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TO BE FROSTGilda Pinarello |
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Estás aburrida y acomplejada. No sólo porque todas tus compañeras se fueron en un periquete, sino porque las de otras marcas inferiores apenas llegan, se van. Sólo vos permanecés aburridísima en ese rincón, tras varias idas y venidas.
Te das cuenta que no es sólo por el precio sino por tu color, y pensás que algunas personas son racistas. Aunque la verdad, sólo a un chambón se le ocurriría ese diseño extravagante: gaviotas sobre un fondo azul.
Para colmo sos enorme y cara. Nada favorece tu escape de ese local. Hasta tus anaqueles de vidrio templado son una desventaja, ya que, inevitablemente, todos los posibles compradores piensan que se romperán tarde o temprano. Y no se consiguen repuestos fácilmente.
Hace tanto tiempo que deseás un cambio en tu vida aburrida y aguardás un milagro, aún sabiendo que la complejidad de tu accionar lo empeora todo; tus dos motores, la molesta alarma, esa botonera que parece un semáforo. A nadie le gustan las cosas demasiado complejas.
Si la vida es como el tango "Cambalache" para qué entristecerla más con un artefacto complicado. Sos frost, con ventilación cíclica, lo mejor de lo mejor, pero igual se te tapa ese bendito caño y cuando se atora tosés como fumadora crónica, expectorás y se escapan líquidos por debajo, hasta que viene un técnico y chapoteando un rato en ese charco que te rodea soluciona por un tiempo medianamente largo, ese problema.
Frost y Freud suenan parecido. Tal vez hubiera convenido que te comprase Freud, así no tendrías ese complejo de inferioridad ni esa depresión, ahora.
Pero... dejáte de joder y calmate... no llores, armatoste de lujo; a cualquiera le pasaría lo que a vos, con toda esa historia de vida que llevás a cuestas.
Pensá en todo lo que te ocurrió desde que saliste flamante de la fábrica, colmada de ilusiones y pensamientos positivos, creyendo que serías la soberana del mundo y por poco inmortal, como todo lo que comienza. Muy orgullosa de tu estirpe, de tu aspecto exterior, emitiendo ese olor a nuevo inconfundible y por tu diseño exclusivo, te sentías la mejor de todas.
Acordate que la primera que te compró fue una señora flaquísima de piel pálida y apergaminada, rojizo cabello ralo en franca retirada, con olor a naftalina en sus ropas negras. Te examinó severamente con sus ojillos de gato y dijo estar preocupada pues venían unos sobrinos del interior a pasar un mes a su casa. Justo se le había quemado la bocha del cachivache que tenía. Hizo pufffssh y murió nomás. Así que te eligió a vos por tu pinta de invencible... Y vos tenías un mal presentimiento que se cumplió, ya que apenas se marcharon las visitas ella empezó a mirarte con acritud en sus ojos amarillos, a pensar en el consumo de luz y en tu tamaño inapropiado para ella sola.
La segunda vez te llevaron al departamento de unas hermanas bulímicas. Era gracioso, no me vas negar que te divertías. Todos los sábados volvían del supermercado con los carritos llenos. Los domingos amanecías colmada de alimentos. Y te acordarás que cocinaban y comían juntas muy calladas, tragando todo con rapidez; pero después por separado te abrían a cada rato, haciendo sonar cada vez la chicharra de tu puerta, lo que ponía tus nervios de punta.
La mayor te tenía abierta mínimo, 15 minutos preguntándose qué podía comer y no sólo eso: si se preparaba un sándwich lo hacía en tu interior salpicando los crispers inferiores de migas, gotas de mayonesa, borde de salamines y cosas similares.
La menor padecía de insomnio; entonces te abría a cada rato pero de noche. Comía y comía con su cara afilada, sus ojos extraviados, sus cónicos dientes de escualo; después venían los vómitos, la deshidratación, las internaciones. Y al final los padres las llevaron a su casa y te devolvieron al comercio nuevamente porque surgieron los problemas en el frezeer. Comenzó la escarcha infame que ejemplares de tu progenie, las exclusivas frost, no deben tener jamás. Ahí fue como si hubieses sufrido una especie de mutación espontánea ya que pasaste a ser de frost a no frost común y corriente.
La cosa empeoró cuando te compró ese matrimonio de obesos, con hijos obesos, que te abrían y cerraban las puertas todo el santo día. Te cambiaban las temperaturas, te daban fuertes golpes al cerrarte que te ensordecían.
Ahí el problema de la escarcha ya no tuvo solución ni explicación.
El cuarto dueño, gracias a vos con esos exclusivísimos botones de colores rojo, amarillo y verde, descubrió que era daltónico. Y bueno le hiciste un favor, pero tus motores, tu rotor, casi se funden...
Por eso estás en oferta desde hace tiempo. Para colmo, ahora al dueño del local se le ocurrió ocultar tu identidad y pintar las gaviotas del mismo tono de azul que el resto.
Estás perdiendo las esperanzas me parece. Naciste sin suerte, te tocó cada uno... y vos sabés que no sos para cualquiera.
Esperás a alguien que te merezca, que comprenda cómo debe tratarte, que te valore de verdad. Pero claro, es difícil encontrar lo que pretendés. Y bueno qué se va a hacer, levantá ese ánimo, no sigas sufriendo al divino botón... si uno nunca sabe lo que le depara el destino.
Y fijáte bien, ahora hay un muchacho desgarbado que te mira cuidadosamente. Parece buscar las gaviotas, ya que pasa su mano suavemente sobre el metal y sospechás que ha descubierto donde está la más grande en perspectiva, pues desliza sus dedos largos como de pianista o dibujante, exactamente sobre el contorno de la gaviota de adelante.
Su rostro te parece lejanamente familiar. Y tu cerebro reacciona, las sinapsis metálicas emiten ondas continuas hasta que te das cuenta de qué es lo que está ocurriendo. Ese era el cliente que te estaba predestinado o vos destinada a él, aunque no sabés bien cómo es eso de estar predestinados. Lo que sí sabes es que al fin se levantó ese telón de incertidumbres que te abrumaba. Te das cuenta de que tu espera era postergación anticipada, nada más.
¿Cómo?
Faltan las gaviotas, ¿para qué quisieron ocultarlas?
No pibe, sólo la retocamos porque estaba raspada. Pero es medio grande. De 440 litros; si sos solo...
No. Está perfecta así.
Mientras dice eso saca su pañuelo y lo impregna de un solvente con olor a acetona que pasa por tu superficie y como por arte de magia aparecen las gaviotas intactas.
El vendedor no puede creerlo. Y le hace al muchacho un precio especial, para que se vaya rápido, te lleve de una vez, aparato embrujado...
Le hace la boleta a Leonardo, el cliente, que te mira entusiasmado, te examina desde todos tus ángulos, palpa tus contornos casi acariciándote, examina tus botones; te sentís muy bien.
El vendedor habla de que sos frost, que los gruesos burletes, que los crispers, que los cómodos compartimientos, que el sistema de ventilación, que sos tropical de 5 estrellas, que tu novedoso sistema antiolores, que los cubitos, que ese moderno dispenser para latas.
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Pero el cliente no lo escucha, parece muy enamorado de vos; sus ojos brillan intensamente, sus labios esbozan una semisonrisa, su rostro pálido adquiere cierto color en las mejillas... Te conmovés al notar todo eso, y sentís que los sentimientos negativos retroceden a la vez que se abren paso otros, llenos de colores, capaces de despertar ternura, lágrimas y sonrisas.
Ahora, inhalás la brisa suave mientras te llevan en una camioneta, por una callecita adoquinada.
Un poco después estás en tu nuevo hogar. Tu dueño te contempla admirado.
Vos mirás el hábitat, que te parece familiar. En las paredes hay retratos en sepia hechos a lápiz. Diseños de cosas extrañas. Alcanzás a leer encima de una especie de avión primitivo una palabra extraña, "Ornitóptero". Estás rodeada de tintas, pinceles, óleos, lápices, tableros, escuadras, bosquejos.
Tenés una extraña y vaga sensación.
De golpe relacionás tu marca LDV con tu modelo: GIOCONDA.
Pensás en tu diseño exclusivísimo, anticipado aún para este siglo. En tu color azul, en las gaviotas. En la pupila derecha de la más grande se nota bien eso sí, para los que sepan qué buscar y cómo hacerlo, o sea para algún iniciado grabada como fotograma, la imagen de la Mona Lisa, su sfumato y claroscuro.
Cuando Leonardo acomoda latas llenas de pintura en los exclusivos dispensers, tenés la certeza de conocerlo desde siempre al ver a plena luz su cara única, casi mística, sus ojos inteligentes con estrías de amor... Entonces te das cuenta de quién sos realmente, de que toda esa mala suerte que te acompañó hasta ahora sólo se debió a un momentáneo desencuentro, y sintiéndote feliz ronronéas aliviada.
Cuando en Axxón 150 presentamos "Ghost" y a su autora, Gilda Pinarello, dijimos que nació en Corrientes, Argentina, que es médica patóloga, estudia literatura y escribe ficción "sutil". También dijimos que esa era la primera vez, pero no la última, que la veríamos en Axxón. Bien, cumplimos: aquí está de nuevo, con sus personajes muy poco convencionales y sus tramas fuera de lo común.
Axxón 154 - Septiembre de 2005
Cuento de autor latinoamericano (Cuentos: Fantástico: Realismo conjetural: Objetos animados: Argentina: Argentino).