El
rincón alternativo
La cloroterapia
Por Rosemary Romero
¿Qué
es la cloroterapia?
La cloroterapia es una medicina tradicional milenaria fundada en el uso
de la sustancia comúnmente llamada cloro o lavandina para purificar
los fluidos vitales, cuya polución provoca los desequilibrios de
la salud. Esta terapia ha sido tan ampliamente comprobada por tantos estudios
científicos que no los nombro por miedo de olvidarme de alguno.
Pero aunque no fuera así, la práctica cotidiana y el sentido
común deberían bastar para dar cuenta de su efectividad:
el cloro es la sustancia más usada en las tareas de limpieza, incluso
en los hospitales y laboratorios científicos donde se niega la
especialidad. El signo más importante que tenemos, sin embargo, es
que se lo utiliza en todo el mundo para purificar agua e impedir que se
pudra; y ante este hecho incontestable no debemos olvidar otro, también
reconocido científicamente, de que el ser humano casi no es otra
cosa que una bolsa de agua con patas.
Orígenes
La historia de la cloroterapia se remonta a la antigüedad clásica,
a Grecia. La leyenda atribuye su descubrimiento a Hipoclórito de
Sodios.
Se cuenta que en su juventud Hipoclórito
fue pastor. Un día, buscando en los bosques a una ovejita que se
le había perdido, la encontró haciendo la plancha en una
fuente. Hipoclórito comprobó anonadado que la que antes
era la oveja negra de la familia, ahora era blanca, nívea y pura
como sus hermanitas no descarriadas. Él no lo sabía, pero
aquello que había descubierto era la famosa fuente de Piscis,
uno de los doce manantiales que rodeaban la ciudad de Sodios, llamados
manantiales sodíacos. Esta fuente dio origen y nombre
a todas las piscinas que hoy, milenios después, siguen llenándose
con agua clorada; aunque ya no se permite a las ovejas nadar en ellas.
Como suele suceder, este descubrimiento
accidental y fortuito dotó de repente a Hipoclórito de toda
una cantidad de conocimientos que un minuto atrás no tenía,
y lo convirtió en un docto maestro que estaba a la altura de los
mayores sabios de su época y, por supuesto, muy por encima de los
de ésta.
Pero bien dicen que nadie es profeta
en su tierra. Las enseñanzas de Hipoclórito resultaban molestas
para aquellos ciudadanos de Sodios que tenían intereses creados
en los dogmas de Hipócrates de Cos; de modo
que no tardaron en acusarlo de que sus negocios no eran limpios, de que
les lavaba el cerebro a los jóvenes, y otros cargos serios (y es
una suerte para nosotros que fueran serios, porque como chistes dejan
mucho que desear). Estas habladurías llegaron pronto a oídos
del rey, quien llamó a Hipoclórito ante sí para que
blanqueara la situación, y ante su desafiante negativa lo expulsó
de la ciudad. Me han tratado como un trapo de piso, escribiría
más tarde Hipoclórito en su autobiografía Memorias
del agua camino de su exilio en la India, a lomos de la oveja. En
su nueva patria, su doctrina tuvo una gran aceptación y fue progresivamente
adaptada al gusto y las necesidades locales, dando origen a la variante
que hoy conocemos como Ayurvedín y que es la base de la
cloromedicina moderna.
Diagnóstico
y tratamiento
La base de la cloroterapia es la teoría de los humores, que según
su grado de pureza se clasifican en: humor rosa, humor verde y humor negro.
Cada
uno de estos humores, que tienen colores pese a ser perfectamente invisibles,
se corresponde con un estado de contaminación mental: mente en
blanco, mente sucia y mente podrida, respectivamente.
Por lo que se ha dicho antes, no hace
falta ser un genio para darse cuenta de que la pureza humorística
depende de la cantidad de cloro que normalmente contiene el cuerpo, y
que se elimina con la orina (hecho éste que se refleja en la sabiduría
popular con frases referentes al hecho de acudir a la instalación
sanitaria y que, erróneamente, se suponen vulgares). Por esta vía
también se eliminan sales que, como la ciencia ha demostrado incontrovertiblemente,
están constituidas por cristales, y ya sabemos que los cristales
enfocan las energías cósmicas que posibilitan la vida.
Todo esto hace que una de las dolencias
más peligrosas para la salud sea la cistitis. (Esta palabra deriva
de Piscis-Titis, unión del nombre de la fuente legendaria
y de la ninfa albina que la cuidaba y que, por marchar enamorada tras
Hipoclórito, dejó que se llenara de hojas secas, verdín
y bichos. Otros dicen que era el nombre de la oveja. La primer sílaba
se eliminó, también por considerarla vulgar, aunque hacía
al nombre más descriptivo.) Tal hecho puede comprobarse fácilmente
pues, como cualquiera sabe, quien está afectado por este padecimiento
suele andar de un humor negro. (También llamado humor de
perros, otra cosa que, unida a sus causas fisiológicas, se
encuentra en un dicho de la sabiduría popular referido al hecho
de atravesar circunstancias adversas. En la adaptación a la cultura
de la India, los perros de la frase fueron reemplazados por elefantes.)
El cloro que se pierde suele recuperarse oralmente, aunque en casos extremos
puede llegar a ser necesario administrarlo por escrito.
La cloroterapia es útil contra
todo tipo de dolencias; pero siendo, como hemos visto, que los distintos
humores se asocian con estados mentales, resulta especialmente eficaz
en el tratamiento de trastornos psicológicos y psiquiátricos,
tales como la psicosis, la psitacosis y la psoriasis. (El mismo Hipoclórito
logró fama luego de curar una gran cantidad de psicofantas.) Esto
ha sido demostrado por infinidad de estudios modernos, en los que a un
grupo de pacientes con depresión, nerviosismo y otras cosas de
ésas se le suministraban pastillas específicas para su diagnóstico,
las que ingerían acompañadas con agua de la canilla (es
decir, con restos de cloro del proceso de potabilización), mientras
que al grupo de control se le daban placebos que tragaban con agua de
pozo. Los resultados no dejan lugar a dudas acerca de la efectividad del
tratamiento clórico.
Por supuesto que no se trata de empinarse
un bidón de lavandina hasta no ver el fondo, pues eso podría resultar
en una purificación tal que haría que las potencias celestiales
dijeran esta alma es demasiado pura para permanecer en este mundo
y decidieran en consecuencia llevársela de inmediato, lo cual suele
frustrar los planes del paciente para el futuro y le impide desarrollar
todo su potencial. Así que ya sabe: en caso de verse aquejado por
alguna enfermedad, no se automedique y concurra de inmediato a su cloroterapeuta
amigo, quien sabrá recomendarle el tratamiento que más le
convenga.
Rosemary Romero estudió en el Liceo Subiela, de donde egresó
con el título de perito mercantil. No tiene estudios superiores
formales pero maneja un taxi, donde tiene contacto directo
con toda clase de gente y aprende de primera mano cosas, según
sus propias palabras, muy interesantes. Es capaz de mecanografiar
ciento treinta y tres palabras por minuto, lo que le ha concedido la rara distinción
de ser la única persona en el mundo (reconocida por la
Academia Guinness) que ha escrito más libros que los que leyó.
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