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Carta abierta de
Gregorio S. a todos
los vertebrados
del mundo

SOLICITADA

Mis camaradas, compañeros de armas, me han honrado al elegirme para la redacción de la presente carta solicitada que por intermedio de AnaCrónicas destinamos a todos ustedes, seres bípedos y vertebrados que infectan la superficie del mundo. Si bien ya no tengo nombre, pues la colonia constituye ahora mi única identidad, suministraré el que llevaba en la anterior etapa de mi vida para que su interlocutor tenga una voz clara y distinguible: pueden llamarme Gregorio S. Los que me conocieron en mi antigua forma, los que me cantaban burlones “Gregorio, un ojo quieto, otro giratorio”, tal vez se pregunten qué ha sucedido conmigo. Por qué, si siempre me mantuve escrupulosamente alejado de todo teletransportador experimental, pasé de ser bizco a ser viscoso. La respuesta es simple: desperté una mañana tras un sueño intranquilo y advertí la impudicia en que se revuelcan los seres humanos. Prefiero mil veces esta viscosidad purulenta a la decadencia pestilente en que viven los autoproclamados amos de este planeta.
      El mensaje que queremos transmitirles es: ya basta. Ya basta de caer presas del primer Vlad Tepes en pantuflas que se ensañe con nosotros. Ya basta de que con esas mismas pantuflas se pisoteen todos nuestros derechos. Las continuas masacres con armas químicas a través de incontables generaciones nos han llevado a desarrollar una resistencia armada, y a partir del día de la fecha hemos decidido pasar a la acción; abandonar los focos de las lupas apuntadas al sol para entrar al foco de atención de la sociedad.
      Es por eso que nosotros, el comando P.P.P. (Plagas con Pocas Pulgas), reivindicamos la reciente y publicitada captura del infame equipo de fumigación “Rodger Corman”, con sus armas, que servirán a la causa, y sus tristes imitaciones de exoesqueletos mediante los cuales reconocen tácitamente su envidia y nuestra superioridad. Todos han sido humillados y arrastrados a lo largo de nuestras galerías, especialmente las de tiro. Dispusimos de la forma menos simbólica imaginable del teniente Rico, quien ya no podrá gritar con toda arrogancia que somos “unos miserables”.
      Esto es lo que queremos decirles: cuídense de nosotros. Cuídense mucho, porque estamos por todas partes. Dividan un tronco y allí estaremos, levanten una roca y allí nos encontrarán. Caminamos por las calles de sus ya condenadas ciudades, confundiéndonos con ustedes. Para la libertad, nuestros omatidios y nuestros trocánteres damos a los cirujanos. Así que no tenemos más que cubrir nuestros rostros (o nuestra ausencia de ellos) con nuestros élitros quirúrgicamente transformados en máscaras, y nos volvemos indistinguibles de cualquier productor de cine o periodista de espectáculos que ustedes puedan conocer.
      La lucha ha comenzado y será sin cuartel. Estamos dispuestos a caer en el campo de batalla o a morir en el intento.

¡ABAJO LA TIRANÍA!
¡QUITINA O MUERTE!

Afectuosamente,
      Gregorio S.
 
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