por Otis No constituye sin duda un evento ordinario
el que el oriental horizonte a luz dé un sol bajo cuya luz, en
la que altivas prevalecen las longitudes de onda del amarillo orden de
las cinco mil unidades angstrom, depáreseme la dicha de anunciaros
a vosotros, mis inquebrantables no obstante que pecuniariamente, ya que
no moralmente, impagos lectores, una esplendorosa nueva como la que mi
cardíaca bomba alboroza el día que comienzo ha dado con
la antedicha y sólo en apariencia cotidiana elevación del
no en vano denominado Astro Rey. Pues hoy, precisamente hoy en el cíclico
y sinusoide transcurrir de las jornadas, únesenos con toda la pomposa
circunstancia que tal evento amerita una presencia acerca de la cual incluso
el menos discerniente de entre vosotros hablar oído ha. Refiérome
a alguien cuyo nombre, al aprehender en inminentes instantes cuya alfabética
composición habréis de estallar en gozoso y extático
llanto si figurar anheláis en los primeros puestos de mis predilecciones,
atesoráis en vuestras memorias cual mnemónica reliquia si
la adecuada incondicionalidad prestáis a vuestras AnaCrónicas;
pues Dänik Eraparauntaar es tal nombre, y quien con bizarría
lo porta dignamente ocuparase a partir de este momento exacto de la hiposección
de mi vasto intelecto surgida y bautizada Allende lo razonable;
diputación ésta que permitirame en lo sucesivo consagrar
íntegramente mis horas de vigilia a la meditación y la contemplación
en vistas de la indubitablemente augusta mas por lo presente ignota misión
que el contacto de mis plantas ha determinado con esta curva y necesitada
de redención superficie terrestre, en lugar de derrochar mis auríferos
momentos en alimentar a un hatajo de ingratos cuervos oftalmófagos
como sois vosotros.
Hemos, pues, de brindar una apropiadamente pundonorosa bienvenida a quien con el egregio obsequio de su impar pericia nos agasaja en estas solsticiales celebraciones, en las que lo sacro y lo terreno, lo místico y lo seglar, se fusionan en sincrética amalgama bajo los ornamentales frutos de las coníferas que en nuestros hogares suelen en tales fechas medrar. ¿Se os ocurre acaso, abribonados granujas, una mejor manera de tal efectuar que ardorosamente leer el revelador opúsculo con que su acorrimiento a nuestra sección inaugura? Cerrad pues vuestras bucodentales cavidades y no abraislas sino ante los prodigios que ante vuestros de mediocridad entumecidos oculares globos de marchar habrán en mirífica procesión. ¡Vamos, leed y maravillaos; mantened a mis ojos viva la quimera de que merecido tenéis cuanto por vosotros me esfuerzo! Runa |