|
|
PRESENTES AUSENTESVered (Rosana) Tojterman |
|
Julie mira el rostro de Ludmila y observa que el dolor estira sus facciones, como si el campo gravitatorio se hubiera acentuado. Arrugas de pesar que no existían el día anterior se graban en esa cara, entre las arrugas propias de la edad adquiridas gracias a las risas y el paso de los años; la piel cansada de las mejillas debajo de los ceremoniales anteojos oscuros. Julie quiere abrazar a Ludmila, pero sabe que no podrá hacerlo. Mira ese rostro tan conocido, los dientes superiores que muerden una y otra vez el labio inferior. La terca lágrima que se derrama una y otra vez por debajo de los anteojos de sol, sólo se detiene cuando es secada sin paciencia alguna por la mano cubierta por un guante, que la frena a la fuerza.
El cortejo fúnebre avanza lentamente bajo un cielo tenebroso. Julie casi siente el frío por sí misma mientras avanza con ellos en dirección a la fosa recién abierta. La penumbra provoca que todo se vea irreal. Ella presta atención al caracol que salió a probar las hojas de la húmeda hierba que crece entre las tumbas, tratando de no pisarlo a pesar de la falta de significado de tal gesto.
Luego del estúpido accidente de ayer, en el que murió Arnie, el marido de Ludmila y pariente lejano de Julie (ella ríe con amargura: parece que no le quedan parientes que no sean lejanos), permaneció más tiempo en el Cuarto del Holograma que en el resto de las habitaciones de su casa, sin prestar plena atención a lo que sumaría la cuenta del servicio de comunicación holográfico, llegando a sumas impresionantes. La casa de Ludmila estaba llena de personas apenadas, algunos vivientes pero la mayoría de ellos Hologramas, como la misma Julie. Era fácil distinguir entre los visitantes vivientes y los Hologramas los vivos traían en sus manos bandejas y ollas llenas de alimentos. Los Hologramas no podían, por supuesto, traer alimentos.
Una triste sonrisa trepa al rostro de Julie. Ella recuerda la única vez en la que degustó la pastelería hecha por las manos de Ludmila. Durante años, acostumbraron sentarse juntas para la habitual ceremonia del té y las medias lunas caseras; cada una con su media luna, por supuesto, preparada por sí misma. Siempre bromearon y ofrecieron a la otra probar la media luna propia, y de esta manera, demostrar de una vez y para siempre quien de las dos horneaba mejor. Y, he aquí, que dos años atrás, en uno de esos importantes envíos de la empresa Entre Planetas, Julie recibió un imprevisto paquete del Planeta Kurana. Era un paquete de medias lunas hechas por Ludmila, congeladas a frío intenso. No tenía le menor idea de dónde había sacado Ludmila el dinero requerido para remitirle el paquete, hacía ya 17 años. Ella mordisqueó la última que quedaba de la última ceremonia del té que celebró con Ludmila, cuando todo aún era correcto, y lágrimas de felicidad y emoción y amistad brotaron de sus ojos. Y ella tuvo que reconocer nuevamente, con una risa bañada en lágrimas, que la media luna de Ludmila, que logró atravesar la distancia de Años Luz y Años Vida y quedar tan fresca como si recién la hubieran empaquetado, era mejor que la de ella.
El cortejo fúnebre se acercó a la fresca fosa, mientras que parte de los caminantes tras el féretro aprovechaban la oportunidad, como siempre, para intercambiar entre ellos cuentos y chistes, en susurros llenos de culpa. Julie miró a su alrededor. Casi todos los parientes que conocía estaban allí. Con la Tecnología de Comunicaciones Holográficas Inmediata, los acontecimientos familiares se habían transformado en hechos cada vez más multitudinarios; no cabían excusas para no estar presente.
En realidad, había conocido a Ludmila en un acontecimiento familiar, en un gran casamiento. ¿De quién era ese casamiento? Julie ya no conseguía recordarlo. El número de casamientos de parientes lejanos y más lejanos aún que ella presenció a través de hologramas en todos esos años, era enorme. Vio a Arnie, por aquel entonces un mozo joven que se reía mucho, y a su lado estaba Ludmila, por aquel entonces su novia. Arnie, al que conociera por intermedio de la Comunicación Holográfica desde los días en que era un niño pequeño de mejillas infladas y pañal lleno, los relacionó entre sí, y el contacto fue inmediato. En tan solo cinco minutos, pareció que se conocían de toda la vida.
El resto del casamiento lo pasaron entre chismes divertidos y en especulaciones acerca de si en el casamiento hubo más invitados holográficos que invitados reales. Ludmila sostenía en secreto que los novios eran tacaños y por ello invitaron a más personas de mundos distantes que de su propio mundo. El precio de mantenimiento del servicio de comunicación holográfica durante todo el casamiento costaba menos que el precio del plato en ese salón tan lujoso. Desde entonces el contacto no se interrumpió, y Julie y Ludmila se encontraron una y otra vez para sentarse juntas, tomar el té y comer media lunas el placer secreto de Ludmila, quien estaba casi al borde del vicio una costumbre que progresivamente se fue convirtiendo en tradición.
|
Julie, la introvertida, que toda su vida estuvo encerrada en sí misma, en su casa, se está aproximando a las personas que quieren acercarse a ella no sólo por intermedio del Cuarto de los Hologramas. Ahora por fin tiene una amiga plena.
Ludmila alza la vista, que ha estado clavada todo el tiempo en los tacos de sus zapatos, y se encuentra con los ojos de Julie y la mirada atraviesa los oscuros cristales de los anteojos de sol. Una sonrisa triste, temblorosa, que amenaza a cada instante con transformarse en llanto, aparece en sus labios y ella tiende su mano a Julie. Julie tiende la mano y adhiere el extremo de su dedo al extremo del dedo de Ludmila. No hay ninguna sensación de contacto, y a pesar de ello el corazón de Julie salta, amenazando con volver a producir lágrimas en sus ojos. Ella nuevamente desea poder abrazar a su amiga tan cercana-lejana, consolarla en su dolor.
El sepulturero carraspea y Ludmila y Julie se apresuran a cancelar el contacto-no-contacto, y miran en su dirección. Los portadores del féretro ya lo han depositado junto a la sepultura, y el sepulturero cuida de su progresivo descenso. Levanta la mirada hacia los presentes físicos y en hologramas, y dice sus palabras, alabando al muerto y consolando a los vivos. Las lágrimas se deslizan una vez más sobre el rostro de Ludmila, una detrás de la otra en su camino a la tierra ya húmeda de por sí, y Ludmila no hace nada por secarlas. A Julie le brotan deseos de abrazar a su amiga, consolarla y consolarse a sí misma con el calor de la cercanía y el contacto, pero eso es lo único que no puede llevar a cabo. "Yo no puedo abrazarla, no puedo devolver a Arnie, no pude evitar el accidente ..." Los pensamientos corren una y otra vez por su mente. La impotencia no le da descanso.
La ceremonia termina, el sepulturero se ocupa de cubrir el féretro con tierra. Ludmila aparta su rostro de la sepultura, lo cubre con su brazo, negándose a mirar el último acto de cubrir con tierra a su amado y compañero de toda la vida. Julie se ubica a su lado, y al otro costado se ubica la hermana de Ludmila, Viky, quien la abraza llorando. Julie observa la mano de Viky apoyada fuertemente sobre el hombro de Ludmila, como las garras de las aves de presa, y no puede aguantar el dolor. Ella no puede tocarla; no está realmente allí.
Ludmila tiende su mano en dirección a Julie, la mueve como abanico frente a su cara para llamar su atención. Julie ve el rostro tan cansado, tan dolorido y también ve que se asoma una pequeña sonrisa. Sonrisa indecisa, dolorida, rodeada por los surcos que la pena grabó en el rostro desde ayer. Julie le devuelve la sonrisa y nota que su sonrisa es muy parecida. Le tiende la mano a Ludmila en un gesto holográfico simbólico. Ludmila se libera de la mano de su hermana y le devuelve el gesto. Mueve la cabeza en sentido de afirmación y le indica con su mentón que se vaya. Julie le sonríe y la saluda con la mano, se aleja y presiona el botón "Muestra Holográfica" ubicado en la palma de su mano.
El cementerio desaparece. El Cuarto de Hologramas de su casa recobra de nuevo sus dimensiones habituales. El viento frío que le pareció experimentar durante el transcurso del entierro también ha desaparecido, y ella siente otra vez el calor de la casa.
Sale del Cuarto de Hologramas, secando con fuerza sus ojos, tratando de retirar de ellos los restos de lágrimas. Va a la cocina y toma la fuente con la masa. Ayer, cuando llegó la noticia de la muerte de Arnie, justamente estaba ocupada en preparar una nueva porción de masa para media lunas, y la masa quedo allí, leudando y fermentando. Ahora emana de ella un repugnante hedor de fermento y ácido. Invierte la fuente con la masa sobre el basurero, raspa bien bien los costados y el fondo de la fuente para así quitar todos los restos de la masa pegajosa y húmeda que quedó.
Se detiene otro momento, mira y no ve la fuente en su mano, piensa sin pensar. Luego, se endereza, toma una fuente limpia y comienza a sacar materiales de la alacena. Necesitará preparar una nueva porción de masa, una nueva porción de masa, una nueva porción de medias lunas para la próxima vez que se encuentre con Ludmila.
Dedicado al recuerdo de Diego Zentner (q.e.p.d.), mi primo, que fue baleado en la cabeza hace tres dias (25/11/01) y murió ayer, 27/11/01. Este cuento es un intento de "Wishful Thinking". En otro mundo, con otra tecnología, tal vez lo hubiera conocido más de cerca, a pesar de la distancia geográfica. Vered (Rosana) Tojterman - Haifa, Israel
Traducido del hebreo por Marta y Saúl Tojterman
Vered Tojterman
Vered Tojterman, "Boojie", ha nacido en Argentina, vive en Israel y escribe ciencia ficcion en hebreo. Hasta hoy publicó una colección de cuentos, llamada Lifamim Ze Ajeret (A veces es diferente), por el cual ganó el premio Geffen (el premio de ciencia ficción Israelí); y varios cuentos en publicaciones como Jalomot Be'Aspamia y Hameimad Ha'asiri. Además, uno de sus cuentos ("Cazar el unicornio"), traducido al inglés, apareció en "Fantasy & Science Fiction" en diciembre de 2003. Es la editora y una de los fundadores del magazine "Jalomot Be'Aspamia" y traductora de CF del inglés al hebreo.
Axxón 147 - Febrero de 2005
Cuento de autor asiático (Cuentos: Fantástico: Ciencia Ficción: Israel: Israelí).