Estimado Mauricio:

El otro día estaba cenando con una pareja amiga (bueno, en realidad, sólo él es amigo, ya que su mujer es insoportable) cuando surgió el tema de las civilizaciones antiguas. Todo venía bien hasta que la insufrible mujer de mi amigo mencionó una misteriosa civilización llamada “Ore” o algo así. Ante mi ignorancia sobre este pueblo de la antigüedad, la repulsiva mujer de mi amigo sólo se limitó a sonreir y a lanzarme una mirada de sorna despectiva. Esto hizo que la conversación derivase a otros asuntos (bastante más dolorosos, por cierto) y que yo me quedase en total oscuridad con respecto a estos “Ores”.

¿Me podrías desasnar al respecto?

Agradecidisísima,

Natalia, de Villa Jalfmún

Ah, querida Natalia, realmente la mujer de tu amigo es una verdadera arpía, ya que los Hores (se escriben con hache) son uno de esos misterios que aún atormentan a la ciencia arqueológica y que, salvo en ciertos círculos académicos, poca información seria de ellos se conoce. Lo que tío Mauricio puede contarte sobre los Hores es lo siguiente:

En octubre de 1889, mientras se encontraba en la meseta de Salmiär (en Noleria, República Socialista de Eslobovia) supervisando la construcción del Expreso de Poniente, Sir Wiston Carpetmuncher descubrió unos misteriosos edificios de forma octaédrica. Estudios posteriores determinaron que se trataban de las ruinas de una antiquísima civilización de origen ario-nacionalista, los míticos Hores que menciona al pasar Coprosquilo en su Libro de la Historia, de la Geografía y de todo lo que sabemos o nos contaron los que saben o parecen saber porque son viejos, pelados y tienen barba larga.

Entre los múltiples tesoros encontrados en el sitio arqueológico (los cuales pueden verse en el Musee Nationale du la Bigornette, en el Archeological Museum of Sodhampton y en la Galleria Imperiale degli Carciofi) se hallaba un voluminoso libro hore escrito en cuero de yegua. Este libro permaneció olvidado en uno de los múltiples depósitos del Bulldyke Museum, hasta que en 1903 Charles Le Stone, en aquel entonces un joven y entusiasta arqueólogo, lo redescubrió y se abocó a la tarea de traducirlo. Veinte años más tarde logró descifrar el comienzo de este manuscrito, llamado el Zlëber Khadir:

“Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del derecho de autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la pictografía y la transmisión oral, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos”.

Perplejo, llamó a su mentor, el egregio profesor William Roderick Necken, doctor honorario de lenguas sledas de la Universidad Polisémica de Ffwagnell, Kismet, Bare Island. Luego de observar el trabajo de su discípulo, Necken lo azotó hasta dejarlo transformado en una pulpa informe de carne y se ocupó él mismo de descifrar el misterioso libro, cuyo comienzo, correctamente traducido, es el siguiente:

“Entonces no eran (la) tierra, (las) aguas, (los) seres y (los) hombres. Grande era (el) Poder de Horeäkar, Su Aliento (llegaba) hasta (donde) están (las) estrellas”.

Gracias a esta traducción se supo que el  Zlëber Khadir contiene el mito Hore de la creación, la historia de este pueblo, rituales mágicos, mandamientos divinos, y un horóscopo de ocho signos de dieciseis meses y ocho días de duración cada uno.

Inmediatamente la comunidad científica puso en duda la fidelidad de su traducción, aduciendo que el anciano investigador inventó la mayor parte del texto y el resto lo plagió de libros egipcios, sumerios, arcadios y bablinicios, practica que era bastante común en Necken. Esto hizo que todo lo relacionado con los Hores y el  Zlëber Khadir cayera en el desprestigio y se convirtiera en el tema favorito de los investigadores de lo paranormal y los paleovnitólogos.

En estos círculos muy pronto quedó establecido que los Hores eran la célebre Quinta Raza Axial Atlante que menciona en sus libros la medium Mme. Irene Borkztiova. Esta era la única Raza Axial de la que no se tenía conocimiento de su paradero luego del hundimiento de la isla-continente, lo que intranquilizaba bastante a los eruditos paranormales ya que esta ausencia hacía tambalear todas sus teorías sobre la migración bajo tierra de las otras seis Razas Axiales (las cuales habían fundado, junto a benévolos seres de luz y los extraterrestres de la Hermandad Cósmica Universal, las ciudades intraterrenas de Nekni, Kurvitse, Baghärto y Tentelapiko). Según el atlantólogo Bhadwaa Bhen Chowd esta Quinta Raza Axial había sido la elegida para gobernar a la Humanidad cuando el Séptimo Ciclo Kuttiya llegue a su fin (aproximadamente, en el año 2112 de la era cristiana) pero los espíritus malignos (patutus) liderados por el Abominable Baszd Meg-thoth atacaron la Sagrada Ciudad de Hátvágánygáz (donde la Quinta Raza Axial se había refugiado mientras esperaban el fin del Séptimo Ciclo Kuttiya), asesinando al 95% de la población. Los sobrevivientes huyeron a la meseta de Salmiär, donde se mezclaron con los nativos y dieron origen a los Hores, depositarios de la Sabiduría Arcana Atlante.

Otra es la opinión del paleovnitólogo Erich von Skvaddernosse, quien en su libro Was Lucifer an accountant? plantea la tesis de que los Hores son los descendientes de un grupo de habitantes del planeta Pogmothoin que debieron hacer una escala por desperfectos técnicos en la meseta de Salmiär. Erich von Skvaddernosse se basa en el pasaje en el que Horeäkar le dice a Paransankar (el Prometeo Hore): “Pogmothoin  es mi casa, Pogmothoin  es la casa de mis ancestros” (Zlëber Khadir, Libro III, Cap. LXII, 32). La localización exacta de Pogmothoin no está muy clara ya que en algunos libros de von Skvaddernosse (El platino de los Dioses, Más evidencia de visitas extraterrestres en la Antigüedad y el ya mencionado Was Lucifer an accountant?) figura como quinto planeta de la estrella Bakayarou y en otros (Remembranzas del Futuro, Evidencia de visitas extraterrestres en la Antigüedad y La leyenda de Santa Gregoria de los Cardales y otros relatos sagrados que podrían interpretarse como evidencia de visitas extraterrestres en la Antigüedad si usted toma como válida la premisa inicial de que en la Antigüedad fuimos visitados por extraterrestres) como único planeta de la estrella binaria Spucatum Tauri.

Otro misterio Hore que ha dado que hablar a los estudiosos de lo paranormal son los famosos mausoleos octaédricos que descubriera Carpetmuncher, presumiblemente tumbas de reyes (lamentablemente ya hablan sido saqueadas por los invasores farranacos del siglo XIII, quienes no dejaron ni el revoque de las paredes, así que su función es más una suposición por analogía con otros monumentos de otras civilizaciones antiguas que una real certeza científica). Aparentemente, según varios de estos estudiosos, su curiosa forma se debe a que los Hores eran dos veces más misteriosos que los egipcios.

Al igual que con las pirámides, von Skvaddernosse descubrió que si uno multiplica la longitud de las aristas del mausoleo conocido como “del Rey Battaraigi” por ochocientos ochenta y ocho se obtiene la distancia exacta a la Luna (medida en codos hores), si se multiplica la superficie total del octaedro del Rey Harami por 558 (la cantidad de días del año Hore) y se la divide por 74 (la cantidad de dioses Hores) el número obtenido es la distancia en años luz que hay entre la Tierra y Pogmothoin y si se saca el logaritmo neperiano de la integral triple del complejo de pequeños octaedros conocidos como “de los príncipes Maa Yave, Bhehen Chodh y Koce Khor” se llega al número cabalístico 42.

Por su parte, Irving Chickenhawk, en su libro El poder mágico de los octaedros hores, demuestra que si se coloca un pedazo de carne dentro de un octaedro con las proporciones de la tumba del Rey Battaraigi, la carne sólo criará larvas de Limnophora triangulifera, y que un cuchillo desafilado se transforma en tijera luego de cinco semanas bajo el poder de los octaedros hores. Chickenhawk también recomienda el uso terapéutico de estos implementos, en especial en aquellas personas a las que se les haya practicado operaciones de cambio de sexo y no estén satisfechas con el resultado (Chickenhawk dice que los octaedros en sí no hacen crecer lo cortado ni desaparecer lo agregado sino que causan una profunda amnesia en el paciente, quien se olvida de todo y sale lo más contento a ejercer la prostitución en la Zona Roja correspondiente a su ciudad).

MAURICIO GAFENTO