolver el gesto dándoles a los seguidores de
la revista más y mejor contenido como el que hemos ofrecido en
esta revista durante años. No veo el momento de experimentar la
conexión de 24 horas y rápida para darme cuenta de qué cosas nuevas
podré hacer. Creo que se pueden hacer buenas cosas y espero que
me salgan.
A las personas me que dieron ayuda de esta
forma, sin que nada los obligue, les digo que su gesto tiene un valor
gigante. Su gesto no es habitual. El mundo nos ha puesto
en un estado de supervivencia y los seres vivos, en este estado,
nos volvemos egoístas. No es por maldad: si uno no lo hace podría
no sobrevivir. El universo puede ser muy cruel, y los humanos
lo hemos hecho aún peor. Desprenderse de dinero, que significa placer,
satisfación, seguridad, sin que sea obligatorio, es un gesto de nobleza,
de grandeza y de amistad.
Como lo he dicho muchas veces, si
hay algo que justifica un trabajo que se hace sin recibir dinero
es que otras personas lo reconozcan y ofrezcan su amistad a
cambio. Gracias a todos ustedes, amigos de Axxón, por querer así a
esta revista.
Eduardo J. Carletti, 1 de agosto de 2003
ecarletti@axxon.com.ar