F i c c i o n e s

TARA 2011
Felipe Rodríguez Maldonado

México

En la pantalla se alternaron velozmente, una tras otra, las imágenes clásicas de Lo que el viento se llevó, las que se suponía todos los asistentes habían visto alguna vez en el pasado. Era una introducción de cinco minutos; la escena final se presentó completa: Rhett Butler, dolido y contra su propio deseo, se pierde en la niebla y deja a Scarlett, invencible como siempre, diciendo: Pensaré sobre eso mañana, en Tara. Allá lo podré soportar. Mañana pensaré en una forma de recuperar a Rhett. Después de todo, mañana será otro día...
      Y entonces comenzó realmente la segunda parte de la legendaria cinta de David O. Selznick, Tara, filmada en el año 2011, fecha en que expiraron los derechos que la Warner Brothers tenía sobre la historia, y que también era protagonizada por Clark Gable, Vivien Leigh y Leslie Howard, ¡más de medio siglo después de haber fallecido!
      El público asistente al estreno se conmovió. Estaban viendo a los protagonistas originales de Lo que el viento se llevó en su secuela. Más aún, Tara era una cinta en tercera dimensión como nunca antes se había rodado en el cine, incorporando lo más sofisticado en holografía. A los escenarios y los actores se habían añadido, además del color y el sonido, olores, algunos desagradables, algunos sensuales, pero nada comparable a lo percibido hasta entonces.
      Tara empieza donde finaliza Lo que el viento se llevó.
      Scarlett O'Hara despierta al día siguiente que su esposo la abandona y regresa a su casa, a la tierra roja de Tara.

II

—Toda la cinta la realizó esta computadora, Tara 2011, bautizada así por razones claramente sentimentales, porque ni el nombre ni el número significan especificaciones técnicas o seriales, simplemente es el nombre de la primera película que produce y el año en que empieza a trabajar. Esto, damas y caballeros, es el cine del siglo 21.
      Patrick Lansing, quien hablaba, estaba visiblemente orgulloso de estar en Atlanta, frente a un público increíble, con su máquina ese 15 de diciembre de 2011, justo cuando se celebraba el 72 aniversario del estreno de Lo que el viento se llevó, y en el mismo lugar donde se presentó por vez primera.
      —Tara dura —explicaba Lansing con calma, y como a propósito, con su voz sintética— tres horas con 45 minutos, el mismo tiempo que su predecesora. Costó únicamente cuatro millones de dólares, creemos que puede ser la película más barata de la historia del cinematógrafo, a precios reales por supuesto, porque en la original se invirtió lo mismo en 1939. El film que acaban de disfrutar se generó entre el 26 de enero y el 1 de julio de este año... adivinaron, igual que Lo que el viento se llevó.
      Realizada bajo un bien estudiado hermetismo, Tara había causado revuelo entre los cinéfilos del mundo entero que esperaban una verdadera secuela, no algo comercial o artificialmente adaptado para los consumidores. Sobre la historia, todos se preguntaban si Scarlett recuperaría a Rhett, pero quizá el mayor misterio era saber quién encarnaría al personaje que Vivian Leigh inmortalizó y si existía un actor que pudiera representar con dignidad al Capitán Butler.
      Se hicieron correr muchos rumores sobre la película; periodistas y críticos de todo el mundo publicaron versiones contradictorias sobre el costo de la producción, el sitio donde se rodaba, el texto del nuevo guión... El star system, a pocos años de iniciar la colonización de Marte, seguía utilizando las mismas estrategias que en el siglo pasado; los espectadores continuaban admirando el mundo mágico que ofrecía la cinta de plata.
      En realidad usar términos como cinta de plata y palabras como filmar o película era caer en una especie de inercia lingüística; la televisión de superdefinición, la animación computarizada y ahora Tara 2011, habían sustituido absolutamente los antiguos materiales para cine; los rayos láser, las grabaciones magnéticas y los impulsos eléctricos desde hacía una década habían acabado por reemplazar los tratamientos químicos y las grabaciones de audio defectuosas.

III


Ilustración: Valeria Uccelli

Vestida como una reina, Scarlett subió a su carreta. El rostro más bello de la historia del cine parecía estar al alcance de la mano; la brevísima cintura que tanto temía perder, y sus expresivos ojos no podían ser más que los de la dos veces viuda hija de O'Hara, el inmortal personaje que la esposa de Lawrence Olivier interpretó el año en que inició la Segunda Guerra Mundial.
      Como en los sótanos parisinos en el siglo 19, los espectadores de Tara sentían que los corceles y el carruaje de Scarlett salían de la pantalla ¿o sería más apropiado decir escenario? dirigiéndose a todo galope hacia las butacas donde estaban sentados; sin embargo, nadie se levantó de sus butacas, no se inmutaron.
      En el cambio de escena, Clark Gable o, mejor dicho, Rhett Butler, se encuentra solo en un restaurante londinense recordando a la única mujer que ha amado. Gable murió en 1960, ¿cómo podía estar allí, fumando un cigarrillo de hoja cuyo aroma percibía el auditorio?
      En la proa de un lujoso barco, con el viento de frente, Scarlett atisba el horizonte; sólo hay mar y cielo. Se puede percibir la humedad del océano azul, su olor es compartido tanto por los personajes de la película como por los tres mil asistentes al estreno.
      Una gaviota sobrevuela por la sala obscura; el mar parece a punto de desbordarse para inundar el local. Los acordes del tema musical de Lo que el viento se llevó, el tema de Hollywood, del cine todo, le gana al golpeteo de las olas en la quilla de la nave.
      Fade out. Fin de la escena.

IV

Lansing estaba feliz. Era su noche, lluviosa, pero su noche; ni el mal tiempo se la pudo arruinar. Quizá más asombrados por lo que oían que por la película misma, los privilegiados asistentes al estreno de Tara seguían con atención las palabras del joven de anteojos verdes y traje y corbata del mismo color, parado en el estrado junto a su computadora.
      —No necesitamos nuevos actores; nunca más se requerirán —dijo con satisfacción—; los consagrados del cine mundial, sus artistas favoritos y otros creados por esta máquina con lo mejor de varios de ellos, serán ahora los protagonistas del Séptimo Arte.
      Patrick Lansing hablaba como si mereciera la atención total del auditorio, como si los asistentes tuvieran la obligación de escucharlo.
      —Mi compañía productora está dispuesta a comprar los derechos de las diez películas de mayor éxito en la historia en los próximos seis meses; así, en dos años Casablanca, El ciudadano Kane, Titanic y otras tendrán secuelas dignas de ellas y, lo más importante, con los actores originales, como los recuerda el público.
      Entre la butaquería nadie decía nada, pero la expresión de asombro era general; la gente se volteaba a ver las caras un momento, aunque inmediatamente se concentraba nuevamente en el discurso de Lansing. Aquella parecía una reacción hipnótica, de autómatas.
      Continuó el hombre de verde:
      —Ustedes pudieron disfrutar de toda clase de escenas, paisajes inolvidables, un vestuario espectacular y actuaciones soberbias, todo sin que interviniera un solo ser humano en la cinta: sin dobles, sin extras, sin actores principales ni de reparto; sin locaciones ni estudios alquilados. Tara es, como le informé, prácticamente una película sin costo. La holografía es superior a todo lo que se conocía hasta el momento, y Tara 2011 fue capaz de reproducir fielmente hasta el último lunar, el tono de voz, los tics personales y los particularísimos gestos de los actores de la superproducción que todos disfrutaron en el siglo 20.
      "A partir de esta película —expresó Lansing dramatizando su postura y el volumen de su voz— el equipo a mi cargo ha revolucionado, fuera de toda discusión, la última de las artes. Hoy nació un nuevo medio de comunicación, entretenimiento y creación estética; el cine entra en una era absolutamente distinta a la que todos conocíamos.

V

El encuentro en Londres de Scarlett y Rhett es tenso, pero ambos deseaban estar juntos. Los acercamientos a los rostros de los protagonistas no revelaban ningún indicio de que fueron creaciones de una computadora; imágenes morpheadas y coloreadas por un programa que analizó todos los documentos existentes sobre los actores para reproducirlos como si fueran fantasmas tridimensionales sofisticadísimos.
      Rhett se mostró indiferente ante la presencia de su esposa. Scarlett, aunque había cruzado el Atlántico para estar con el hombre que al fin comprendió que amaba, cuando finalmente se encontró frente a él no logró evitar volver a actuar como la señorita mimada y orgullosa del sur esclavista que siempre había sido.
      La vida la había endurecido para salir adelante, pero no había conseguido cambiar su carácter; antes, por el contrario, ella hacia evidente que era una O'Hara, la favorita de su padre, la heredera absoluta de Tara...

VI

Patrick Lansing concluyó su presentación. Según él, fue un éxito absoluto; presentó su película, sorprendió a todo el público asistente y, más importante aún, poseía la tecnología del cine del tercer milenio. Era un triunfador; ahora faltaba que su programador hubiera alcanzado también un éxito similar con los humanos, porque hacerlo con miles de hologramas ocupando las butacas de una sala era más sencillo para una imagen computarizada como él, pero Patrick, el verdadero Patrick, el de carne y hueso, era muy tímido, poco elocuente y mal vestido. ¿Qué haría frente a todos esos pedantes ricos que fueron a ver Tara? Ojalá haya seguido bien todos los consejos que le di, pensó la inteligencia artificial que controlaba el holograma.

VII

Scarlett, desesperada por el rechazo de Rhett, toma una terrible decisión y sale de la pantalla corriendo entre los pasillos ocupados por el ir y venir de un público creado por Patrick Lansing para asistir a su estreno. Las salas vacías son deprimentes hasta para una imagen tridimensional.


FELIPE RODRIGUEZ MALDONADO

Felipe Rodríguez Maldonado vive en Saltillo, Coahuila, México. Nació en 1965. Está antologado en un volumen del Premio Estatal de Cuento Julio Torri, con una historia de ciencia ficción, "El Cristo Atrapado", publicado en 1999. Con el cuento que nos envía, "Tara 2011", fue finalista del Premio Kalpa de Ciencia Ficción (originalmente apareció en el número 7 de la revista Umbrales).


Axxón 140 - Julio de 2004